14 enero 1999

Bilbao 2000



Hoy he sentido la tentación de escribiros unas letras de Bilbao, desde Bilbao, la ciudad donde vivo, en la que me instalé hace treinta años y en la que he contactado con muchos palentinos que dejaron su pueblo. Desde ella me proyecto periódicamente hacia ustedes a través de este Medio más que centenario.

Pero, conozco Bilbao, sobre todo, a través de quienes le vivieron. He tenido la suerte de entablar amistad con personas que nacieron muy cerca de la ciudad: marineros, constructores, tenderos; Nacionalistas defensores de Arzalluz –pese a todas las razones expuestas por columnistas y contrarios– y Nacionalistas, admiradores sobre todo de Atutxa, el hombre de Interior que, en el punto de mira de los terroristas, frente a las ideas que apuntaban los propios jefes de sus filas, se hizo fuerte y defendió primero y ante todo la vida. También vivo y convivo con varios accionistas del nuevo periódico que sustituirá a Egin. Vivimos y debemos soportarnos, buscando la fórmula para que ese silencio de las armas sea definitivo, y nadie, ni siquiera el obispo Setién, se cuestione este tiempo de paz anteponiendo la premisa de una pequeña nación, incluyendo en la misma a muchos hombres y mujeres cuyo único afán era ampliarla. 

Fraguado el plan de conocerla mejor, motivado por la idea de una ciudad que va muriendo mientras se levanta a la par y a ritmo trepidante otra mayor, más moderna, más turística, mucho más iluminada, hoy, por fin, he salido a retratarla desde el agua. Cámara Minolta, objetivo 28´80, tarde de sábado apacible... Mi sueño se ha cumplido gracias a la colaboración de dos amigos: Jesús Coria, nacido en Gorliz, en el barrio de Gandía, 1947 y Javier Alvarez (Lutxana–Erandio, 1952). Nuestra intención era bajar por la ría en gasolino, inmortalizando todo aquello que se pusiera a tiro. Desde el extenso embarcadero de Las Arenas, hasta el Puente Colgante (que hace unos días estrenaba barquilla), dejando a un lado la competición de regatas que lleva nombre de grandes almacenes y los grandes barcos que efectuaban maniobras muy cerca del Canal. A medida que avanzamos, van quedando atrás fantasmas del pasado: fábricas sin cristales, restos para la historia de Altos Hornos, grúas a contraluz en desuso; y en la misma proporción nos despiertan las nuevas historias: Puente de Rontegui, Puente de Euskalduna y muy cerca el flamante Palacio de Congresos y Exposiciones; Puente de Deusto, la Universidad, Guggenheim, Puente de Calatrava, Ayuntamiento, Arriaga y Casco Viejo. Bilbao. Viaje de ida y vuelta. Doscientas cincuenta fotografías de una ciudad en la que vivo. Bilbao, ¡ay, cómo has cambiao!. Por un instante he tenido la impresión de estar narrando el final de una época, lejos del cemento, acurrucado cuándo en proa, cuándo intrépido sobre la bancada central de una chalupa de seis metros. Una chipironera vibrando con nosotros por el paisaje que nos daba en la cara, porque estaba ante nosotros, a unos metros de casa y, sin embargo, era distinta. Viajábamos hacia la entraña de una ciudad a la que siempre vimos llena de humo. Ibamos como flotando sobre ella. Confieso que he apretado sin compasión el disparador queriéndome saciar con una imagen que siempre me llegó a través de los telediarios. El revelado de aquellos carretes acabó con la incertidumbre que siempre creció en mí durante años. Y ahora mismo siento que cada instantánea recoge un momento de lo que fue una época, una historia a punto de cerrarse. Una ciudad tocando el agua, acunado por ella, balanceándose suavemente hasta tocar esa figura plateada que el arquitecto Gehry hizo nacer muy cerca del Puente de la Salve. 

Bilbao: otra mirada, otro lugar, otra ciudad.

31 diciembre 1998

¿Treviño?¿Trebiño?

A 90 kilómetros de Burgos y a 15 de Vitoria, se encuentra el Condado de Treviño. Hace ya muchos años que se viene hablando de una solución justa que acerque a los 1100 habitantes de este enclave, no sólo social, sino también administrativamente al País Vasco. A primeros de este año en el que estamos, por primera vez, se reunieron en Burgos representantes de los gobiernos Vasco y de Castilla y León, para tratar la problemática y llegar a un acuerdo.



