28 enero 1999

Luther King o el sueño... [de Obama]


Para un hombre como Martín Luther King, que no era demócrata, que no era republicano, que ni siquiera se consideró nunca norteamericano, el sueño que soñó para los 22 millones de negros se vio interrumpido por una bala que le entró por el cuello el primer jueves de abril de 1968. Dicen del asesino que le gustaba lucir públicamente su racismo, que balbuceaba palabras en español (de la época en que regentó un bar en Méjico) y que se inscribe en un curso por correspondencia para aprender a abrir candados sin llave. Dicen del asesino, que huye, se transforma, burla al FBI mil veces y que, aún hoy duerme en la cárcel sin haber contestado a la pregunta: ¿Por qué? Lo cierto es que, el autor de “Marcha hacia la libertad”, admirador de Gandhi, también Premio Nóbel de la Paz, estaba convencido de su lucha pacífica. “Os destruirémos con nuestra capacidad de aguante””Para ganar nuestra libertad, le hablaremos a vuestro corazón y a vuestra conciencia, y al final venceremos”. Y el mismo año que asesinan a Kénnedy, King encabeza una marcha sobre Washintong en la que participan 250.000 personas, y es allí donde pronuncia la palabra, las palabras: “Yo tengo un sueño”. “El señor me ha permitido subir a la montaña, y desde allí arriba he visto la Tierra Prometida. Es posible que yo no pueda llegar con vosotros hasta ella, pero quiero que sepáis que todos nosotros, como pueblo, alcanzaremos esta Tierra Prometida”. Desde entonces, incluso mucho antes, desde que el hombre comenzó a comunicarse, la libertad ha sido el grito más gritado. Ha sido el sueño más soñado. La libertad fue y sigue siendo el largo camino para el hombre.

Imagen: De Nobel Foundation - commons.wikimedia
Pequeño ejercicio de memoria
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19 enero 1999

Rito animal




Froilán De Lózar



Unos días antes de que Jesús Sánchez Merino, vecino de Matabuena (Segovia) denunciase los malos tratos que acabaron con una burra de su propiedad y causaron graves daños a otra, ambas en avanzado estado de gestación, el director de un periódico de Valladolid me explicaba por teléfono las razones que aconsejaban no publicar el artículo “Rito animal”, que a primeros del pasado año viera la luz en el “Diario palentino”. Una de las razones esgrimidas para el rechazo de la citada crónica, era el matiz desagradable que despedía, en constante referencia a animales que siempre se utilizaron para la tradición. “Y tú sabes el renombre y la importancia que tantos pueblos de Castilla y León han alcanzado gracias al eco de esas fiestas”. 

No soy ecologista. Tampoco soy naturalista. Expongo en este rincón mis pensamientos sin más ambición que la de comunicarme con un pequeño y fiel grupo de amigos. No pertenezco a ninguna Asociación y es probable que alguno de mis lectores no llegue a conocerme nunca. Soy consciente de ello y soy feliz así. 

Por mi casa se pasearon perros de diferentes razas y sólo en dos ocasiones debimos recurrir a la máxima pena: un perro de presa que tarazó el morro de un cerdo y agujereó las botas de un vecino que acudió a separarlo y un mastín con una enfermedad de boca; el primero de un tiro, el segundo por medio de una inyección que recetó el veterinario. 

A mi modo defiendo el trato humano a las personas y el trato justo a los animales. No me agrada que un perro, por muy cuidado y limpio que esté, le pase la lengua a su dueño/a por la cara, pero entiendo sus caricias, la orden de “siéntate”, “ven aquí”, a la que el amo le ha enseñado a responder. En casa me reprochan este desligamiento. Y sus motivos tienen. Y mis motivos tengo. No te escondes, pero rehuyes el encuentro. No lo rechazas, pero ignoras su presencia, lo que a los ojos de los demás implica ya una falta. Pero no puedo apoyar tampoco una escena donde el animal soporta las patadas o las chanzas que persiguen su muerte, algunos dirán que gloriosa o natural. 

De niño fui testigo de una escena que nunca he logrado apartar de la mente. Un hombre mató a su perro de cinco o seis estacazos. Tuvo lugar el hecho junto a las tolbas de la mina y tanto me impactó, que después de tantos años todavía hoy se me aparece nítido, en los ojos del animal una pregunta, en los ojos de su amo o asesino, porque ambas cosas era, una obsesión.

El hombre le llamó varias veces por su nombre. El animal fue hacia él. Yo creo que intuyó algo, algo terrible, pero, ¿Quién no acude encantado a la llamada de su amo y cuidador?. Y se acercó despacio, pensativo, como cualquier humano en su lugar hubiera hecho. Después vino la tempestad, cuando el hombre dejó caer con fuerza el grueso palo. El animal esquivó el primer golpe, pero no trató de huir, como sería lo propio; al contrario, incluso adivinando las horribles intenciones de su ingrato señor, se acerco más a él y aguardó paciente y resignado aquella muerte cruel que el destino le daba.–


15 enero 1999

La rosca infinita


Nada cambiará tanto como para ignorar nuestra procedencia. Hemos corrido mucho. Los últimos tramos de este siglo han sido carreras desbocadas, aceleradas. Pisotones.
Ya hemos llegado. ¿Qué nos espera?¿Quién nos espera?¿A quién esperamos?
Si hay algo que de verdad me inquieta es el punto final de tanto pronóstico. Porque aquí venimos a divagar no en la manera quijotesca de los videntes, sino en la inquietud y la pregunta de tantos millones de mortales.
Se descubre el mundo. Se planea. Edificamos sobre él. Innovamos a velocidades supersónicas. Todo está bien, pero no encontramos el punto exacto, el momento ideal, el soporte perfecto que nos sirva ya como camino definitivo. Es evidente que debemos proyectarnos a un futuro, a un espacio sin puerta, a una historia sin final.
Parece que la inquietud no nos dejará nunca. Y la ambición tampoco. Después de clonar una oveja no cejaremos hasta clonar al ser humano; después de subir a la luna, vamos buscando vida en Marte. Y lo que nos cabrea no es el progreso, sino el haber llegado a la conclusión de que avanzar tanto en tantas cosas no impide las envidias, ni el desencanto y nada de cuanto hagamos impedirá que sigan cometiéndose injusticias y crímenes horrendos.
Vistas así las cosas, no tiene sentido tanta vuelta de tuerca. ¿A dónde vamos? ¿Llegaremos? ¿Estamos ya o no estamos?
Parece que ya estamos.
Estaremos.


