Vuelvo al periódico. A mi director ya no le pillan por sorpresa mis constantes devaneos y yo creo que me hace un hueco en estas páginas por compasión más que por clase. Lo cierto es que vivo impresionado por todo. Cada día más. Y a ello contribuyen las informaciones que llegan desde todos los puntos. Historias terribles de hambrunas que reviven, de guerras que se avecinan, de venganzas, de abusos y mentiras. Puede que me esté anticipando a nada.
El fin de siglo es un invento nuestro que no va a detener el calendario, pero estoy tremendamente impresionado por los cambios que nos auguran expertos e ingenieros de la informática. El caos que todos esos especialistas nos anuncian es preocupante, porque en mayor o menor medida nos afectará a todos: los ordenadores nos enviarán a 1900 y el microondas y la lavadora pueden negarse a obedecer. Leo y transcribo un párrafo cogido al azar de una publicación semanal y facilitado por ibermática: “Tarjetas de crédito caducadas, llamadas de teléfono que duran 99 años, las edades de las personas dando tumbos hacia detrás y hacia delante, con lo que el cálculo de las pensiones puede ser un caos; saldos deudores que se convierten en acreedores, programas de gestión que pasan por alto el vencimiento de las facturas y la economía en plena gestión para adaptarse al euro...”
Algo ocurrirá, es probable, pero en medio de todo ese meneo se encuentran firmas poderosas como la de Bill Gates, el encantador de las serpientes, el adivino del porvenir, el dueño de una mansión de cinco mil millones. Seguro que ese caos que las empresas del sector nos pronostican, sea sólo una forma de meternos prisa para que pongamos los aparatos en sus manos. Todo se solucionará con un chip nuevo y mil o dos mil duros por usuario. A partir del 2000 las empresas de informática subirán como la bolsa en los mejores tiempos y casi nadie podrá morirse sin experimentar lo del correo electrónico.
A la indignación por estos asuntos, se une ahora el anuncio de la Dirección General de Tráfico: “Si una persona muere, produce un gasto a la sociedad”. Es como decir: no se mueran, no sean idiotas, que no es normal morirse; aguanten lo que puedan y no sean egoístas...” Estoy impresionado por todo lo que pasa en el mundo. Ya sé que la vida cada día vale menos y que no bien hemos pasado un puerto de dolor y misterio, se nos presenta otro mayor. Pero estamos llamados a encontrarnos. Saludos a esos lectores de Madrid y Durango. Más allá de mis posicionamientos, llevo a Palencia en el corazón y la montaña estará presente también en esta parcela que hoy, si Dios quiere y el director lo estima conveniente, estrena correo.
© Froilán de Lózar para Diario Palentino
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