Ya en 1994, se dieron cita en Puebla de Arganzón unas 8000 personas para celebrar el Trebiño Eguna, fiesta que según los organizadores y participantes sirve para reivindicar la integración del Condado de Treviño en Alava, y a la que asisten varios políticos, entre ellos el entonces vicelehendakari Fernando Buesa.

Es curioso observar cómo cambia el pensamiento de la gente en el transcurso de tres días. El día 5 de Enero, Vicente Orden Vigara manifiesta con estas palabras su disgusto:

“Hablar del referéndum o anexión al País Vasco son palabras demasiado fuertes que no están en nuestro pensamiento”. Y reforzó su tesis con otra frase contundente: “Si efectivamente forzase el tema, el presidente de la diputación se levantaría de la mesa”.

Pero, volviendo a los archivos, encontramos que el mismo hombre, Vicente Orden Vigara, el 9 de Enero, dice al mencionar el referendum:

“El alcalde y los propios treviñeses son los que tienen que decir cómo, cuándo y en qué tiempo se debe convocar”, y al ser interpelado sobre si aquellos decidieran pertenecer a Alava, afirmó: “No nos quedaría más remedio que acatar la voluntad soberana de los treviñeses”.

Vistas así las cosas, la solución es sencilla, porque según manifestaron los políticos todo depende de lo que diga el pueblo. El pueblo se ha pronunciado ampliamente a favor de la anexión, Allí realizan sus compras, allí acuden al hospital o al médico, allí estudian sus hijos…

A mi modesto entender, no es que nadie quiera con este paso cerrar la puerta del pasado; algo tendrán de las raíces que los ate de por vida a la tierra castellana.

Habrá personas que se manifiesten contrarias a este tipo de cambio, que, por otro lado, no implicará derribar casas o levantar muros, borrar de golpe valles y collados o colocar figuradamente un dique de desprecio hacia todo lo que nos dio o lo que no alcanzamos en las tierras del Cid.

Ernesto Argote, el alcalde de Treviño, destacó a propósito de la famosa reunión de primeros de año que “no se abordaron en ella los temas concretos que preocupan y afectan a las dos comunidades, como son la nacional I, el punto negro donde muchas personas han perdido la vida, la carretera del puerto de Vitoria y el Regadío del Río Rojo".

Aquí sucede lo que nos ha sucedido a los demás en otros sitios. Llevamos años reclamando historia. Historia que muy pocos repiten y que nadie escucha. Cuando ya el pueblo se ha cansado de esperar y estalla, y cuando al otro lado de la pared alguien tienden la mano –sin pensar en principio que guarden en la manga intereses oscuros o electoralistas–, los tutores reales, como si se tratara de repartir una hacienda, ponen el grito en el cielo: “Nadie sabe mejor que nosotros lo que les duele o lo que les hace falta. Y estamos decididos a dárselo con tal de no perderlos”.

Este es un delito evidente, llamo yo así a la desidia y abandono en los que permanecen tantos pueblos castellanos. Y para muestra, como telón de fondo, este caso de Treviño o Trebiño que desde hace tantos años pide una solución. Unos padres adoptivos que le den lo que los suyos naturales no le dieron.


© Froilán de Lózar para Diario Palentino
Imagen: Oca, por Gronze.com

28 diciembre 1998

Donde nos lleve la palabra

Ahora que estoy aquí, y que me siento bien por estar con ustedes. Ahora que aquí me siento vivo, aprovecho para felicitar el nuevo siglo a este diario. Aprovecho la ocasión para felicitar a quienes confiaron en él, a quienes le botaron, a quienes le dirigieron, a quienes día tras día le dieron vida en el taller. Aprovecho el momento para congratularme con este vehículo que nos acerca, que nos comunica, que se llena de color y de nuevas historias pensando en Palencia y su provincia; ahora y aquí, para que no se rompa esa trayectoria de fidelidad y de compromiso hacia esta tierra.


Yo nací con él. Y nací con Antonio Álamo Salazar. Y crecí con la “Solana palentina” de Gonzalo Ortega Aragón, que mi padre leyó y resumió de tarde en tarde a toda la familia. “Cómo escribe este tío” –me dice hoy, cuando nos vemos.

