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Libro de montería

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En las anotaciones al libro de Montería de Alfonso XI, ya menciona José Antonio Valverde los montes pernianos a mediados del siglo pasado. Forada, en Camasobres; La Espina, monte en la divisoria de aguas en el Puerto de Piedrasluengas; la Dehesa del río Cerezo, entre Camasobres y Peña Labra; y así mismo, el monte de Valtornero, en Casavegas; La Dehesa de Lores, el monte de Caloca, monte Serino, monte de Lebanza; monte de Fuente Tablada, entre Lebanza y San Salvador y el monte de Lobaceda entre Vañes y Villanueva... Nos encontramos en unas tierras donde la caza del oso era habitual, según el Tratado de Caza de 1846, donde se le consideraba una alimaña, hasta prohibirse definitivamente en 1967, después de un periodo de veda generalizado entre los años 1952 a 1957, para que la población se recuperase. Así describían entonces aquella actividad: “La caza de los osos no deja de ser peligrosa, porque cuando éstos ven al cazador suelen dirigirse hacia él para acometerle, levantándose

Raquel Rodríguez Alonso, el alma del Hotel Cildá

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“Esto iba a ser una casita”. Me cuenta Raquel Rodríguez Alonso, mientras degustamos un té en el salón del hotel Cildá, que ella fundó en 2013. Pese a que Olleros de Pisuerga no figura en los letreros de la autovía y se accede a este pueblo por Mave, pese a que las autoridades no han movido un dedo para señalizar la entrada al pueblo donde se localiza la “catedral de los eremitorios rupestres”, aquí está nuestra protagonista, firme en su empeño de llevar adelante aquel sueño que tuvo después de terminar empresariales en Valladolid. Pero es duro enfrentarse a las primeras pruebas: una inspectora que viene de Palencia, califica aquel hotel rural tan mono de pensión, en base a unas medidas que no cumple; la crítica de Fernando Gallardo en el diario “El País” no supera el 6,30. Las ausencias repetidas de Giovanni, el carpintero, que finalmente vuelve y termina el trabajo dejando una estela de buen gusto en este local lleno de encanto. Aquello que la saca de quicio, que

José María de Cossío (Y II)

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Lo que se desprende de aquella figura taurina y literaria es humanidad. Humanidad que nos sirve a todos para no bajar la mano en la defensa y promoción de lo nuestro, y no perder nunca la tolerancia, el respeto y la comprensión hacia las posturas de los otros, que debió ser lo que le granjeó la amistad con tantos autores y gentes de su tiempo. Dice al respecto José Camón Aznar: “Si cada hombre tiene una vocación exigente, la de Cossío es la de la amistad”. Cossío era vallisoletano de nacimiento, además de académico, alcalde de Tudanca, presidente del Ateneo de Madrid y como añadió un crítico de nuestro tiempo, Cossío era un gozador de la vida, porque supo hacer una fiesta de la vida y meter en ella a autores de todas las tendencias. Escribió a propósito de esto Emilio García Gómez: “Cossío se divierte escribiendo de temas regionales, pergeñando comentarios y apostillas a nuestros clásicos e interesándose por la historia de los espectáculos públicos. Lo expresa todo aquella ané

José María de Cossío (I)

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No es sencillo acertar en los juicios sobre personas que vivieron en otro siglo. Uno se acerca ellos, en principio, desorientado por tan distintos pareceres. Se escriben muchas biografías y se presume de saberlo todo, intuyendo lo que se esconde detrás de cada personaje, sabiendo como sabemos que no dejan de experimentar muchas sensaciones que nadie recogió con la presumible fidelidad con la que luego se transmiten. Uno se imagina lo que no es y conviene empaparse en las lecturas de la época para no argumentar hechos que se vivieron en otros momentos de la historia. Y en modo alguno le hacen justicia a Cossío estas cuatro líneas que ahora le dedico, después de la visita en primavera a aquella casona de Polaciones donde vivió los últimos años de su vida y en la que deja impreso algunos de los escenarios que sirvieron de inspiración a notables escritores de su tiempo. He contado en esta misma madeja la historia de Matilde Camús, que compartió comidas y largas sobremesas con José

