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Glorias pasadas

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Lo triste es que nos hemos resignado a hablar en pasado y que hemos dejado que el tiempo teja una maraña de silencio y olvido alrededor de esta tierra nuestra que espera y desespera. Quedan vestigios de gloria, de una nobleza ya del todo olvidada si no fuese por el empeño y el amor al pasado de nuestra gente, que se niega a arrancar las piedras para deshacerse del ya lejano esplendor. Nuestros pueblos casi deshabitados fueron un día cuna y hogar de apellidos que merecieron honra y reconocimiento. Ahora sus escudos nobiliarios llenos de gules, torres, leones, flores de lis, armas y calderos contemplan el paso del tiempo sin más memoria que unos apellidos y una fecha. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Imagen: escudo nobiliario en la fachada de una casa de Santa María de los Redondo ( siglo XVI).  ©  Margarita Marcos ©  Gemma Marcos Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.

La isla

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Desde el camino que serpentea mansamente  en dirección al Roblón de Estalaya, un ejemplar de roble que dicen ha sobrevivido en la ladera del bosque más de 500 años a pesar de haber sido herido por un rayo, el horizonte es un mar de copas de robles  verdes y fornidos sobre el  fondo azul de un cielo limpio que se refleja en las aguas del pantano de Requejada, el primero en recoger las aguas del deshielo de la Montaña Palentina, que en primavera  alimentan el cauce del Pisuerga, nuestro río más perniano. En los años en que la nieve ha cubierto generosamente las cumbres y laderas, una lengua de tierra se queda aislada  de  la orilla izquierda del pantano en Vañes en dirección a Cervera, formando una isleta que  no escapa  a la mirada plural  del Puente de Polentinos. En la margen opuesta  el Curavacas,  aún moteado de blanco, otea curioso, la Isla. ©  Margarita Marcos ©  Gemma Marcos Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.

Peña Sol al sol

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Desde su cumbre el horizonte es un milagro de roca, azul cian y bosques caducos de ramas en letargo que esperan otra vez el milagro de la Primavera. La Sierra de Peñalabra, fronteriza y parapeto de vientos, protege al perniano Valle de los Redondos, un pequeño paraíso rebosante de Historia, historias con minúscula de Hombres y Mujeres con mayúscula de esta tierra que se resiste al olvido y al paso del tiempo, que acoge generosa en sus entrañas arroyos con nombre propio, de una Naturaleza que desborda belleza en cualquier estación del año, pero a la que el invierno y la benéfica nieve bendicen con paisajes sobrecogedores. Debajo del blanco manto rebulle la Vida, ahora en letargo. Nuestra mirada se pierde en el horizonte de cumbres compartidas y vecinas, sobrevolamos a vista de chova el Pisuerga en sus primeros kilómetros en superficie, briosas sus jóvenes aguas, caudal inagotable y fuente eterna de alimento de pastos y ganado, que fluyen veloces a la llamada de la Meseta. A Peña Sol, p

Savia que alienta y alimenta

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Cuando cerramos los ojos con mucha, mucha fuerza, detrás de los párpados se produce toda una revolución de color. Cientos de minúsculas partículas de colores llegan a nuestro cerebro dispuestas a inundarlo  de vida. Así es nuestra Montaña Palentina, una paleta cromática de gentes, paisajes, historias del pasado que darían lo que fuese por tener futuro y hasta un mejor presente. Cerramos los ojos y al abrirlos esperamos el milagro. Que se hayan desvanecido las carreteras que parecen una broma del destino, que los jóvenes no tengan que abandonar nuestra tierra porque  es imposible pelear contra la nave de los locos en que casi todo lo que toca la política se convierte, que las explotaciones a cielo abierto no desbrocen y aniquilen nuestros montes, que nuestros enfermos no tengan que desplazarse  para recibir tratamiento,q ue nuestros mayores se queden cerca de sus lugares de origen cuando tienen que dejar sus hogares, que las contadas empresas que resisten la crisis no cierren y dejen

