Nicolás Castellanos o Kasinsi

Ahora que ya ha pasado todo y ha sido reconocida y premiada la entrega de Nicolás Castellanos a los pobres de Santa Cruz de Bolivia, recuerdo la única entrevista que le hice en la Abadía de Lebanza, siendo todavía obispo de Palencia. 

-“¿Para usted, qué es la vida?” –le preguntaba. 
Y tratándose de una simple pregunta, la primera que nos haría cualquier niño, he aquí la respuesta que había de llevarle unos años más tarde hasta Bolivia:
“Para mí, la vida es un don de Dios que nos la da para ser felices y para hacer felices a los demás. Personalmente, soy vitalista, y lo soy porque he entendido la vida como entrega a los otros. Esto, a pesar del sacrificio, me ha hecho muy feliz”. 

El flamante Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, leonés de nacimiento, palentino de corazón, vive metido –como su mentor San Agustín– en la regla básica de hacer amigos. Cuando ha consolidado su amistad, y considera que podrán valerse por ellos mismos, busca un nuevo destino, si cabe, más pobres y necesitado que el anterior. Nicolás, recuerda en una entrevista que concedió a Cambio 16, en el momento de anunciar su dimisión para irse a las misiones, el caso de un catalán que ejercía de arzobispo en Montreal (Canadá) y que abandonó el cargo para irse a una leprosería en África. Esos ejemplos y la personalidad de este castellano profundo, son suficientes armas para saber que se ha consolidado una vocación; que la vida tiene importancia para él, porque puede entregarla a los demás. Esto conlleva sufrimiento y la incomprensión añadida de mucha gente, pero bastará una mirada de su antigua diócesis para seguir en su propósito de darle comida y cobijo a los más pobres.

Como por arte de magia, a renglón seguido del comentario sobre la última misión del periodista Alfonso Rojo en Kinshasa, acuso recibo de la carta de una misionera, Carmen Mondéjar, que nos relata el sufrimiento de otra parte del mundo tomada por la guerra y la miseria.

“He venido de la Misión de Kasinsi a la capital. El viaje que antes de que volaran los puentes (estamos completamente aislados) se hacía en 8 horas,(tardando mucho en recorrer los 340 kms que nos separan de Kinshasa), lo hemos hecho en 36 horas y hemos recorrido 540 kms. No tenemos otra posibilidad para salir de la Misión.” 
”Lo que más nos hace sufrir –sigue diciendo más adelante– es la falta de nutrición de mayores y niños, que no tienen lo necesario para comer, y como no comen, no tienen fuerza para trabajar el campo.””Queridos amigos: contamos con vosotros más que con los proyectos. Entre tanto, la gente sigue sufriendo, pues la situación no ha cambiado. Vivimos una gran confusión. A veces llega un grupo de “paramilitares” de 12 a 18 años y cogen todo lo que pueden... Este es nuestro quehacer, nuestro compromiso con Jesús y los hermanos. Para algo ha querido Dios poneros en nuestro camino. Vosotros ahí, y nosotros aquí, en Kasinsi, la Comunión de los Santos, la Universalidad de la Iglesia. Desde aquí, a 8000 kms. os envío un abrazo lleno de cariño y agradecimiento...” 

Nicolás Castellanos y Carmen Mondéjar, son ejemplos, luces que también se mantienen con un gesto amplio y generoso de sus tierras de orígen.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino

Entradas populares de este blog

Pueblos desaparecidos

Pueblos desaparecidos y despoblados (II)

El descubrimiento del carbón

El Santuario del “Carmen”

Curavacas