14 enero 1999

Bilbao 2000



Hoy he sentido la tentación de escribiros unas letras de Bilbao, desde Bilbao, la ciudad donde vivo, en la que me instalé hace treinta años y en la que he contactado con muchos palentinos que dejaron su pueblo. Desde ella me proyecto periódicamente hacia ustedes a través de este Medio más que centenario.

Pero, conozco Bilbao, sobre todo, a través de quienes le vivieron. He tenido la suerte de entablar amistad con personas que nacieron muy cerca de la ciudad: marineros, constructores, tenderos; Nacionalistas defensores de Arzalluz –pese a todas las razones expuestas por columnistas y contrarios– y Nacionalistas, admiradores sobre todo de Atutxa, el hombre de Interior que, en el punto de mira de los terroristas, frente a las ideas que apuntaban los propios jefes de sus filas, se hizo fuerte y defendió primero y ante todo la vida. También vivo y convivo con varios accionistas del nuevo periódico que sustituirá a Egin. Vivimos y debemos soportarnos, buscando la fórmula para que ese silencio de las armas sea definitivo, y nadie, ni siquiera el obispo Setién, se cuestione este tiempo de paz anteponiendo la premisa de una pequeña nación, incluyendo en la misma a muchos hombres y mujeres cuyo único afán era ampliarla. 

Fraguado el plan de conocerla mejor, motivado por la idea de una ciudad que va muriendo mientras se levanta a la par y a ritmo trepidante otra mayor, más moderna, más turística, mucho más iluminada, hoy, por fin, he salido a retratarla desde el agua. Cámara Minolta, objetivo 28´80, tarde de sábado apacible... Mi sueño se ha cumplido gracias a la colaboración de dos amigos: Jesús Coria, nacido en Gorliz, en el barrio de Gandía, 1947 y Javier Alvarez (Lutxana–Erandio, 1952). Nuestra intención era bajar por la ría en gasolino, inmortalizando todo aquello que se pusiera a tiro. Desde el extenso embarcadero de Las Arenas, hasta el Puente Colgante (que hace unos días estrenaba barquilla), dejando a un lado la competición de regatas que lleva nombre de grandes almacenes y los grandes barcos que efectuaban maniobras muy cerca del Canal. A medida que avanzamos, van quedando atrás fantasmas del pasado: fábricas sin cristales, restos para la historia de Altos Hornos, grúas a contraluz en desuso; y en la misma proporción nos despiertan las nuevas historias: Puente de Rontegui, Puente de Euskalduna y muy cerca el flamante Palacio de Congresos y Exposiciones; Puente de Deusto, la Universidad, Guggenheim, Puente de Calatrava, Ayuntamiento, Arriaga y Casco Viejo. Bilbao. Viaje de ida y vuelta. Doscientas cincuenta fotografías de una ciudad en la que vivo. Bilbao, ¡ay, cómo has cambiao!. Por un instante he tenido la impresión de estar narrando el final de una época, lejos del cemento, acurrucado cuándo en proa, cuándo intrépido sobre la bancada central de una chalupa de seis metros. Una chipironera vibrando con nosotros por el paisaje que nos daba en la cara, porque estaba ante nosotros, a unos metros de casa y, sin embargo, era distinta. Viajábamos hacia la entraña de una ciudad a la que siempre vimos llena de humo. Ibamos como flotando sobre ella. Confieso que he apretado sin compasión el disparador queriéndome saciar con una imagen que siempre me llegó a través de los telediarios. El revelado de aquellos carretes acabó con la incertidumbre que siempre creció en mí durante años. Y ahora mismo siento que cada instantánea recoge un momento de lo que fue una época, una historia a punto de cerrarse. Una ciudad tocando el agua, acunado por ella, balanceándose suavemente hasta tocar esa figura plateada que el arquitecto Gehry hizo nacer muy cerca del Puente de la Salve. 

Bilbao: otra mirada, otro lugar, otra ciudad.

31 diciembre 1998

¿Treviño?¿Trebiño?

A 90 kilómetros de Burgos y a 15 de Vitoria, se encuentra el Condado de Treviño. Hace ya muchos años que se viene hablando de una solución justa que acerque a los 1100 habitantes de este enclave, no sólo social, sino también administrativamente al País Vasco. A primeros de este año en el que estamos, por primera vez, se reunieron en Burgos representantes de los gobiernos Vasco y de Castilla y León, para tratar la problemática y llegar a un acuerdo.



Ya en 1994, se dieron cita en Puebla de Arganzón unas 8000 personas para celebrar el Trebiño Eguna, fiesta que según los organizadores y participantes sirve para reivindicar la integración del Condado de Treviño en Alava, y a la que asisten varios políticos, entre ellos el entonces vicelehendakari Fernando Buesa.

Es curioso observar cómo cambia el pensamiento de la gente en el transcurso de tres días. El día 5 de Enero, Vicente Orden Vigara manifiesta con estas palabras su disgusto:

“Hablar del referéndum o anexión al País Vasco son palabras demasiado fuertes que no están en nuestro pensamiento”. Y reforzó su tesis con otra frase contundente: “Si efectivamente forzase el tema, el presidente de la diputación se levantaría de la mesa”.

Pero, volviendo a los archivos, encontramos que el mismo hombre, Vicente Orden Vigara, el 9 de Enero, dice al mencionar el referendum:

“El alcalde y los propios treviñeses son los que tienen que decir cómo, cuándo y en qué tiempo se debe convocar”, y al ser interpelado sobre si aquellos decidieran pertenecer a Alava, afirmó: “No nos quedaría más remedio que acatar la voluntad soberana de los treviñeses”.