Yo nací con Félix Buisán Cítores, maestro y periodista, a quien conocí personalmente en Cervera de Pisuerga, formando parte como jurado del Festival de Canciones y Bailes de la Montaña Palentina. Sólo una jornada de convivencia sirvió para llenarme de Claudio Prieto, Felipe Calvo y mi anfitrión, Luis Guzmán Rubio, lector atento y apasionado de este “Diario palentino”.

Recuerdo la primera colaboración que me publicaron. Fue el jueves, 22 de enero de 1981. En ella hablaba de los contratiempos del invierno, y de cómo Mariano García, molinero durante muchos años en Triollo, entonces minero de “la Eugenia”, pidió ayuda a los jóvenes de San Salvador para llegar hasta la mina y dar de comer a las mulas que estaban a su cargo.

Entonces me motivaron nueve días de incomunicación: los postes de la luz habían caído, no había señal de teléfono, no había máquinas quitanieves y los neveros eran impresionantes. Seguramente, muchos de ustedes no me crean si les repito lo que entonces se publicaba aquí. Luis María Cajigal, el hijo del herrero, hermano de Ricardo (que compartió conmigo estudios en Portillo y Pozuelo de Alarcón) apareció llevando en la mano una lechera por encima del tejado de su tío Conrado.

La segunda noticia se tituló “Rumores Cántabros” y en ella hablaba del descontento de muchas personas que ante la apatía de los gobernantes palentinos se atrevían a sugerir el cambio de provincia, buscando en Cantabria una puerta de comunicación, una palabra de esperanza.

A aquellos primeros y tímidos artículos les siguieron otros, y como quien se aferra a una tabla de salvación yo me aferré a estas páginas y escribí lo que quería escribir, lo que me mandaba la conciencia, lo que sentía, lo que entendía que sentían las gentes de la montaña.

Ahora que la renovación plena de este diario está dispuesta.

Ahora que en nuestra mano sigue la difícil tarea de colocar palabras que lleguen a todos y que todos entiendan.

Ahora que el futuro nos tiende una mano para abrirnos la puerta.

Hoy, después de tantos años de macerar palabras, cuando se vislumbra una respuesta de quienes llevan el timón de Palencia, he de confesar la satisfacción que me invade por todo. Principalmente, por la imagen de la nueva montaña y por la renovación de este vehículo que seguirá defendiendo –lo presumo–, todo aquello que nazca y que florezca en esta singular provincia.

Yo nací con Mariano Valero, el mejor director que he tenido.

Yo nací con ustedes, en este fin de mes, en este fin de año, en este fin de siglo...


© Froilán de Lózar para Diario Palentino

12 diciembre 1998

La paz de los niños

Han hablado los niños. Los responsables de Unicef en el País Vasco habilitaron unas urnas en cada municipio para que votasen los escolares. El resultado de la encuesta que se realizó a finales de Noviembre, se llevará al Parlamento Vasco para que, –según declaró Consuelo Crespo, responsable de esta Asociación en Euskadi–, “cuando se tomen decisiones que afecten a los niños, se tenga en cuenta su opinión”.





Un equipo de sociólogos de la Universidad de Deusto y la misma representante de esta Asociación se defiende de quienes critican semejante inversión aquí, con una serie de argumentos entre los que resalto uno: “Si no les educamos desde pequeños en la solidaridad nunca podremos cambiar los problemas que tiene los países del Sur”. Es sabido que nosotros, los mayores, le sacamos la punta a todo. Merece la pena felicitarse por unos resultados que de momento, pese a la buena intención de los promotores, no van a alcanzar una respuesta práctica. Y vuelve a sorprendernos la opinión de los pequeños. Lo primero que han votado, antes incluso que a la propia familia, ha sido a la paz. Y más que a la participación y al bienestar, han votado a la protección. Hay un dato curioso, verdad, que refleja la poca disponibilidad de los mayores a tomar parte en este plan. El penúltimo deseo del niño entre las doce cuestiones planteadas fue el juego. Y, curiosamente, sólo unos días después de estas elecciones, el departamento de Consumo del Gobierno Vasco paralizaba la campaña publicitaria de unos grandes almacenes que en su afán de conquistar el mercado, prometía vales de descuento imposibles de canjear en el futuro.