El manuscrito de Cela

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La familia de Pascual Duarte se publicó por primera vez en 1942, en una modesta editorial de Burgos, después de que otros editores la rechazaran por su contenido. Cossío ya había hecho buena propaganda de Cela ante el editor José Janés, recibiendo como regalo el manuscrito objeto luego de litigio. El 23 de abril de 1987, las páginas culturales de los diarios españoles se hicieron eco de la recuperación del manuscrito, que el autor gallego llevaba reclamando al vallisoletano desde hacía una década. Fue Cela quien se lo dedicaba: "Para José María de Cossío, culpable máximo de que esto haya llegado a publicarse.” En el otoño de 1961, Cela le pidió a Cossío que se lo devolviera para donárselo a su hijo, pero éste, viendo próximo su fin, llegó a un acuerdo -presuntamente en una papeleta que nunca apareció- para que le permitiera tenerlo en depósito. Como dos años antes de morir, Cossío legó la Casona, -con todo lo que en ella se encontrara- a la Diputación cántabra, los abogados

Carlistas en Redondo

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La memoria tiene las patas muy cortas y ahora que uno tiene acceso a internet, va descubriendo capítulos e historias que se vivieron con cierta intensidad en el interior de nuestra tierra, historias de las que muy poco sabemos. Tengo que agradecer a Vicente Basterra los envíos que me hace desde un apartado lugar de Cantabria y en los que aparecen referencias a las dos primeras guerras carlistas en el valle de Redondo. Por tradición oral se conoce la presencia de una partida de Carlistas en el monte mosquito; hay muy débiles vestigios sobre la incursión de estos guerrilleros, pues las construcciones eran precarias, pero según el investigador perniano se conserva en aquella cumbre, en el lugar conocido como el Alto del Milanillo, una trinchera y algún corral. A mediados del pasado siglo se encontraron restos humanos en la Peña la Hoya del Anillo, situada encima del Toyo, supuestamente, restos Carlistas. La tradición oral habla también de sendos apostaderos en Prao Sordo y en Llana May

La última carta

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Ante la vida, como ante la muerte siempre hay un momento para desahogarse, si se da la ocasión o nos dejan hacerlo. Cartas como las que escribe el gallego José Mejuto desde la prisión, entre octubre de 1936 y julio de 1937, en las cárceles de Vigo, San Simón y Pontevedra. 34 cartas custodiadas en Argentina por su mujer y su nieta, y depositados los originales desde 2015 en la Real Academia Galega, fecha en la que son publicadas por la editorial Alvarellos. Pero hoy me detengo en la última carta de Balanzátegui, un condenado a muerte que Iñaki Sierra Charola, uno de sus descendientes, donó al Museo del Carlismo de Estella en 2010, al tratarse de una historia ocurrida al norte de nuestra provincia, en Valcobero, que en el censo de 1842 contaba con 30 hogares y 156 vecinos. Balanzátegui Altuna, que había nacido en Zarauz en 1816, partidario de Carlos María de Borbón y regidor de la ciudad de León durante dos mandatos (1857-1868) fue fusilado en Valcobero el 6 de agosto de 1869, en

Un oso, un camino

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Tengo nostalgia de las cartas que le enviaba a través de este medio a Palomero y de aquellas que él me devolvía airado, siempre a la defensiva, rebajando cuanto le era posible mi dedicación y profesionalidad, el oso como bandera en cualquier caso. Ha llovido ya desde aquellos días, cuando aludiendo a esa lucha por preservar la vida de este animal, saliera a colación el caso omiso que las autoridades hacen de nuestra carretera comarcal, la que nos comunica con Potes y Cervera, en algunas zonas, en el tramo que va desde Camasobres al último pueblo, en un estado lamentable. Los caminos del oso son inescrutables, lo mismo que incomprensibles son los caminos del hombre. El oso tiene su privilegio sobre los caminos por los que anda. El hombre tiene su castigo por las carreteras que le comunican con otros pueblos y servicios. El oso no se queja pero está bien considerado y defendido. El hombre de estas tierras no hace extensible su queja más allá de la cantina donde coincide con el re