Vistas así las cosas, la solución es sencilla, porque según manifestaron los políticos todo depende de lo que diga el pueblo. El pueblo se ha pronunciado ampliamente a favor de la anexión, Allí realizan sus compras, allí acuden al hospital o al médico, allí estudian sus hijos…

A mi modesto entender, no es que nadie quiera con este paso cerrar la puerta del pasado; algo tendrán de las raíces que los ate de por vida a la tierra castellana.

Habrá personas que se manifiesten contrarias a este tipo de cambio, que, por otro lado, no implicará derribar casas o levantar muros, borrar de golpe valles y collados o colocar figuradamente un dique de desprecio hacia todo lo que nos dio o lo que no alcanzamos en las tierras del Cid.

Ernesto Argote, el alcalde de Treviño, destacó a propósito de la famosa reunión de primeros de año que “no se abordaron en ella los temas concretos que preocupan y afectan a las dos comunidades, como son la nacional I, el punto negro donde muchas personas han perdido la vida, la carretera del puerto de Vitoria y el Regadío del Río Rojo".

Aquí sucede lo que nos ha sucedido a los demás en otros sitios. Llevamos años reclamando historia. Historia que muy pocos repiten y que nadie escucha. Cuando ya el pueblo se ha cansado de esperar y estalla, y cuando al otro lado de la pared alguien tienden la mano –sin pensar en principio que guarden en la manga intereses oscuros o electoralistas–, los tutores reales, como si se tratara de repartir una hacienda, ponen el grito en el cielo: “Nadie sabe mejor que nosotros lo que les duele o lo que les hace falta. Y estamos decididos a dárselo con tal de no perderlos”.

Este es un delito evidente, llamo yo así a la desidia y abandono en los que permanecen tantos pueblos castellanos. Y para muestra, como telón de fondo, este caso de Treviño o Trebiño que desde hace tantos años pide una solución. Unos padres adoptivos que le den lo que los suyos naturales no le dieron.


© Froilán de Lózar para Diario Palentino
Imagen: Oca, por Gronze.com

28 diciembre 1998

Donde nos lleve la palabra

Ahora que estoy aquí, y que me siento bien por estar con ustedes. Ahora que aquí me siento vivo, aprovecho para felicitar el nuevo siglo a este diario. Aprovecho la ocasión para felicitar a quienes confiaron en él, a quienes le botaron, a quienes le dirigieron, a quienes día tras día le dieron vida en el taller. Aprovecho el momento para congratularme con este vehículo que nos acerca, que nos comunica, que se llena de color y de nuevas historias pensando en Palencia y su provincia; ahora y aquí, para que no se rompa esa trayectoria de fidelidad y de compromiso hacia esta tierra.


Yo nací con él. Y nací con Antonio Álamo Salazar. Y crecí con la “Solana palentina” de Gonzalo Ortega Aragón, que mi padre leyó y resumió de tarde en tarde a toda la familia. “Cómo escribe este tío” –me dice hoy, cuando nos vemos.

Yo nací con Félix Buisán Cítores, maestro y periodista, a quien conocí personalmente en Cervera de Pisuerga, formando parte como jurado del Festival de Canciones y Bailes de la Montaña Palentina. Sólo una jornada de convivencia sirvió para llenarme de Claudio Prieto, Felipe Calvo y mi anfitrión, Luis Guzmán Rubio, lector atento y apasionado de este “Diario palentino”.

Recuerdo la primera colaboración que me publicaron. Fue el jueves, 22 de enero de 1981. En ella hablaba de los contratiempos del invierno, y de cómo Mariano García, molinero durante muchos años en Triollo, entonces minero de “la Eugenia”, pidió ayuda a los jóvenes de San Salvador para llegar hasta la mina y dar de comer a las mulas que estaban a su cargo.

Entonces me motivaron nueve días de incomunicación: los postes de la luz habían caído, no había señal de teléfono, no había máquinas quitanieves y los neveros eran impresionantes. Seguramente, muchos de ustedes no me crean si les repito lo que entonces se publicaba aquí. Luis María Cajigal, el hijo del herrero, hermano de Ricardo (que compartió conmigo estudios en Portillo y Pozuelo de Alarcón) apareció llevando en la mano una lechera por encima del tejado de su tío Conrado.

La segunda noticia se tituló “Rumores Cántabros” y en ella hablaba del descontento de muchas personas que ante la apatía de los gobernantes palentinos se atrevían a sugerir el cambio de provincia, buscando en Cantabria una puerta de comunicación, una palabra de esperanza.

A aquellos primeros y tímidos artículos les siguieron otros, y como quien se aferra a una tabla de salvación yo me aferré a estas páginas y escribí lo que quería escribir, lo que me mandaba la conciencia, lo que sentía, lo que entendía que sentían las gentes de la montaña.

Ahora que la renovación plena de este diario está dispuesta.

Ahora que en nuestra mano sigue la difícil tarea de colocar palabras que lleguen a todos y que todos entiendan.

Ahora que el futuro nos tiende una mano para abrirnos la puerta.

Hoy, después de tantos años de macerar palabras, cuando se vislumbra una respuesta de quienes llevan el timón de Palencia, he de confesar la satisfacción que me invade por todo. Principalmente, por la imagen de la nueva montaña y por la renovación de este vehículo que seguirá defendiendo –lo presumo–, todo aquello que nazca y que florezca en esta singular provincia.

Yo nací con Mariano Valero, el mejor director que he tenido.

Yo nací con ustedes, en este fin de mes, en este fin de año, en este fin de siglo...


© Froilán de Lózar para Diario Palentino

12 diciembre 1998

La paz de los niños

Han hablado los niños. Los responsables de Unicef en el País Vasco habilitaron unas urnas en cada municipio para que votasen los escolares. El resultado de la encuesta que se realizó a finales de Noviembre, se llevará al Parlamento Vasco para que, –según declaró Consuelo Crespo, responsable de esta Asociación en Euskadi–, “cuando se tomen decisiones que afecten a los niños, se tenga en cuenta su opinión”.