He aquí la sinrazón de mostrar una imagen y taparla enseguida con la voz, los gestos, la experiencia, los negocios... y tantas otras cosas siempre en manos de los mayores. Los ejemplos se suceden a diario. La semana pasado conocimos el caso de Ana, una niña que fue vendida por su madre a una familia de Bormujos, y con la que se negaba a regresar, como le dictó el juez, aludiendo a los malos tratos de los que fue víctima, y supimos que la misma Ministra de Justicia se mostraba de acuerdo en la decisión de la Fiscalía de recurrir la sentencia y el propio Manuel Chaves pedía a los jueces que tuvieran en cuenta la opinión de la niña. A fuerza de ver y de vivir nuestros errores, los niños han ido asimilando nuestros males, han dejado más pronto la inocencia que en esas edades se supone, motivados también por las imágenes que los Medios de comunicación están sirviendo. 

Yo creo que una de las grandes aspiraciones de los mayores en nuestro país y sobre todo en el País Vasco era lograr la paz. Los pequeños han visto la tragedia, nos han visto a nosotros en las calles con las manos abiertas, han vivido de algún modo nuestra misma impotencia y han pedido antes que cualquier otra cosa la Paz, porque saben que sin la paz no habrá familia, ni amigos, ni importarán los conocimientos que se adquieran, ni servirán los adelantos. Los niños han querido dejarnos claro que mucho antes de proponerlos para una carrera de futuro, debemos negociar la paz con otros pueblos, con los partidarios de otros partidos políticos, con los vecinos, con la sociedad. Porque también aquí, en esto que llaman el primer mundo, hay muchas personas que sufren, que no tienen trabajo, que carecen de una vivienda digna. Yo he oído a los niños y me ha parecido justo comunicarles su decisión. Porque su anhelo es también el nuestro.


© Froilán de Lózar para Diario Palentino

06 diciembre 1998

La causa



Durante años, es verdad, se nos hizo creer que la pobreza venía de otros continentes. En la escuela, el maestro nos repartía unos sobres para que nuestros padres aportasen dinero para la causa aquella que nunca tenía fin. Antes, el efecto duraba una semana. Ahora mismo, aquella causa se ha extendido tanto que, cuando menos lo esperas, alguien te sacude con un bote pintado y te coloca una pegatina en el pecho, bien para que no vuelvan a importunarte más durante el día, bien para que, quienes no la llevan y se encuentran contigo, saquen sus céntimos del bolsillo para echarlos a uno de los botes con los que pueden tropezarse al doblar la primera esquina. De este modo, amén de los particulares que recurren a sus propias artimañas y rifas, se crearon Entidades e Instituciones que al menos una vez al año tienen su día de colecta: Domund, Cruz Roja, DYA...etc. Se ha personalizado tanto la pobreza en este fin de siglo que no es raro advertir a cualquier hora y en cualquier punto de la ciudad ese cuadro que, como los fusilamientos de Goya, se nos quedará impreso en la retina, pidiéndonos solidaridad, advirtiéndonos a cada paso de esa parte del mundo tan cercana a nosotros que sufre, que necesita, que pide para sus hijos.

Mientras los altos mandatarios del país anuncian la bonanza de la economía y en alguna autonomía estudian la erradicación de los mendigos, la bomba de la pobreza estalla en otro punto con más potencia, y casi de inmediato se hace patente la solidaridad de mucha gente que intuye la dureza de la situación, la crudeza del maligno, la tesitura de vivir y morir con lo puesto, mientras el agua desbocada se lleva a los suyos, se lleva todos sus recuerdos y principios, tal y como a menudo, año tras año, ocurre en Centroamérica.

