16 octubre 1997

Momentos

Todos nos hemos detenido a pensar alguna vez en la vida. Vivimos de momentos, de pequeñas compensaciones, de pequeños proyectos. Nos ilusionamos ante la simple proyección de un fin de semana, una cena con los amigos, un encuentro con la persona amada... Pensando en todo esto, sabemos que no es conveniente amarrarse demasiado a historias que no tienen sentido o que implican peligros para nuestra familia, para nosotros mismos. Si entregamos mucho más de lo que pedimos; si por norma general, merecemos mucho más de lo que nos dan, no podemos en un momento de descuido y de desconfianza echar por la borda tantos sueños. Excepciones hay muchas. Hay razones suficientes a veces para desanimarse. Los momentos gratos se cuentan con los dedos de una mano, por eso debemos reflexionar para tratar de conseguir el máximo numero de ellos sin volver la cara hacia el abismo, con la seria propuesta de vencer esa enfermedad que nos acecha, ese vicio que nos mina, ese malestar que nos atormenta a veces sin motivo para llegar tan lejos, tomando caminos que no tienen salida.

15 septiembre 1997

El precio de la fama





Los famosos suben como la espuma. Cuentan a manos llenas sus triunfos. Sin ellos, la vida en estos años no tendría mayores alicientes para nosotros, los restantes mortales, casi todos preocupados por las historias pequeñas. Reconozco que a este lado de la tapia echamos de menos muchas cosas, aunque no imprescindibles para vivir, sí necesarias para viajar por este mundo que el ser humano se ha empeñado en cargar de veneno. Y nada se puede hacer, esa es la impresión general, mientras tanto, ellos siguen subiendo, siguen jugándose a una carta todo.

Es triste que debamos conocer a duques y princesas por detalles que poco o nada tienen que ver con ellos, huyendo a diario de la ruleta de periodistas y fotógrafos que saben que una foto puede hacerlos millonarios. Ahí están los personajes disfrazados, representando un papel cada día, fundidos entre manjares generosos, reapareciendo entre alguna que otra fiesta benéfica, cansados ya de tanto maniqueo en las páginas de sociedad de los periódicos...
¿Hasta dónde la realidad?
¿Hasta dónde la burla?
¿Tienen derecho a la privacidad quienes se jactan de manipular su propia vida para venderla luego a las revistas y sacar dinero por ella?

Imagen: Yo dibujo

27 julio 1997

Cien pueblos

Con las labores de la siega, el acarreo y la trilla, estos pueblos de montaña despedían los meses de verano. Ahora, veinte años más tarde, el trillo, la veldadora, los garios y, todos los aperos que ayer se utilizaban para poner la cosecha a buen recaudo, se pudren en las tenadas o, parcialmente rescatados, se lucen en los museos.


Más o menos, cien pueblos, que en el transcurso de un siglo han tocado las más altas cotas de progreso y se han hundido al mismo tiempo con él, porque nuestra gente se fue al despuntar del mismo en busca de otros horizontes.

Ciertamente, además de la historia y el valor de cuantos se fueron, porque tras ellos dejaban media vida, una familia, un pueblo, sorprende el tesón y la fe de cuantos se quedaron. Hoy a nadie le disgusta un pueblo limpio, una casa pintada, una pared bien compuesta y un huerto bien cuidado. Si además de esto, la casa temporalmente so abre y un perro ladra en la tenada, y varios niños juegan en la plaza, intercambiándose entre ellos un poco de las dos culturas y siempre aprendiendo cosas nuevas de ambas, ese singular hecho se mantiene como un claro manifiesto dé esperanza.

Pero a nadie que entienda un poco, se le oculta la cruda realidad. La historia que aprendimos los nativos, reciclada una y otra vez , no ha perdido ese estigma que la hace tan especial para nosotros y que enamora al forastero.

Todo eso es verdad, ya lo sabemos, peró la realidad es otra cosa bien distinta. El dramatismo y la agresividad que impregnaron el ojo avizor del viejó cronista quedan detrás de ese gran fuego, cómo una mancha siempre, como un soplo; los habitantes podrán desarrollar su vida normalmente, sin olvidar nunca que la distancia es una señal inamovible de peligro, que el Parque Natural es un doble juego de los potentados: se acuerdan de la Tierra y le ponen candado.

Cien pueblos, en fin, venerados, absortos, descritos de cien formas, que tratan de ganarle tierra al olvido poniendo en la balanza un equipaje tentador: su gente, su enclave, su leyenda. La situación geográfica les hace distintos y la leyenda les mantiene en una especie de suspense. Quienes viven aquí son conscientes del sacrificio al que se exponen y el tiempo se encarga de ir limando todas las asperezas.