Un equipo de sociólogos de la Universidad de Deusto y la misma representante de esta Asociación se defiende de quienes critican semejante inversión aquí, con una serie de argumentos entre los que resalto uno: “Si no les educamos desde pequeños en la solidaridad nunca podremos cambiar los problemas que tiene los países del Sur”. Es sabido que nosotros, los mayores, le sacamos la punta a todo. Merece la pena felicitarse por unos resultados que de momento, pese a la buena intención de los promotores, no van a alcanzar una respuesta práctica. Y vuelve a sorprendernos la opinión de los pequeños. Lo primero que han votado, antes incluso que a la propia familia, ha sido a la paz. Y más que a la participación y al bienestar, han votado a la protección. Hay un dato curioso, verdad, que refleja la poca disponibilidad de los mayores a tomar parte en este plan. El penúltimo deseo del niño entre las doce cuestiones planteadas fue el juego. Y, curiosamente, sólo unos días después de estas elecciones, el departamento de Consumo del Gobierno Vasco paralizaba la campaña publicitaria de unos grandes almacenes que en su afán de conquistar el mercado, prometía vales de descuento imposibles de canjear en el futuro.

He aquí la sinrazón de mostrar una imagen y taparla enseguida con la voz, los gestos, la experiencia, los negocios... y tantas otras cosas siempre en manos de los mayores. Los ejemplos se suceden a diario. La semana pasado conocimos el caso de Ana, una niña que fue vendida por su madre a una familia de Bormujos, y con la que se negaba a regresar, como le dictó el juez, aludiendo a los malos tratos de los que fue víctima, y supimos que la misma Ministra de Justicia se mostraba de acuerdo en la decisión de la Fiscalía de recurrir la sentencia y el propio Manuel Chaves pedía a los jueces que tuvieran en cuenta la opinión de la niña. A fuerza de ver y de vivir nuestros errores, los niños han ido asimilando nuestros males, han dejado más pronto la inocencia que en esas edades se supone, motivados también por las imágenes que los Medios de comunicación están sirviendo. 

Yo creo que una de las grandes aspiraciones de los mayores en nuestro país y sobre todo en el País Vasco era lograr la paz. Los pequeños han visto la tragedia, nos han visto a nosotros en las calles con las manos abiertas, han vivido de algún modo nuestra misma impotencia y han pedido antes que cualquier otra cosa la Paz, porque saben que sin la paz no habrá familia, ni amigos, ni importarán los conocimientos que se adquieran, ni servirán los adelantos. Los niños han querido dejarnos claro que mucho antes de proponerlos para una carrera de futuro, debemos negociar la paz con otros pueblos, con los partidarios de otros partidos políticos, con los vecinos, con la sociedad. Porque también aquí, en esto que llaman el primer mundo, hay muchas personas que sufren, que no tienen trabajo, que carecen de una vivienda digna. Yo he oído a los niños y me ha parecido justo comunicarles su decisión. Porque su anhelo es también el nuestro.


© Froilán de Lózar para Diario Palentino

06 diciembre 1998

La causa



Durante años, es verdad, se nos hizo creer que la pobreza venía de otros continentes. En la escuela, el maestro nos repartía unos sobres para que nuestros padres aportasen dinero para la causa aquella que nunca tenía fin. Antes, el efecto duraba una semana. Ahora mismo, aquella causa se ha extendido tanto que, cuando menos lo esperas, alguien te sacude con un bote pintado y te coloca una pegatina en el pecho, bien para que no vuelvan a importunarte más durante el día, bien para que, quienes no la llevan y se encuentran contigo, saquen sus céntimos del bolsillo para echarlos a uno de los botes con los que pueden tropezarse al doblar la primera esquina. De este modo, amén de los particulares que recurren a sus propias artimañas y rifas, se crearon Entidades e Instituciones que al menos una vez al año tienen su día de colecta: Domund, Cruz Roja, DYA...etc. Se ha personalizado tanto la pobreza en este fin de siglo que no es raro advertir a cualquier hora y en cualquier punto de la ciudad ese cuadro que, como los fusilamientos de Goya, se nos quedará impreso en la retina, pidiéndonos solidaridad, advirtiéndonos a cada paso de esa parte del mundo tan cercana a nosotros que sufre, que necesita, que pide para sus hijos.

Mientras los altos mandatarios del país anuncian la bonanza de la economía y en alguna autonomía estudian la erradicación de los mendigos, la bomba de la pobreza estalla en otro punto con más potencia, y casi de inmediato se hace patente la solidaridad de mucha gente que intuye la dureza de la situación, la crudeza del maligno, la tesitura de vivir y morir con lo puesto, mientras el agua desbocada se lleva a los suyos, se lleva todos sus recuerdos y principios, tal y como a menudo, año tras año, ocurre en Centroamérica.

Antes, cuando niños, después de la casi obligada aportación de nuestros padres para los “chinitos”, ya nos llegaban noticias de la India, la de Calcuta, la de Teresa. Y nuestros padres y maestros nos recordaban cada día nuestra diminuta opulencia: “Hay millones de niños que no tienen nada que llevarse a la boca”. Y en esa frasecita se encierra el tren de la culpabilidad al que hemos acudido como adultos responsables para solidarizarnos con un país lejano. Hoy, en medio de la catástrofe, después de nuestra pequeña aportación para mitigar las terribles heridas que en todas partes se abren; después de tranquilizar nuestras conciencias, sabiendo que unos actos mueven a otros, a mi me sigue quedando la terrible duda, me siguen machacando las pregunta de siempre: ¿Debe mantenerse la culpabilidad de Europa ante todas las catástrofes y miserias del mundo?, ¿Servirá para algo la imagen que llevamos metida a fuego en la retina?¿Reconocerán los gobernantes de esos países pobres sus obligaciones? Porque, frente a la pobreza más atroz, los gobernantes de China y de la India apostaron por convertirse en potencias nucleares.

Porque no entregamos el dinero para que no llegue, ni para que llegue a medias, ni para que los bancos (en la más obcecada de las opulencias) nos cobren comisiones por hacerlo llegar.

Porque enviamos nuestra pequeña aportación convencidos de que servirá para la causa, y que también los gobernantes de aquellos países pondrán en la balanza como primera causa aquella lucha.

