Cuando cerramos los ojos con mucha, mucha fuerza, detrás de los párpados se produce toda una revolución de color. Cientos de minúsculas partículas de colores llegan a nuestro cerebro dispuestas a inundarlo de vida. Así es nuestra Montaña Palentina, una paleta cromática de gentes, paisajes, historias del pasado que darían lo que fuese por tener futuro y hasta un mejor presente.
Cerramos los ojos y al abrirlos esperamos el milagro. Que se hayan desvanecido las carreteras que parecen una broma del destino, que los jóvenes no tengan que abandonar nuestra tierra porque es imposible pelear contra la nave de los locos en que casi todo lo que toca la política se convierte, que las explotaciones a cielo abierto no desbrocen y aniquilen nuestros montes, que nuestros enfermos no tengan que desplazarse para recibir tratamiento, que nuestros mayores se queden cerca de sus lugares de origen cuando tienen que dejar sus hogares, que las contadas empresas que resisten la crisis no cierren y dejen en la calle y sin futuro a las familias que aún mantienen vivos nuestros pueblos, que el invierno y la nieve no sean trampas de aislamiento en esta época en que la inmediatez es un click sobre un botón y una eternidad cuando no hay rendimiento político que obtener. Y muchas más cosas que seguramente ustedes añadirían a esta lista con el derecho que otorga ser la savia que alimenta y alienta el amor a la tierra de nuestros ancestros...
© Margarita Marcos
© Gemma Marcos
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