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Dónde irá el buey que no are

“Dónde irá el buey que no are. A Piedrasluengas” –dice el refranero que rescataba en estas mismas páginas el escritor palentino Germán Barrio–. Pero, aunque parezca increíble, también el buey araba en aquellas pendientes donde los terrenos arcillosos de nuestra tierra van encogiéndose para dar paso al microclima de la Liébana.



Esa luminosidad que deslumbra a los investigadores, es la que surge casi en los límites de nuestra provincia, a un paso de “La Venta Pepín”, primera posada que se alza en territorio vecino y donde tantas veces reparamos las fuerzas al subir de las ferias de Potes, citas a la que acudian todos los lunes del año nuestros ganaderos y comerciantes; lugares y gentes que tantas huellas dejaron y comunicación que sigue viva entre actuales pobladores de ambos lados.

El investigador Eutimio Martino, en el libro “Roma contra cántabros y astures”, publicado en 1982, ya hace referencia a las “deslumbrantes prestaciones de los picos”, y de cómo los indomeñables fueron conquistados por la mitología; el investigador entiende que, al bautizarles con el mito del “escondite de Europa”, los romanos modulan a su manera aquello mismo que hizo exclamar a los cántabros que antes habían de subir al Vindio las olas del mar que no las armas de Roma.

Artículo completo: "Antropología de la ferocidad".
De la serie "Vuelta a los orígenes", en Diario Palentino.

© Froilán de Lózar
© José Luis Estalayo
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