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La ascendencia perniana de los Grimaldi

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La llegada de sangre española a la dinastía Grimaldi puede encuadrarse, en cierto modo, en las vicisitudes por las que ha pasado esta familia en los últimos poco más de cien años, vicisitudes de índole política o sentimental, pero que permitieron de alguna manera la continuidad de la dinastía y del principado. Por Valentín Ruesga En 1889 accedió al trono de Mónaco el príncipe Alberto I, que había servido en la Marina española y que era muy conocido por su afición y su apoyo a las investigaciones oceanográficas. Tenía un solo hijo, Luis, habido de su matrimonio con María Victoria Douglas-Hamilton. Luis había nacido en Baden-Baden en 1870 y de joven había ingresado en el Ejército francés, pero ya bien entrado el siglo XX permanecía soltero y si a su muerte no tenía descendencia legítima cabía la posibilidad de que el trono de Mónaco pasase a manos del duque de Urach, que aunque de nacionalidad alemana, era el pariente más cercano de los Grimaldi. Pero Francia no podía admitir es

Piedrasluengas

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Buscando en documentos antiguos referencias sobre nuestros pueblos, a veces se encuentran noticias y datos curiosos relacionados con su historia y costumbres. Así, por ejemplo, sobre Piedrasluengas, el pueblo más septentrional de Pernía y de la provincia de Palencia, la primera referencia documental parece que es una escritura del monasterio de Sahagún de 1191, por la que Alfonso VIII dona a un tal Pedro Domínguez y a su mujer una extensa heredad desde Avellanedo hasta “terminum de Petris Longis et de Populatione”. Como buena parte de los pueblos de la Montaña Palentina, Piedrasluengas perteneció hasta tiempos recientes a la diócesis de León y como tal figura en el “Becerro de Presentaciones”, parroquial de la diócesis leonesa de mediados del siglo XIII; según este documento, el concejo del pueblo tiene el derecho de presentar al obispo para su confirmación, al clérigo que hubieran escogido como párroco, pero como tributo eclesiástico deben dar anualmente a la catedral de Leó

El lobo de Bernardino

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Leyendo el romance de “La loba parda”, que a primeros de la década de los ochenta recitaba el vecino de Osorno, Emiliano Melendro a Joaquin Díaz, me vienen a la memoria algunas historias que me contaron más arriba. Al tío Antonio le mataron los lobos un burro en la Vega de Arriba. “Déjale que se joda –decía–, que así aprende para otra vez”.   Mis padres me contaron hace poco que en Olleros una yegua nunca llegaba a casa. Le salían al encuentro los lobos y al animal le servíade parapeto un gran espino. Cansado el dueño de su desobediencia, ignorando que aquel matorro era su vida, lo cortó y una noche la comieron los lobos. Estos años de atrás, los pastores trashumantes culparon a los lobos de haberles matado cien ovejas en la Sierra de Brañosera y Faustino Varona contaba en una de sus últimas crónicas desde Valderredible, cómo se organizaron batidas en octubre abarcando toda la Sierra Salvada sin haber logrado los vecinos objetivo alguno. Dice nuestro cronista que el pastor de Lante

Dónde irá el buey que no are

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“Dónde irá el buey que no are. A Piedrasluengas” –dice el refranero que rescataba en estas mismas páginas el escritor palentino Germán Barrio–. Pero, aunque parezca increíble, también el buey araba en aquellas pendientes donde los terrenos arcillosos de nuestra tierra van encogiéndose para dar paso al microclima de la Liébana. Esa luminosidad que deslumbra a los investigadores, es la que surge casi en los límites de nuestra provincia, a un paso de “La Venta Pepín”, primera posada que se alza en territorio vecino y donde tantas veces reparamos las fuerzas al subir de las ferias de Potes, citas a la que acudian todos los lunes del año nuestros ganaderos y comerciantes; lugares y gentes que tantas huellas dejaron y comunicación que sigue viva entre actuales pobladores de ambos lados. El investigador Eutimio Martino, en el libro “Roma contra cántabros y astures”, publicado en 1982, ya hace referencia a las “deslumbrantes prestaciones de los picos”, y de cómo los indomeñables fueron