Antes, cuando niños, después de la casi obligada aportación de nuestros padres para los “chinitos”, ya nos llegaban noticias de la India, la de Calcuta, la de Teresa. Y nuestros padres y maestros nos recordaban cada día nuestra diminuta opulencia: “Hay millones de niños que no tienen nada que llevarse a la boca”. Y en esa frasecita se encierra el tren de la culpabilidad al que hemos acudido como adultos responsables para solidarizarnos con un país lejano. Hoy, en medio de la catástrofe, después de nuestra pequeña aportación para mitigar las terribles heridas que en todas partes se abren; después de tranquilizar nuestras conciencias, sabiendo que unos actos mueven a otros, a mi me sigue quedando la terrible duda, me siguen machacando las pregunta de siempre: ¿Debe mantenerse la culpabilidad de Europa ante todas las catástrofes y miserias del mundo?, ¿Servirá para algo la imagen que llevamos metida a fuego en la retina?¿Reconocerán los gobernantes de esos países pobres sus obligaciones? Porque, frente a la pobreza más atroz, los gobernantes de China y de la India apostaron por convertirse en potencias nucleares.

Porque no entregamos el dinero para que no llegue, ni para que llegue a medias, ni para que los bancos (en la más obcecada de las opulencias) nos cobren comisiones por hacerlo llegar.

Porque enviamos nuestra pequeña aportación convencidos de que servirá para la causa, y que también los gobernantes de aquellos países pondrán en la balanza como primera causa aquella lucha.

Porque lo necesitan todo. Nos necesitan a todos. Y todo será poco para empezar de nuevo.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino

La gran causa

“¿Qué hace falta para ser feliz?” –se preguntaba el escritor francés André Maurois–. Y yo creo que mira hacia nosotros cuando se responde: “un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz de espíritu”. Lo del cielo está sobradamente hablado y entendido. El viento no es suave, pero curte el rostro, despabila el sentido, impone ritmo al paso. Estamos en lo alto y aquí tenemos la impresión de que se cura todo con el viento y el humo. Y el espíritu es la esencia del hombre, lo que no se ve pero se memorizan nuestros actos, nuestros pensamientos. Puede que sea la tarjeta de memoria de las personas.


A lo largo de la vida, que tampoco es tan larga, si a uno le ronda un poco la suerte y no le agobian los problemas, uno conoce a mucha gente. Pero, ¡cuánta gente maravillosa se queda en el camino!. Lo digo con todo el sentimiento, porque lamento no haber podido intimar más, conocer un poco mejor, cambiar impresiones con tantos grandes hombres y mujeres como pululan por el mundo. Y no hace falta ir muy lejos para encontrarte con ellos. Es más, hago este comentario refiriéndome a la gente cercana. Quizá si no fueran tan humildes, podrían haber triunfado cada uno en su disciplina, como en su día triunfó Mariano Haro o como ahora mismo triunfa nuestra Marta Domínguez. No es que Mariano o Marta sean engreídos, sino que han pisado con ciega fe los escenarios que dominan y cuando uno se propone las cosas, ya sea primero o sea más tarde, uno lo acaba consiguiendo. Y ellos son buena muestra.



Cuando los biógrafos provinciales rebusquen en la hemeroteca de este diario, que a medida que avanzan los años gana como el buen vino, encontrarán mi nombre y deducirán –si son justos con lo que ven– que algunos de mis sueños se han cumplido. Primero, firmar en estas páginas, que no es fácil. Nadie crea que con escribir un poco y pensar otro poco, le van a dar sin más la cobertura. Es difícil hacerse un hueco en cualquier medio.

Segundo, escribir aquello que uno quiere, que eso se hace normalmente cuando uno llega a la altura de Francisco Umbral o Mario Vargas Llosa. Según se miren las cosas, por diferentes razones, quienes firmamos aquí hemos llegado ya a su altura. Y lo hemos hecho sin salir de casa. Y finalmente, hablar de la montaña palentina sin abrumar a nadie, que uno puede estar más cerca o más lejos de la realidad, pero puede escribirla cada sábado.

¿Defensa de las causas perdidas? Relativamente. Yo diría que la causa de la montaña es una gran causa que necesita mucho tiempo para que sea asimilada y entendida por el resto de palentinos que también tienen sus causas importantes. Y esta es una historia que debe tratarse aquí y que para venderla a los demás debe entenderse primero en nuestra tierra, debe convencer primero a nuestra gente. En ella se han de implicar a tope las personas en las que confiamos, aquellos que se pusieron al frente de nuestros ayuntamientos y organismos.

