Desde su cumbre el horizonte es un milagro de roca, azul cian y bosques caducos de ramas en letargo que esperan otra vez el milagro de la Primavera. La Sierra de Peñalabra, fronteriza y parapeto de vientos, protege al perniano Valle de los Redondos, un pequeño paraíso rebosante de Historia, historias con minúscula de Hombres y Mujeres con mayúscula de esta tierra que se resiste al olvido y al paso del tiempo, que acoge generosa en sus entrañas arroyos con nombre propio, de una Naturaleza que desborda belleza en cualquier estación del año, pero a la que el invierno y la benéfica nieve bendicen con paisajes sobrecogedores. Debajo del blanco manto rebulle la Vida, ahora en letargo. Nuestra mirada se pierde en el horizonte de cumbres compartidas y vecinas, sobrevolamos a vista de chova el Pisuerga en sus primeros kilómetros en superficie, briosas sus jóvenes aguas, caudal inagotable y fuente eterna de alimento de pastos y ganado, que fluyen veloces a la llamada de la Meseta. A Peña Sol, perniana y palentina, el sol le cede el nombre y hasta el color de la hierba que cubre sus laderas.
© Margarita Marcos
© Gemma Marcos
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