Para un hombre como Martín Luther King, que no era demócrata, que no era republicano, que ni siquiera se consideró nunca norteamericano, el sueño que soñó para los 22 millones de negros se vio interrumpido por una bala que le entró por el cuello el primer jueves de abril de 1968. Dicen del asesino que le gustaba lucir públicamente su racismo, que balbuceaba palabras en español (de la época en que regentó un bar en Méjico) y que se inscribe en un curso por correspondencia para aprender a abrir candados sin llave. Dicen del asesino, que huye, se transforma, burla al FBI mil veces y que, aún hoy duerme en la cárcel sin haber contestado a la pregunta: ¿Por qué? Lo cierto es que, el autor de “Marcha hacia la libertad”, admirador de Gandhi, también Premio Nóbel de la Paz, estaba convencido de su lucha pacífica. “Os destruiremos con nuestra capacidad de aguante” ”Para ganar nuestra libertad, le hablaremos a vuestro corazón y a vuestra conciencia, y al final venceremos”. Y el mismo año que asesinan a Kennedy, King encabeza una marcha sobre Washington en la que participan 250.000 personas, y es allí donde pronuncia la palabra, las palabras: “Yo tengo un sueño”. “El señor me ha permitido subir a la montaña, y desde allí arriba he visto la Tierra Prometida. Es posible que yo no pueda llegar con vosotros hasta ella, pero quiero que sepáis que todos nosotros, como pueblo, alcanzaremos esta Tierra Prometida”. Desde entonces, incluso mucho antes, desde que el hombre comenzó a comunicarse, la libertad ha sido el grito más gritado. Ha sido el sueño más soñado. La libertad fue y sigue siendo el largo camino para el hombre.
Imagen: De Nobel Foundation - commons.wikimediaPequeño ejercicio de memoria
Más Crónicas Fin de Siglo en nuestro blog Curiosón
0 Comentarios
Si la entrada tiene más de 15 días, revisaremos tu opinión. Puedes comentar libremente. Agradezco tu participación. Sé prudente y respetuoso al exponer tus juicios.