Los ejemplos de Teruel o de Soria son un buen referente. La montaña palentina está dormida ante esta causa. Duermen las autoridades perdiendo en este acto los últimos trenes de su vida. Duermen las gentes más que nunca, que desconfían de lo que podamos hacer los demás desde una Asociación o desde un periódico. Pero el mensaje no es nuevo. “No hay nada nuevo bajo el sol”. Basta con seguir la estela de personajes como José Nestar que el 28 de Julio de 1928 escribía en estas mismas páginas:

“Aunque sea doloroso y molesto confesarlo, hay que decir, sinceramente, que la montaña palentina no prospera y como lo que no prospera muere, fatalmente llegará a ser un poblacho cualquiera si los montañeses no salimos del estado de marasmo, quietud y apatía actuales, decidiéndonos a laborar con perseverancia, cosa no difícil de lograr, porque para ello cuenta afortunadamente el pueblo con hombres inteligentes, energías sobradas y condiciones materiales de emplazamiento verdaderamente admirables...” Y ahí quería llegar yo en esta entrega de hoy. Yo aplaudo a José María Pérez “Peridis” por la defensa que hace desde la radio y la televisión de nuestra tierra. Aunque se quede en Aguilar su proyección y Redondo sea como un refugio temporal y aislado. Aunque no todo el mundo le quiera, ¿a quién le quiere todo el mundo?.

Luis Guzmán Rubio es más que un amigo, como un padre, aunque esté lejos y haya olvidado la costumbre de venir a Tremaya el día 15 de Agosto. Cada vez que abro una revista y veo cómo triunfa Claudio Prieto en un rincón del mundo, me embarga la emoción más profunda. Pero no es menor mi sentimiento hacia la gente que vive aquí, escondida, esa gente que me contó su guerra, que fue describiéndome paso a paso su oficio.

He abierto muchas veces esta caja. Seré un maniático de las causas perdidas. A veces, en la soledad también lo pienso. Estoy empeñado en una noble causa, la misma en la que estuvieron empeñados tantos otros con anterioridad. Pero es una causa enorme. Tal vez no seamos los llamados para abrirla, para quitar los lazos que la adornan, para romper la máscara que la protege a hierro y fuego. Pero alguien tendrá que escribir mañana que pusimos el alma en el asador para lograrlo.

28 noviembre 1998

La cumbre y el desarrollo

Buenos Aires, 1998.


I

Se constata una vez más la degradación de los recursos naturales. En Río de Janeiro se hizo el mismo ejercicio el año anterior. En Viena, los grandes mandatarios, o los mandatarios de las megaciudades (20 ciudades con más de 8 millones de habitantes, 16 de las cuáles se localizan en países no desarrollados), se afrontó la conferencia de los derechos humanos. De la población se habló en El Cairo, de la pobreza en Copenhague y en Pekín se habló de la mujer.

Estos días he viajado por Internet a la Argentina y he asistido al foro de Comunicación y ciudadanía que ALAI ha organizado. Allí estaba también Adolfo Pérez Esquivel, premio No bel de la Paz . El citado mensaje está planteado de cara a América Latina, pero sirve perfectamente para el mundo, porque, como bien señala el obispo Federico Pagura, la verdadera revolución de las comunicaciones están afectando profundamente la vida, el pensamiento, las convicciones de nuestros pueblos y, por consiguiente, “significan un desafío que estamos recibiendo los comunicadores, así como los actores sociales, los dirigentes, tanto seculares como religiosos, de todo nuestro Continente, del Caribe y del mundo también”.

Llega un momento que ya no entiendo nada. Mucho menos que cualquiera de ustedes. Manejo toneladas de información y procuro resumirla lo mejor que entiendo para que ustedes se sorprendan o se inquieten lo mismo que yo, pues ya somos conscientes que apenas oscurezca, ésta crónica de un día se perderá en la papelera. No servirá para reducir el agujero de Ozono. Ni ésta, ni ninguna de ningún periódico. Que quede claro.

180 países han discutido estos días sobre el cambio climático. Sabemos que 1400 delegados merendaron, hablaron, emitieron veredictos; también prometieron como niños aportar soluciones si otros niños con menores recursos lo sacrificaban todo para salvar el Planeta. Ahí es nada: salvar la tierra. Aplacar el bufido que está a punto de advertirnos del límite. Porque vivimos a orillas de un volcán llamado tierra, obra de los adelantos y de los descuidos de los hombres, donde se han ido acumulando todas nuestras inmundicias.