Porque lo necesitan todo. Nos necesitan a todos. Y todo será poco para empezar de nuevo.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino

La gran causa

“¿Qué hace falta para ser feliz?” –se preguntaba el escritor francés André Maurois–. Y yo creo que mira hacia nosotros cuando se responde: “un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz de espíritu”. Lo del cielo está sobradamente hablado y entendido. El viento no es suave, pero curte el rostro, despabila el sentido, impone ritmo al paso. Estamos en lo alto y aquí tenemos la impresión de que se cura todo con el viento y el humo. Y el espíritu es la esencia del hombre, lo que no se ve pero se memorizan nuestros actos, nuestros pensamientos. Puede que sea la tarjeta de memoria de las personas.


A lo largo de la vida, que tampoco es tan larga, si a uno le ronda un poco la suerte y no le agobian los problemas, uno conoce a mucha gente. Pero, ¡cuánta gente maravillosa se queda en el camino!. Lo digo con todo el sentimiento, porque lamento no haber podido intimar más, conocer un poco mejor, cambiar impresiones con tantos grandes hombres y mujeres como pululan por el mundo. Y no hace falta ir muy lejos para encontrarte con ellos. Es más, hago este comentario refiriéndome a la gente cercana. Quizá si no fueran tan humildes, podrían haber triunfado cada uno en su disciplina, como en su día triunfó Mariano Haro o como ahora mismo triunfa nuestra Marta Domínguez. No es que Mariano o Marta sean engreídos, sino que han pisado con ciega fe los escenarios que dominan y cuando uno se propone las cosas, ya sea primero o sea más tarde, uno lo acaba consiguiendo. Y ellos son buena muestra.



Cuando los biógrafos provinciales rebusquen en la hemeroteca de este diario, que a medida que avanzan los años gana como el buen vino, encontrarán mi nombre y deducirán –si son justos con lo que ven– que algunos de mis sueños se han cumplido. Primero, firmar en estas páginas, que no es fácil. Nadie crea que con escribir un poco y pensar otro poco, le van a dar sin más la cobertura. Es difícil hacerse un hueco en cualquier medio.

Segundo, escribir aquello que uno quiere, que eso se hace normalmente cuando uno llega a la altura de Francisco Umbral o Mario Vargas Llosa. Según se miren las cosas, por diferentes razones, quienes firmamos aquí hemos llegado ya a su altura. Y lo hemos hecho sin salir de casa. Y finalmente, hablar de la montaña palentina sin abrumar a nadie, que uno puede estar más cerca o más lejos de la realidad, pero puede escribirla cada sábado.

¿Defensa de las causas perdidas? Relativamente. Yo diría que la causa de la montaña es una gran causa que necesita mucho tiempo para que sea asimilada y entendida por el resto de palentinos que también tienen sus causas importantes. Y esta es una historia que debe tratarse aquí y que para venderla a los demás debe entenderse primero en nuestra tierra, debe convencer primero a nuestra gente. En ella se han de implicar a tope las personas en las que confiamos, aquellos que se pusieron al frente de nuestros ayuntamientos y organismos.

Los ejemplos de Teruel o de Soria son un buen referente. La montaña palentina está dormida ante esta causa. Duermen las autoridades perdiendo en este acto los últimos trenes de su vida. Duermen las gentes más que nunca, que desconfían de lo que podamos hacer los demás desde una Asociación o desde un periódico. Pero el mensaje no es nuevo. “No hay nada nuevo bajo el sol”. Basta con seguir la estela de personajes como José Nestar que el 28 de Julio de 1928 escribía en estas mismas páginas:

“Aunque sea doloroso y molesto confesarlo, hay que decir, sinceramente, que la montaña palentina no prospera y como lo que no prospera muere, fatalmente llegará a ser un poblacho cualquiera si los montañeses no salimos del estado de marasmo, quietud y apatía actuales, decidiéndonos a laborar con perseverancia, cosa no difícil de lograr, porque para ello cuenta afortunadamente el pueblo con hombres inteligentes, energías sobradas y condiciones materiales de emplazamiento verdaderamente admirables...” Y ahí quería llegar yo en esta entrega de hoy. Yo aplaudo a José María Pérez “Peridis” por la defensa que hace desde la radio y la televisión de nuestra tierra. Aunque se quede en Aguilar su proyección y Redondo sea como un refugio temporal y aislado. Aunque no todo el mundo le quiera, ¿a quién le quiere todo el mundo?.

Luis Guzmán Rubio es más que un amigo, como un padre, aunque esté lejos y haya olvidado la costumbre de venir a Tremaya el día 15 de Agosto. Cada vez que abro una revista y veo cómo triunfa Claudio Prieto en un rincón del mundo, me embarga la emoción más profunda. Pero no es menor mi sentimiento hacia la gente que vive aquí, escondida, esa gente que me contó su guerra, que fue describiéndome paso a paso su oficio.

He abierto muchas veces esta caja. Seré un maniático de las causas perdidas. A veces, en la soledad también lo pienso. Estoy empeñado en una noble causa, la misma en la que estuvieron empeñados tantos otros con anterioridad. Pero es una causa enorme. Tal vez no seamos los llamados para abrirla, para quitar los lazos que la adornan, para romper la máscara que la protege a hierro y fuego. Pero alguien tendrá que escribir mañana que pusimos el alma en el asador para lograrlo.

28 noviembre 1998

La cumbre y el desarrollo

Buenos Aires, 1998.


I

Se constata una vez más la degradación de los recursos naturales. En Río de Janeiro se hizo el mismo ejercicio el año anterior. En Viena, los grandes mandatarios, o los mandatarios de las megaciudades (20 ciudades con más de 8 millones de habitantes, 16 de las cuáles se localizan en países no desarrollados), se afrontó la conferencia de los derechos humanos. De la población se habló en El Cairo, de la pobreza en Copenhague y en Pekín se habló de la mujer.

Estos días he viajado por Internet a la Argentina y he asistido al foro de Comunicación y ciudadanía que ALAI ha organizado. Allí estaba también Adolfo Pérez Esquivel, premio No bel de la Paz . El citado mensaje está planteado de cara a América Latina, pero sirve perfectamente para el mundo, porque, como bien señala el obispo Federico Pagura, la verdadera revolución de las comunicaciones están afectando profundamente la vida, el pensamiento, las convicciones de nuestros pueblos y, por consiguiente, “significan un desafío que estamos recibiendo los comunicadores, así como los actores sociales, los dirigentes, tanto seculares como religiosos, de todo nuestro Continente, del Caribe y del mundo también”.