Condado de Pernía

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Aunque sea ingente la información generada sobre nuestra comarca en los últimos años, me refiero a la historia desde la fundación de sus pueblos, siempre hay lagunas e indeterminaciones, como las hubo para nuestros antecesores. Por ejemplo, se hace una referencia constante a los Condes de Pernía, a Munio Gómez, que dominaba la comarca desde Peña Tremaya, y a Rodrigo Bustios, que habitaba en Polentinos y que fue enterrado en la Abadía de Lebanza. Hay documentos donde, efectivamente, se los cita. Es cierto que vivieron y dominaron de algún modo estas tierras, pero no se les nombra como Condes, lo que hubiera corroborado la existencia del condado antes del nombramiento eclesiástico. Uno de los criterios que se desechan, es que los Obispos no recibieron el condado de manos de los condes, que fallecieron sin hijos en el siglo XI, porque no está demostrada su titularidad. Estoy resumiendo el manuscrito de Barrio y Mier. Reinando Alfonso VIII y al hilo de varias donaciones, alguien puede

Primeras imágenes de Pernía

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En el verano de 2010, en el cuarto número de la Colección de Historia Montaña Palentina, tiene la suerte de ver la luz el que consideramos el primer reportaje gráfico realizado en La Pernía. Las imágenes datan de la primera y segunda década del siglo XX, del periodo 1905-1918, y a través de ellas podemos recrear la dureza del invierno, las tradiciones, las vestimentas, los antiguos edificios… Con poco más de treinta años, César González comienza a recorrer su pueblo y las localidades vecinas acompañado de su aparato fotográfico y de la curiosidad del reportero. Frente a la costumbre de la época de realizar retratos sobre fondos decorados, César ofrece una visión personal, llena de curiosidad, interesado en retratar los episodios cotidianos que para cualquier otro hubieran pasado desapercibidos. Lo mismo fotografía la salida de misa que la matanza del cerdo o una copiosa nevada. Otras veces, cargado de su aparato fotográfico, se desplaza hasta la Cueva del Cobre o hasta las mismísim

La montaña te necesita

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Mountain Wilderness, una asociación internacional sin ánimo de lucro, que trabaja, según aseguran, por defender la montaña en cualquier parte del mundo, se hace esta pregunta: “¿Qué ocurrirá si no nos preocupamos por conservar de las montañas el lado salvaje que ahora muestran?”. Si es verdad que, para quienes hemos nacido en ellas, sería conveniente mantenerlas limpias, sin llegar a niveles de los que habla esta asociación que nació en 1987 en Biella (Italia), y que se dedicó todos estos años a concienciar y participar en la limpieza de zonas de montaña europeas, entre las que se encuentran Ayllón, Guadarrama y Gredos y otra instalada en Cataluña. Al hilo de esta pregunta, que tiene su fundamento y que lanzaba hace unos meses un medio nacional, conviene concienciar a quienes tanto les gusta recorrerla sobre la necesidad de mantenerla limpia; más fácil aún, de no mancharla cuando andamos por ella. Lo que ocurre es que a nuestros montes, que son importantes también, por lo que ap

Puesta en valor

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Siempre hay una razón para volver, para seguir, para no marcharse, como siempre habrá gente que pase indiferente ante el volcán que se le viene encima, en forma de patrimonio caído, en forma de pueblo abandonado, o de alguna de las mil maneras que te van advirtiendo de la tragedia, de la soledad, de la muerte. Me puede el sentimiento y por ahí te atacan los que han hecho de la indiferencia su razón, como si el hecho de negarse a ver y denunciar lo que se cae les hiciera más fuertes y más independientes. Hace cuarenta años que llené la mochila de latidos. Un bolso de ruidos y recuerdos, cuando las eras estaban llenas de trillos y de gente que carreteaba sin cesar; cuando, con el elemento recién segado; cuando, con el grano recién recogido. Un bolso lleno de rostros sorprendidos. Un secretario, un maestro, un cura y un farmacéutico que eran los personajes principales de una novela costumbrista, con su casona en lo más alto; callejuelas que iban a dar al rio; la plaza con su rollo, el

