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Marceros

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Fue ayer, en otro tiempo, cuando se marceaba en mi pueblo. Seríamos veinte mozos recorriendo las calles de aquel pueblo de montaña, recogiendo por las casas lo que tuvieran a bien darnos, anunciando la primavera, que era como otra estación diferente a las que ya existían, mirada hoy desde la lejanía. Repaso estos días las que recogió hace unos años Joaquín Díaz en Villanueva de la Torre, las que cantan los marceros de Cervera, las que espero que sigan interpretando el Corro de Cantarines Osaria, de Brañosera; las que con ciertos altibajos se siguen cantando en muchos pueblos de Cantabria: Torrelavega, Polanco, Piélagos, valle de Soba, Laredo; en Reinosa se celebra desde hace más de treinta años el único concurso de marzas de aquella región. En Segovia lo han venido recordando el Grupo de Danzas La Esteva y la Ronda Segoviana. Desde hace 30 años, en Burgos, el grupo tradicional Gavilla continúa cantando las marzas en la Plaza Mayor de la capital. En Caleruega tienen una par

Léxico de la montaña

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Hace unos meses localicé un interesante trabajo del palentino Carlos Vielva Porras. Aunque es una obra abierta, respetando ciertos mínimos, me puse en contacto con el autor para explicarle mi intención de publicarlo semanalmente en mi blog curiosón, que estos días llega a los 4000 artículos, rayando ya los cuatro millones de visitas, que para mí es todo un logro en estos doce años de trayectoria. El Léxico de la montaña palentina está editado por el Departamento de Lengua Española y Lingüística General de la Facultad de Filología de la UNED. Mi libro “Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería”, es una de las fuentes en las que se fija, para extraer detalles de las voces que se utilizaban en Pernía y Castillería, lo que me congratula. El trabajo está recogido de tal manera que enriquece aún más ese cúmulo de expresiones y palabras utilizadas por los habitantes de nuestra montaña, haciendo referencia al trabajo, a las tradiciones, a los utensilios, con ejemplos claros que despeja

Monasterio de Ribas (y II)

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“Como la iglesia es nuestra -y así consta en todos los documentos-, ustedes se van de aquí”, sigue recordando Julio, el día que los propietarios expulsaron a todos los que acudían a la ceremonia de una boda en el monasterio. El sacerdote le comunica al obispado lo sucedido y este lleva el asunto al juzgado. En el 92 lo registra el obispado. Mal porque ya estaba registrado, mal por el funcionario que lo acepta y mal porque se registra parcialmente: no incluye el claustro y la titularidad llega a metro y medio de la gotera. La sociedad propietaria apela para que se lo devuelvan o les indemnicen. Se lo desestiman. En Burgos, el clero aporta el documento de la boda celebrada allí y se les vuelve a considerar propietarios al ser lugar de culto. Los propietarios recurren a Estrasburgo, donde consideran que la propiedad es de la iglesia pero obligando a indemnizar a los propietarios por error de inscripción con 600.000€. Lo más curioso es que el obispado ha estado luchando de

Monasterio de Ribas (I)

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En una provincia como la nuestra, donde el arte circula por sus venas, uno se encuentra con casos sorprendentes, de abusos, de codicia, de abandono. Indiferencia que salpica a la iglesia, a las autoridades, a las Instituciones, a los vecinos. Me lo cuenta Julio, el alcalde de Ribas, un domingo de mediados de diciembre, ojos agradecidos ante el logro de poder dedicarle por fin las atenciones que merece a este monasterio premostratense de Santa Cruz de la Zarza, un lugar donde tanta historia se forjó en medio de la Tierra de Campos. Además de los fenómenos naturales que le sacuden y le oprimen: un incendio en 1715 y una inundación en 1735, momento en el que la mayoría de los monjes se trasladan a Valladolid, pende sobre el lugar el tira y afloja sobre sus verdaderos propietarios. Unos lo son, a juicio de los tribunales, por celebrarse en ella culto; y otros lo son por escritura pública al heredarlo de la familia que lo adquiere después de la Desamortización de Mendizábal. Aun

Un día con Joaquín Díaz

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Les contaba en una de las entregas anteriores que había tenido la suerte de conocer Urueña, esa pequeña ciudad medieval donde hay más librerías que bares, declarada Primera Villa del Libro en España. El viaje, que se te queda para siempre en la retina, por esa muralla que la ciñe como si estuviera prendida de su vestido medieval, se vio recompensado con la entrevista a Joaquín Díaz, que dirige aquella Fundación desde 1994. No es un museo más. No es un museo cualquiera. Este lugar tiene alma, bebe de la mejor fuente, la de experiencia, la del conocimiento. Podía haberse dedicado a dar clases de una de esas materias que estudió, pero él tenía su mente puesta en la cultura tradicional y se entregó por entero a recuperar y difundir los romances y temas populares que se cantaban en Castilla, ofreciendo conciertos y conferencias en todas las universidades españolas y otras muchas de Portugal, Francia, Italia, Alemania, Holanda y Estados Unidos. A mi me llegaba la noticia de su incansable

A un paso de Urueña

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Que no es necesario irse muy lejos para descubrir bellos rincones o lugares de gran interés turístico es algo con lo que estarán de acuerdo conmigo, pues en cien kilómetros a la redonda tenemos rincones y pueblos para quitar el hipo. Muchas veces, por desconocimiento, por pereza, tardas en descubrirlos, como ocurrió hace unos meses cuando viajando por la provincia de Valladolid, descubrí el pueblo medieval de Urueña. Froilán De Lózar Castilla y León es vida A modo de pinceladas, como de puntillas, el libro está lleno de interesantes curiosidades desconocidas y de referencias -algunas también desconocidas-: Toponímicas, históricas, monumentales, paisajísticas, culturales y gastronómicas. €16,00 Tapa blanda

A la luz de las velas

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Una de las cosas que más me gusta es viajar, conocer pueblos y ciudades, explorar rincones, recoger sonidos y costumbres de las que me han hablado otros. Consciente de que siempre quedan historias por saber, que todo es diferente cuando pisas las calles de estos pueblos, repito el viaje hacia aquellos puntos que me dejaron con la boca abierta, como es el caso de Pedraza y Sepúlveda. Tan impresionado quedé en la primera visita realizada en primavera, que he vuelto a finales de verano, cuando en Pedraza se celebran las fiestas patronales, con un encierro alrededor de la muralla. En el castillo de este pueblo mesetario se exhiben las obras del pintor vasco Zuloaga, quien en 1945 le dice al periodista bilbaíno Esteban Calle Iturrino: “Amo tanto a Castilla, porque me ha dado la plenitud de sus deslumbramientos y penumbras, sus oposiciones vigorosas de azules, granas y amarillos, y esos grises incomparables de sus lejanías caliginosas, los elementos cardinales de los fondos culminantes