Llega un momento que ya no entiendo nada. Mucho menos que cualquiera de ustedes. Manejo toneladas de información y procuro resumirla lo mejor que entiendo para que ustedes se sorprendan o se inquieten lo mismo que yo, pues ya somos conscientes que apenas oscurezca, ésta crónica de un día se perderá en la papelera. No servirá para reducir el agujero de Ozono. Ni ésta, ni ninguna de ningún periódico. Que quede claro.

180 países han discutido estos días sobre el cambio climático. Sabemos que 1400 delegados merendaron, hablaron, emitieron veredictos; también prometieron como niños aportar soluciones si otros niños con menores recursos lo sacrificaban todo para salvar el Planeta. Ahí es nada: salvar la tierra. Aplacar el bufido que está a punto de advertirnos del límite. Porque vivimos a orillas de un volcán llamado tierra, obra de los adelantos y de los descuidos de los hombres, donde se han ido acumulando todas nuestras inmundicias.

Tanto hemos avanzado, tanto hemos querido invertir en el progreso, nos hemos sentido cautivados por tantas fórmulas nuevas; tan deprisa nos obliga a movernos este desarrollo al que alude la técnica, que vamos dejando en el camino los olores, los sabores, las formas.

El mundo cambia. El cambio afecta a las personas. Es una experiencia que cualquier va advirtiendo en sus rincones de trabajo, donde se incorporan nuevas máquinas; en sus centros de enseñanza, en sus hogares. Y hay algo bueno en todo ello. Pero la tierra, según los científicos, no asume con el mismo entusiasmo muchas de las cosas que los hombres inventan y celebran."

II

Tengo para mí que las imágenes que nos rodean están cambiadas, o son controvertidas, o nos confunden; de una parte la Rusia hambrienta, la Rusia que muere de frío y de hambre, conviviendo con la Rusia espacial. Mientras muchos de sus ciudadanos malviven por las calles, sus gobernantes lanzan al espacio sofisticados aparatos que implican un desembolso de más de tres billones de pesetas.

Mientras los países desarrollados viajaban a Roma para clarificar posturas en torno a la Alimentación, miles de africanos marchaban a la deriva entre Zaire y Ruanda. En el mundo mueren anualmente cuarenta millones de personas. De hambre. Muere una España entera cada año y la Iglesia católica se opone a una planificación familiar. Crecemos, nos multiplicamos... Estamos de acuerdo en muchas cosas con nuestra Iglesia. La vida puede ser interesante, siempre que alguien nos explique qué sentido tiene nacer sin posibilidades de vivirla. Nacer en el hacinamiento más penoso y morir pocos años más tarde en brazos de quien nos dio la vida, y a quien le hubiera bastado un poco de lo que acá, en nuestro mundo “adelantado” echamos sin más a la basura.

Pero no solo te inquietan las posturas de una Iglesia con las que estás de acuerdo en el planteamiento básico (tampoco comulgan con la planificación familiar países fundamentalistas islámicos como Irán). Vivimos en constante contradicción con todo lo que nos rodea. Nos han hecho saber que somos parte del primer mundo y enfrascados en nuestro caparazón olvidamos el desempleo en el que están obligados a vivir nuestros vecinos; la injusticia, el narcotráfico, la delincuencia, la opresión; la plaga que en nuestro país se ha desatado contra la mujer en el seno de la familia y el abandono de los niños. Y mucho más que todo aquello que sabemos, lo que nos cuentan, lo que nos llega a través de los Medios, debiera inquietarnos lo que no se cuenta, porque los productores y directores absorbidos por el márquetin y la publicidad, consideran historias muy alejadas de sus metas.

Cuenta a este respecto el obispo Pagura, y sigo en la Argentina, la película “Comunico milagros”, del actor y dramaturgo argentino Juan Carlos Geme, que vivió el exilio en Venezuela. Una mujercita que quiere comunicar algo importante para la gente: la muerte de su marido, un hombre fiel, honrado, trabajador... y no consigue que los canales de comunicación le permitan enviar su mensaje al pueblo, porque no es noticia que importe a nadie.

Importa, en cambio, lo vemos en nuestro país a menudo, pedir soluciones cuando se ha consumado la catástrofe, cuando unos niños han muerto en accidente de autobús, cuando se derrumba el techo de una mina y desaparecen catorce mineros; importa aportar medidas de seguridad en las obras, cuando se consigue un número aceptable de siniestros. Es decir, tiene importancia la vida de muchos hombres, de muchos niños, cuando dejan de tener valor.

Asimismo, se discute el hambre de muchos pueblos y olvidamos al ser humano, al individuo, a esa persona que rodeada de adelantos se encuentra sola, no importa el ruido ni la gente que vaya y venga a su alrededor.

Por eso considero que quienes tenemos la oportunidad o la ocasión de hacerlo, debemos comunicar milagros. Hemos de escribirlo en los papeles, colocarlo en las vidrieras, en las paredes, en las calles y plazas, para que se diluya esa soledad que a veces nos acobarda, y tratemos a todos los hombres y mujeres, desde nuestros más humildes puestos, con la máxima comprensión y respeto. Como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino
Imagen: es.calcuworld.com/

23 noviembre 1998

Pueblos vivos



Meses atrás, con motivo de la boda de una prima, me encontré en Quintanilla de las Torres con gran parte de mi familia. Es gratificante volver a tu tierra y encontrarte con aquellos que compartieron contigo tantas historias. En todos los rostros quise adivinar la misma sensación, hasta en la poesía del cura del Cerrato que los casó. Al terminar la ceremonia, uno de los invitados, Apolinar, 97 años, primo más directo de la afortunada, se acercó a saludarme. Si a menudo sorprende la categoría humana de estas gentes, ayer protagonistas, volver a encontrarlos a los seis años con el mismo ímpetu y la misma memoria, es algo que impresiona.