Concejo de Redondo

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Escribe Vicente Basterra, uno de nuestros historiadores locales, sobre las Ordenanzas del valle de Redondo, cómo la autoridad recae entonces sobre los regidores de cada localidad, de la misma forma que luego recae sobre los alcaldes pedáneos, que en rigurosa alternancia presiden el Concejo y administran el Valle. Se gobernaban estos por su propio Concejo, se sometían a la autoridad de su propio regidor o alcalde y era su ámbito de actuación, un territorio propio.  Los vecinos, independientemente de su lugar de residencia, lo constituyen y participan en él en régimen de igualdad, siendo el lugar de reunión la casa concejil, situada en el pago de los "Trabaillos". Las Ordenanzas a las que nos referimos están manuscritas entre las páginas cinco y ciento cuatro de un códice con tapas de pergamino de ciento veintidós páginas, todas ellas numeradas en su parte superior externa. Las cuatro primeras páginas aparecen en blanco, mientras que las posteriores a las Ordenanzas recogen

El Concejo en Castilla

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Normas que nacen en los últimos decenios del siglo XI, que otorgaban ciertos privilegios al inicio de la repoblación y que se fueron mejorando y ampliando en los siglos siguientes. No deja de ser curioso el preámbulo de las Ordenanzas municipales y gremiales de España, depositadas en la documentación del Archivo Histórico Nacional, donde se asegura que todos los pueblos para conseguir la felicidad de que son susceptibles, necesitan estatutos municipales, y lo matizan luego: “algunas ordenanzas o estatutos propios y arreglados a la naturaleza del país, calidad y circunstancias de sus habitantes.” En 1800 los vecinos de Alpera (Albacete) se quejaban de que por no tenerlas sufrían desordenes y abusos y que las necesitaban para establecer reglas seguras fijas que ilustrasen a los oficiales de justicia, “quienes por lo regular son en esta villa personas legas y rusticas.” Sin ánimo de entrar en batallas, ni ejemplos, ni comparanzas, por las ocurrencias de aquel tiempo, ciñéndonos a lo

Recuerdos del Concejo

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“Otrosi ordenamos y mandamos que cada uno sea obligado a linpiar la hera en que cogiere el pan, e no la dejar sucia, so pena que el que no la barriere dentro de ocho dias de como ansi ubiere alzado los frutos della, que peche y pague beynte maravedis para la rrepublica del concejo, e que todabia sea obligado a la linpiar, e queden linpias e abiertas como sienpre quedaron so la dicha pena, pues son concejiles e no propetarias”. (Cap. 58. Sobre limpiar cada uno su hera) A lo largo de la vida, hay personas que te marcan de manera especial por su modo de enfrentarse a la pequeña historia, con sus trampas y aderezos, que ya sabemos que el camino está sembrado de frutos y malezas. Lo he dicho muchas veces y creo que había unanimidad en esto: Gabriel González fue en San Salvador nuestro Laureano Mier. El hombre que hizo un poema de las Ordenanzas que se escribieron en el siglo XVI, concretamente entre los años 1586-1589 y a las que se añaden en 1643 otros 9 folios, donde se inserta

El Concejo abierto

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En Castilla y León hay dieciocho municipios que funcionan en Concejo abierto. Hablamos de aquellos que no presentan organización municipal y son los vecinos los que reunidos en asamblea, toman las decisiones que en régimen ordinario corresponden al pleno del ayuntamiento. A mediados de febrero de este mismo año, la mayoría de los vecinos que forman la pedanía de Villanueva de Henares, decidió disolver la Junta Vecinal, pasando a ser un barrio de Aguilar de Campoo.  Dominando los puertos que comunican Cantabria con Castilla, se localiza este “lugar nuevo repoblado” -según la toponimia. “Villa Nueva, cerca de los Henares.” Carlos Sierra lo explicó perfectamente y comparto lo que allí expuso: “Como concejal de entidades locales menores, no me hace especial ilusión tramitar este expediente, pero creo que tenemos que respetar la voluntad de los ciudadanos, que por diferentes motivos, problemas y desavenencias personales y profesionales han caído en el hartazgo y el cansancio y han decid