Espigüete en sombra

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Los atardeceres más increíbles también llevan su nombre. Cae la tarde y el sol derrama sus últimos rayos a los pies del Coloso, de nuestra montaña más emblemática, de la cumbre más palentina, las más deseada. Un reto de roca viva que subyuga , desafía, se yergue vigilante sobre el valle y otea sus dominios hasta donde alcanza la mirada. Unas nubes veloces y pasajeras dejan en sombra su poderosa silueta de pirámide solitaria, ensombrecen esta mole que los atardeceres iluminan con luz dorada y generosa. Hacer un alto en el camino, mirar hacia arriba, dejar que el paisaje y la luz nos envuelvan, que nuestra mirada vuele hasta su cumbre. Sentir cómo el viento del Norte acaricia con su soplo recio cada centímetro de este sueño hecho montaña con la misma ternura con la que los suspiros mecen las briznas de hierba y respirar profundamente. © Margarita Marcos © Gemma Marcos Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.

Primavera en Noviembre

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El Monumento Natural de las Tuerces es uno de esos lugares que hace de nuestra Montaña Palentina un lugar mágico al que el paso del tiempo ha añadido belleza y poesía. La erosión se ha aliado con el paisaje y la roca caliza, meteorizada durante miles de años por el viento inmisericorde que sopla sobre La Meseta, la nieve y la lluvia, sugiere esculturas magníficas en las que la imaginación pone nombre a la roca viva en apariencia tan fácil de tallar _ La Mesa , el Dromedario , El Cocodrilo… Sopla el Viento a través de las oquedades trepanadas en la roca y arrastra a su paso la semilla de la retama que después del deshielo estallará en amarillos infinitos en primavera y competirá con la luz del azul del cielo que se asoma al verde de los espinos y aulagas , invadido por las abejas que liban de retamas y lechetreznas el dulce fruto de sus flores en una danza interminable. La primavera es la época perfecta para disfrutar del paisaje increíble que se extiende a los pies

Entre el cielo y la tierra

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Hay paisajes que son la memoria de nuestra tierra, que evocan otros tiempos, otras voces. Cierro los ojos y puedo recordar una por una las montañas que me rodean en un lento giro de 360º, los collados, las sendas que llevan a sus cimas, los pastos ahora dorados donde sestea el ganado y que disputan el ocre a los robles y compiten con el rojo de las hayas. Puedo escuchar el eco de la voz del Pisuerga, ahora pausado y agotado por el estío, que en primavera fluye poderoso e intratable con el brío de las aguas del deshielo que alimenta la nieve de las cumbres. Hay paisajes que son las voces olvidadas de quienes amaron nuestra montaña, la respetaron y legaron a sus hijos, y estos a los suyos y así hasta que esta se funda con el cielo en un paisaje único, casi onírico de cielos azules y nubes glaucas o tenebrosas, de piedra caliza vestida de líquenes añejos, de bosques que esconden el milagro de la Vida con mayúsculas, porque nuestra Montaña Palentina es Vida y está viva. Justo ahí, entre

Otoño para siempre

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El luminoso verano ha ido desvaneciéndose sigilosamente, sin prisa, y el glorioso otoño ha llegado mostrando su propia belleza y colorido ¡Escuchad!. Se levanta el viento y el aire se asilvestra de hojas de todos los colores. Las hojas de las sabinas mudan de color junto al camino de la mina, las hayas de las laderas visten de ocres brillantes y rojizos anaranjados la línea del horizonte, los brezos púrpuras van tapizando las descarnadas faldas del monte al que se asoman las raíces casi aéreas de las esbeltas y añosas hayas, y los endrinos ofrecen su frutos, generosos. El arroyo Lombatero discurre por en medio del valle. De repente la paleta de colores con que la Naturaleza colorea el otoño en Santa María , en el Valle de los Redondos, aparece ante nuestros ojos convertida en piedra para le eternidad. Estratos de areniscas que la luz va mudando de color, ondas verticales de colores otoñales salpicadas de pequeñas plantas que desafían a la Vida allí donde la piedra se pintó de Otoño par