Poli nace en el pueblo perniano de “El Campo”, pasa en San Salvador sus primeros catorce años y, posteriormente se establece en Camporredondo, donde ya cambiaba género por patatas. De allí a Bárcena de Pie de Concha, en tierras Cántabras, donde pasa trece meses de la guerra al mando de un batallón de zapadores y, finalmente, su vida se asienta y adquiere madurez en Quintanilla, por los caminos y las casas de Valderredible.

Un siglo entero. De lado a lado de la montaña. Viviendo. Dando vida a los pueblos por donde fue pasando.

Ramón Roldán, otro de los protagonistas, mucho más joven, sacerdote de Pernía y Castillería, que conoce todos y cada uno de los impedimentos que conlleva vivir en la montaña, escribe en la revista “Sementera”: “En el mundo rural somo alguien: nos conocemos, tenemos nombre e historia. Somos solidarios en la enfermedad, en la necesidad. Se atiende a los mayores...” Y a renglón seguido se lamenta de las oportunidades que dejamos pasar, de nuestra manera de encarar los problemas, como esperando siempre que alguien venga de fuera a resolverlos.

Y básicamente estoy de acuerdo. Disfrutan de un entorno natural envidiable. Aprenden a valorar las cosas de otro modo, pero es verdad también y hay que decirlo, que hay demasiadas ausencias, demasiadas críticas, demasiadas envidias. Se juega con frecuencia a restarle valor a las actividades e iniciativas de los otros y dejamos de creer en la ayuda sincera que los demás nos prestan. A veces no sólo no creemos, sino que rechazamos de plano las manos extendidas. A estas alturas, metido de lleno en una ciudad que ha experimentado notables cambios, pueden creerme, me siento sorprendido por el silencio que parece impuesto y aún con todos los defectos que puedan aflorar en los pequeños pueblos, sigo añorando el calor humano de mi tierra. En la memoria está la llama de aquel tiempo ya irrecuperable, pero motor a veces suficiente para enfrentarse a todo lo que venga. En la memoria está la gente, que te recuerda siendo niño travieso, que te recibe como a un hijo...

Porque nos criticamos mutuamente –son muchos los defectos–, pero en el último poso siempre queda una pizca de añoranza. Este encuentro fortuito con la gente apaga por un momento la visión de futuro donde vislumbramos la desaparición de estos pueblos hoy vivos.


11 noviembre 1998

Nicolás Castellanos o Kasinsi


Ahora que ya ha pasado todo y ha sido reconocida y premiada la entrega de Nicolás Castellanos a los pobres de Santa Cruz de Bolivia, recuerdo la única entrevista que le hice en la Abadía de Lebanza, siendo todavía obispo de Palencia. 

-“¿Para usted, qué es la vida?” –le preguntaba. 
Y tratándose de una simple pregunta, la primera que nos haría cualquier niño, he aquí la respuesta que había de llevarle unos años más tarde hasta Bolivia:
“Para mí, la vida es un don de Dios que nos la da para ser felices y para hacer felices a los demás. Personalmente, soy vitalista, y lo soy porque he entendido la vida como entrega a los otros. Esto, a pesar del sacrificio, me ha hecho muy feliz”. 

El flamante Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, leonés de nacimiento, palentino de corazón, vive metido –como su mentor San Agustín– en la regla básica de hacer amigos. Cuando ha consolidado su amistad, y considera que podrán valerse por ellos mismos, busca un nuevo destino, si cabe, más pobres y necesitado que el anterior. Nicolás, recuerda en una entrevista que concedió a Cambio 16, en el momento de anunciar su dimisión para irse a las misiones, el caso de un catalán que ejercía de arzobispo en Montreal (Canadá) y que abandonó el cargo para irse a una leprosería en África. Esos ejemplos y la personalidad de este castellano profundo, son suficientes armas para saber que se ha consolidado una vocación; que la vida tiene importancia para él, porque puede entregarla a los demás. Esto conlleva sufrimiento y la incomprensión añadida de mucha gente, pero bastará una mirada de su antigua diócesis para seguir en su propósito de darle comida y cobijo a los más pobres.

Como por arte de magia, a renglón seguido del comentario sobre la última misión del periodista Alfonso Rojo en Kinshasa, acuso recibo de la carta de una misionera, Carmen Mondéjar, que nos relata el sufrimiento de otra parte del mundo tomada por la guerra y la miseria.

“He venido de la Misión de Kasinsi a la capital. El viaje que antes de que volaran los puentes (estamos completamente aislados) se hacía en 8 horas,(tardando mucho en recorrer los 340 kms que nos separan de Kinshasa), lo hemos hecho en 36 horas y hemos recorrido 540 kms. No tenemos otra posibilidad para salir de la Misión.” 
”Lo que más nos hace sufrir –sigue diciendo más adelante– es la falta de nutrición de mayores y niños, que no tienen lo necesario para comer, y como no comen, no tienen fuerza para trabajar el campo.” ”Queridos amigos: contamos con vosotros más que con los proyectos. Entre tanto, la gente sigue sufriendo, pues la situación no ha cambiado. Vivimos una gran confusión. A veces llega un grupo de “paramilitares” de 12 a 18 años y cogen todo lo que pueden... Este es nuestro quehacer, nuestro compromiso con Jesús y los hermanos. Para algo ha querido Dios poneros en nuestro camino. Vosotros ahí, y nosotros aquí, en Kasinsi, la Comunión de los Santos, la Universalidad de la Iglesia. Desde aquí, a 8000 kms. os envío un abrazo lleno de cariño y agradecimiento...” 

Nicolás Castellanos y Carmen Mondéjar, son ejemplos, luces que también se mantienen con un gesto amplio y generoso de sus tierras de origen.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino

07 noviembre 1998

Lamento final: un hospital

  • Recuerdo de lo que pudo ser y no fue



Desmenuzo la noticia en la novena planta del Hospital Río Carrión, donde la autora de mis días mantiene una batalla contra el Parkinson. Es una lucha sin cuartel. El cuerpo camina como una locomotora desgastada, brotan movimientos incontrolados que le llevan a adoptar las posturas más extrañas, como si estuviera a punto de desmembrarse; cuándo encogida, cuándo estirada hasta extremos sorprendentes; a ratos, bloqueada por completo, asombrando a propios y extraños, no sólo por los ademanes que la mueven de manera involuntaria, sino también, por la forma valiente y digna de encarar una enfermedad que vive pegada a su cuerpo desde hace ya veintidós años y que progresivamente ha ido avanzando. Son muchos días. Han sido muchas horas de sufrimiento y de preguntas que ella ha querido dejarnos como testimonio y de las que hablaré algún día largo y tendido.