La tierra de sus ancestros

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No todos sienten igual la llamada de la Tierra. No es que la tierra en la que nacieron y vivieron los nuestros, vaya a librarnos de tantas batallas como debemos traducir, para mantener esa veleta que es la vida de cada uno... Y si acertamos en ese intempestivo acto de decir adiós a todo lo que somos, porque al marchar se queda allí todo lo que fuimos, todo lo que nos fue forjando; las gentes a las que amamos, los caminos, los ríos, los montes; la casa, con tantas historias y recuerdos... Es como cerrar de sopetón el libro que sabemos, en el que nos hemos fijado para andar un camino; es como nacer otra vez en un país lejano, donde se vive de otro modo; es como llevarse el libro dentro de uno, y abrirlo allí, frente a otro cielo, y mostrarlo con encendido orgullo a los hijos para que prenda en ellos esa llama de la curiosidad, que a veces prende tanto que los lleva a volar desde lejanos sitios para impregnarse de esas raíces a las que tanto y de tal forma nos debemos. Ver entr

Asomados a esta tierra

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Desde Polentinos o Resoba, los caminos te llevan hacia el pasado más reciente de estos lugares, recorridos antaño por carreteros y feriantes y, la belleza se manifiesta a cada paso, en cada pueblo. Cada parada va llena de un halo misterioso que impregnará los huesos del viajero hasta absorberlo por completo. De igual forma que Gabriel García Márquez asegura no idealizar Aracataca, su pueblo natal, y viaja con nitidez por la tierra de sus antepasados, yo vuelvo los ojos a los míos, hurgando con la paleta del recuerdo en esa especie de brasa que, movida por tanta gente, ha devuelto una luz de esperanza a tantos pequeños y acogedores pueblos de la montaña palentina.  De la serie "Vuelta a los orígenes", en Diario Palentino. © Froilán de Lózar © José Luis Estalayo Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.

Poner profundos silencios

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De esta montaña nuestra, escribió Juan Carlos Mancebo hace unos años: "Quienes hemos saboreado del refugio de esta rinconada palentina, sabemos de caminos, que nos brindan veredas que se quedan atrás vestidas de crepúsculo vespertino, de alba, de lluvia, de lo que mande el cielo ... ". Y Carlos Urueña: "Estoy en Aguilar, entre el ensueño del Pisuerga que en rocas campea... ". "¡Tocar!, ¡tocar! ¡Poner profundos silencios!" -escribió mi amigo, el poeta y profesor Manolo Bores, que nació también en San Salvador de Cantamuda. Si fuera rio, sería Pisuerga tocando la montaña, inquieto navegante hacia la capital de los pintores, esperando paciente la luz crepuscular de Requejada, el paso hacia Salinas, después de haberle echado un pulso al tren, el de La Robla.   .../ Pero si no pudiera ser ni rio ni roca, seguro que sería témpano de silencio flotando sobre cualquiera de estos montes, entrando con el frío de la feria de agosto en los hogares, arrebatando el

Pico Tres Mares

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El Pico Tres Mares es una montaña de Cantabria y de Palencia ubicada en la Sierra de Híjar, entre los valles de Polaciones, la Pernía y Campoo. A lo largo de su historia se ha conocido como "Pico Negro", "Pico de los Asnos" y "Peña Labra". Su nombre actual de "Tres Mares", es probable que se deba al historiador y genealogista cántabro Ángel de los Ríos, cuya generosidad -atestiguan los biógrafos- le hizo arrojarse a causas justas y perdidas de antemano, y cuya sordera le llevó refugiarse en la Torre medieval de Proaño o construir en su propiedad de Tajahierro, el camino de Palombera. En las vertientes de esta mole tan significativa para nosotros -única montaña en España donde se suscita tal fenómeno-, nacen los ríos Pisuerga, Nansa y Ebro, y los tres van a parar a tres mares distintos: Atlántico, Cantábrico y Mediterráneo. © Froilán de Lózar.© José Luis Estalayo Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos ba

Otoño en la montaña

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La montaña palentina, vista hoy desde este marco entrañable del Otoño, conserva ese sabor especial de las antiguas piedras. Acaso no lo diga todo el nombre, pero la gente viene, la gente vuelve, la gente empieza a conocerla y como el vino que antaño los venteros mezclaban para darlo fuerza, así también se mezclan nuestras gentes con las gentes de fuera y sin miedo al futuro que presagian los libros, juntos recorren las entrañas de esta divina Tierra. © Froilán de Lózar © José Luis Estalayo Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.