La Casona de Tudanca

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Es primavera cuando me adentro en este valle de Polaciones para recordar los lugares a los que ocasionalmente venía siendo niño: Pejanda, La Laguna, pueblos en el curso del río Nansa, a 100 km de la capital, como los nuestros. En la misma diatriba, con las mismas carencias, con sus casas estupendas de piedra, con sus bosques repletos de hayas y robles, con sus lobos y venados, con la berrea de septiembre, con tantas cosas buenas pero acosados por ese mal de altura que es la despoblación. Me encuentro en el escenario de Peñas Arriba, de José María de Pereda (1833-1906), el máximo representante del realismo costumbrista. Casa grande, con capilla y campanario, construida a mediados del siglo XVIII por orden del indiano Pascual Fernández de Linares. Nacido en Tudanca en 1690, recibe la ejecutoria de hidalguía en 1731 y marcha a América donde ocupa el cargo de corregidor del Perú, gobernador del Callao y otros territorios del altiplano. Aunque no puedo mostrarles imágenes del interior, e

Ursi, el hombre

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Confieso que he renacido al adentrarme en el barrio judío de Aguilar, buscando el aliento del artista. Ursicino, que nació en Villabellaco, nos dejó el mejor legado que una ciudad puede soñar. Nuestro protagonista, gran defensor del patrimonio y de la naturaleza, aprovechaba los olmos enfermos de grafiosis para trasladarnos su mensaje. Dicen que esa inquietud creadora le viene desde niño, cuando hacía silbatos para los amigos. Gracias a Angelines, su esposa y a Mar, la guía, hemos conocido una de las anécdotas de su vida. Cuando tenía catorce años, Ursi hace un billete en papel de barba, a plumilla, y viene a probar su invento a una feria de Aguilar, donde compra un gorro de paja. La cosa funciona, el billete rueda por España, hasta que pasados unos años, leyendo el periódico, se entera de que han localizado en Madrid un billete falso de cien pesetas, el suyo, que hoy se conserva en el museo de la policía de Ávila. En el Calero, dentro de la mina donde trabajaba hizo un Cristo

Olleros al principio

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Reconozco que ese viaje intenso que mantenemos en este diario desde hace ya cuatro años, se ve reforzado cuando vuelves a los lugares de los que hablaste, sin otro planteamiento que recordar lo que te contaron los custodios, que son entes cercanos que saben divulgar en sencillas palabras tanto valor atesorado. “Y miro al agua, su inmensidad, su olor a heno, su sabor a enebro y sal”, palabras del poeta que explican todo lo que se mueve en el entorno, todo lo que conlleva la vida en el lugar: el olor, el sabor, la inmensidad. El literato de los carteles que anunciaron las edades del hombre en Aguilar, sabe bien la importancia que aquello tuvo y la pregunta que hoy cuelga de los muros: “Piedras que se miran en las aguas, como si el tiempo se hubiera olvidado de esta tierra”. Mira que he venido ya diez veces, pero me cuesta llegar, me pierdo hacia Alar, al no encontrar en esta infernal autovía indicación que me señale el camino hacia Olleros de Pisuerga. Luego se me quita el enojo, cu

Lista Roja del Patrimonio

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La Asociación Hispania Nostra, que arranca en noviembre de 2007, lleva a su espalda la mochila de la Lista Roja, que no es plato de buen gusto, pero que viene bien para que no olvidemos el patrimonio que está a punto de caer por el olvido, aquellos elementos en riesgo de desaparición o alteración de sus valores. Años atrás me hacía eco en la sección “Vuelta a los Orígenes”, de la situación lamentable de la iglesia de San Jorde, románico del siglo XIII que se localiza entre San Pedro de Moarves y Villabermudo, en La Ojeda. Una muestra del abandono de nuestro patrimonio que figura en esa Lista Roja, sin que nadie haya movido un dedo para detenerlo, en ese concepto equivocado en el que nos basamos de que todo se acaba. Hace unos meses recordábamos el lamentable estado del puente Rojadillo, en el término de Salcedillo. Lo compartía en las redes sociales, donde no faltan los ignorantes y los delincuentes; los primeros, atrevidos; los segundos, partícipes o simpatizantes de quienes se