Vuelvo a sacar retazos de mi vida privada, perdóneme el lector. Ya sé que el sufrimiento a nadie le es ajeno. A todos nos llega más tarde o más temprano; a todos nos roza ese momento en el que, por arte de magia equivocada, pasamos de la máxima dicha a la más terrible de las tormentas. Somos almas de paso. Hay muchos puentes dolorosos que pasar, y hay que pasarlos.

Además, la última semana de octubre fue una semana triste, y la noticia que aseguraba la construcción de un hospital en el norte de la provincia, se vio empañada por el eco de una despedida en Cervera, la de Ramón, “pescanu”, de mi edad, de mi vieja cuadrilla; la de Paco, la de Juez, la de Esteban y tantos otros. “¡Dichosos los que dudan de la muerte teniendo Paraíso!”. Qué bien encajan aquí los versos del poeta granadino y qué recursos tan manidos nos acechan cuando llega el último lamento por alguien.

Además de la risa y el meneo inconsciente de Josefa, ante mis ojos, en la repisa de la ventana se han depositado varios periódicos en los que se debate la necesidad de un centro hospitalario en Cervera de Pisuerga. Me temo que se avecina un juicio salomónico. No entiendo algunas posturas. Algunas historias se me escapan. Estamos llegando al último minuto del partido con ventaja. Estamos llegando al último año de este siglo y milenio con un proyecto increíble ya resuelto, al que mucha gente se aferró con todos los sentidos. No sabemos si fue cosa de un hombre solo, que en su lugar de mando se levantó un día sonámbulo perdido y lanzó a los cuatro vientos el fin último.

No entendemos a qué demonios juegan los políticos, ni quién pincha a los ciudadanos para invitarlos a un enfrentamiento. Éramos pocos y estalló la guerra. Éramos viejos y nos pierde la memoria histórica. De un conformismo plano, hemos pasado a un levantamiento en toda regla. Y ni las palabras más precisas conseguirán cambiarlo. Vuelvo mis ojos a la madre patria, miro a la madre/madre, que me mira como esperando una solución para su enfermedad que nadie encuentra. Amanece en Palencia. Me asomo a la ventana. Puede que al final se abra una puerta y nadie eche en saco roto lo que vivió, lo que soñaba, lo que puede devolver el esplendor y la esperanza a la montaña.

19 octubre 1998

Hablar y entenderse





Urtzi Ihitza Sainz, ha traducido al euskera un libro escrito por Roberto, un miembro del grupo de folk cántabro “Luétiga”, donde recuerda la lengua de sus antepasados, la que se hablaba en las zonas de montaña y de la que aún quedan muchas reminiscencias.

"¿Por qué siempi mos dijerin qu’estaba mal decío icir tasugu, cagiga, corvatu?, que tuvía qu’icise tejón, roble, cuervo; pos el maestru dende endenates de ser rapacis mos icía: “dejai de parlar asina, vusotros con esi mou parlar no allegáis de dengún lau. Parlar montañes aunque juá la nuestra verdaera lengua no era de presonas sino de tochos y probes”.



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FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020
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14 octubre 1998

Prohibido morirse

Vuelvo al periódico. A mi director ya no le pillan por sorpresa mis constantes devaneos y yo creo que me hace un hueco en estas páginas por compasión más que por clase. Lo cierto es que vivo impresionado por todo. Cada día más. Y a ello contribuyen las informaciones que llegan desde todos los puntos. Historias terribles de hambrunas que reviven, de guerras que se avecinan, de venganzas, de abusos y mentiras. Puede que me esté anticipando a nada.


El fin de siglo es un invento nuestro que no va a detener el calendario, pero estoy tremendamente impresionado por los cambios que nos auguran expertos e ingenieros de la informática. El caos que todos esos especialistas nos anuncian es preocupante, porque en mayor o menor medida nos afectará a todos: los ordenadores nos enviarán a 1900 y el microondas y la lavadora pueden negarse a obedecer. Leo y transcribo un párrafo cogido al azar de una publicación semanal y facilitado por ibermática: “Tarjetas de crédito caducadas, llamadas de teléfono que duran 99 años, las edades de las personas dando tumbos hacia detrás y hacia delante, con lo que el cálculo de las pensiones puede ser un caos; saldos deudores que se convierten en acreedores, programas de gestión que pasan por alto el vencimiento de las facturas y la economía en plena gestión para adaptarse al euro...”

Algo ocurrirá, es probable, pero en medio de todo ese meneo se encuentran firmas poderosas como la de Bill Gates, el encantador de las serpientes, el adivino del porvenir, el dueño de una mansión de cinco mil millones. Seguro que ese caos que las empresas del sector nos pronostican, sea sólo una forma de meternos prisa para que pongamos los aparatos en sus manos. Todo se solucionará con un chip nuevo y mil o dos mil duros por usuario. A partir del 2000 las empresas de informática subirán como la bolsa en los mejores tiempos y casi nadie podrá morirse sin experimentar lo del correo electrónico.

A la indignación por estos asuntos, se une ahora el anuncio de la Dirección General de Tráfico: “Si una persona muere, produce un gasto a la sociedad”. Es como decir: no se mueran, no sean idiotas, que no es normal morirse; aguanten lo que puedan y no sean egoístas...” Estoy impresionado por todo lo que pasa en el mundo. Ya sé que la vida cada día vale menos y que no bien hemos pasado un puerto de dolor y misterio, se nos presenta otro mayor. Pero estamos llamados a encontrarnos. Saludos a esos lectores de Madrid y Durango. Más allá de mis posicionamientos, llevo a Palencia en el corazón y la montaña estará presente también en esta parcela que hoy, si Dios quiere y el director lo estima conveniente, estrena correo.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino

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