Tanto hemos avanzado, tanto hemos querido invertir en el progreso, nos hemos sentido cautivados por tantas fórmulas nuevas; tan deprisa nos obliga a movernos este desarrollo al que alude la técnica, que vamos dejando en el camino los olores, los sabores, las formas.

El mundo cambia. El cambio afecta a las personas. Es una experiencia que cualquier va advirtiendo en sus rincones de trabajo, donde se incorporan nuevas máquinas; en sus centros de enseñanza, en sus hogares. Y hay algo bueno en todo ello. Pero la tierra, según los científicos, no asume con el mismo entusiasmo muchas de las cosas que los hombres inventan y celebran."

II

Tengo para mí que las imágenes que nos rodean están cambiadas, o son controvertidas, o nos confunden; de una parte la Rusia hambrienta, la Rusia que muere de frío y de hambre, conviviendo con la Rusia espacial. Mientras muchos de sus ciudadanos malviven por las calles, sus gobernantes lanzan al espacio sofisticados aparatos que implican un desembolso de más de tres billones de pesetas.

Mientras los países desarrollados viajaban a Roma para clarificar posturas en torno a la Alimentación, miles de africanos marchaban a la deriva entre Zaire y Ruanda. En el mundo mueren anualmente cuarenta millones de personas. De hambre. Muere una España entera cada año y la Iglesia católica se opone a una planificación familiar. Crecemos, nos multiplicamos... Estamos de acuerdo en muchas cosas con nuestra Iglesia. La vida puede ser interesante, siempre que alguien nos explique qué sentido tiene nacer sin posibilidades de vivirla. Nacer en el hacinamiento más penoso y morir pocos años más tarde en brazos de quien nos dio la vida, y a quien le hubiera bastado un poco de lo que acá, en nuestro mundo “adelantado” echamos sin más a la basura.

Pero no solo te inquietan las posturas de una Iglesia con las que estás de acuerdo en el planteamiento básico (tampoco comulgan con la planificación familiar países fundamentalistas islámicos como Irán). Vivimos en constante contradicción con todo lo que nos rodea. Nos han hecho saber que somos parte del primer mundo y enfrascados en nuestro caparazón olvidamos el desempleo en el que están obligados a vivir nuestros vecinos; la injusticia, el narcotráfico, la delincuencia, la opresión; la plaga que en nuestro país se ha desatado contra la mujer en el seno de la familia y el abandono de los niños. Y mucho más que todo aquello que sabemos, lo que nos cuentan, lo que nos llega a través de los Medios, debiera inquietarnos lo que no se cuenta, porque los productores y directores absorbidos por el márquetin y la publicidad, consideran historias muy alejadas de sus metas.

Cuenta a este respecto el obispo Pagura, y sigo en la Argentina, la película “Comunico milagros”, del actor y dramaturgo argentino Juan Carlos Geme, que vivió el exilio en Venezuela. Una mujercita que quiere comunicar algo importante para la gente: la muerte de su marido, un hombre fiel, honrado, trabajador... y no consigue que los canales de comunicación le permitan enviar su mensaje al pueblo, porque no es noticia que importe a nadie.

Importa, en cambio, lo vemos en nuestro país a menudo, pedir soluciones cuando se ha consumado la catástrofe, cuando unos niños han muerto en accidente de autobús, cuando se derrumba el techo de una mina y desaparecen catorce mineros; importa aportar medidas de seguridad en las obras, cuando se consigue un número aceptable de siniestros. Es decir, tiene importancia la vida de muchos hombres, de muchos niños, cuando dejan de tener valor.

Asimismo, se discute el hambre de muchos pueblos y olvidamos al ser humano, al individuo, a esa persona que rodeada de adelantos se encuentra sola, no importa el ruido ni la gente que vaya y venga a su alrededor.

Por eso considero que quienes tenemos la oportunidad o la ocasión de hacerlo, debemos comunicar milagros. Hemos de escribirlo en los papeles, colocarlo en las vidrieras, en las paredes, en las calles y plazas, para que se diluya esa soledad que a veces nos acobarda, y tratemos a todos los hombres y mujeres, desde nuestros más humildes puestos, con la máxima comprensión y respeto. Como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.

© Froilán de Lózar para Diario Palentino
Imagen: es.calcuworld.com/

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