Pero, podemos pedir más: a los gobiernos, a los medios de comunicación, a los turistas. Por una serie compleja de leyes y atributos, les corresponde a los gobernantes decidir el reparto de bienes y de ellos depende un asunto que es clave: las vías de comunicación. Los medios hablados y escritos son el parte vivo, la memoria, cuentan la historia, mueven las piezas necesarias para que nadie se duerma en los laureles y, finalmente, los turistas disfrutan y publicitan lo que han visto cuando vuelven a sus lugares de residencia.

Arrastramos un poco de ese dramatismo y agresividad que los viejos cronistas advirtieron. Hay en el fuero interno de los propios habitantes, opiniones encontradas en cuanto a la conveniencia de promocionar el turismo en esta tierra, poro no so puede ni se debe luchar contra el proyecto maravilloso de demostrar a la gente que la montaña palentina es uno de los paraísos más bonitos del mundo.

La gran mayoría de los que ocasionalmente llegan a estos puertos, suelen regresar a sus casas con una opinión, en general, satisfactoria: los habitantes, el arte, la comida, el paisaje..., todos ellos se funden y se complementa- Al visitar una casa rural encontré en las habitaciones un sencillo bloc de notas, donde los viajeros manifestaban las impresiones recibidas, y prometían volver al mismo lugar el año próximo. En cierta ocasión, alguien a mi lado exclamó: "¡Si esto lo cogieran los catalanes!". Y algo parecido he leído después en este mismo diario a compañeros que firman en las primeras páginas. Seamos honestos: de una pequeña tierra no se pueden esperar grandes prolegómenos, y no es el problema la belleza que en su conjunto aflora, sino las dificultades que en todos los caminos se nos cruzan y que muy poca gente entiende o capta.

"El Monje de Arlanza", citado por Víctor de la Serna en la ruta de los foramontanos, reconocía ya las duras condiciones de vida a las que estuvieron sometidos los habitantes de estas tierras, y el mismo escritor, al comienzo do "Castilla Navegada", habla de una Palencia dramática, despiadada, agresiva. Cuando el viajero se adentra por vez primera en estos pagos, llega a poner en duda la existencia de unos pueblos que, encajonados en los valles, o asentados en las laderas, han permanecidos ignorados sistemáticamente por todos los gobiernos. Los escritores, al relatar su viaje por las entrañas de esta tierra, tienden a idealizarla, olvidando ese dramatismo que sólo el viejo crítico captó y contó. En torno a estos cien pueblos se mueve un mundo mágico, donde so hace puente la leyenda y el río se hace camino. El verano le tiende un lazo inmenso al emigrante, se hinchan los pueblos, la fiesta en la campera te abre la puerta del recuerdo, y todo es armonía, y todo es fuego. Entonces es normal que, quienes vienen y asisten a tales manifiestos, se prometan volver pronto, unidos sentimentalmente a estos lugares por una especie de encantamiento.

22 julio 1997

La balada de los poderosos



Alfonso Pascal Ros, poeta navarro, de Barañain, a quien encontré por primera vez en un suplemento cultural del diario madrileño ABC, cita mi nombre en el prólogo de la revista "Archione", (Madrid, 1994) –dirigida por Gonzálo de Luis–, entre media docena de personas. “Si uno no consigue hacer amigos, ayudar aunque sólo sea en sus reducidísimas posibilidades y amar a los demás, para qué sirve su obra. El gigante egoísta –añade– no fue feliz por completo hasta que los niños volvieron a jugar en su jardín”. “La casa del amigo es un refugio contra el mundo de las bocinas y del trepa, un Amazonas que se defiende de las palas y la especulación. Yo sé que hay muchas casas como esta, y son las que a mí me gustan.”


Sirve este comentario de mi buen amigo para abrir el artículo de hoy, porque muchas son las pautas que en aquellas líneas suyas vienen dadas, de manera que sirven para justificar nuestro propio trabajo.

La vida está llena de mentiras y, es posible, algún día lo sabremos, que nuestra Tierra a partir de ahora esté sujeta a la especulación de la que viene hablando Alfonso.

Aquí, como en otros lugares, hay dos opciones claras: aceptar el turismo, con todas las consecuencias que de ello se deriven (buenas y malas), o aceptar el declive, la vejez y la muerte paulatina de un pueblo. Vistas así las cosas, se ha optado claramente por la primera. En realidad, nosotros no hemos hecho nada extraordinario, salvo abrir la puerta de la casa y reafirmar una vez más nuestra presencia. Ahora bien, cuando asomaron sus narices los que mandan y empezaron a planificar historias de futuro, se nos vino abajo el planteamiento, hallando incompatibles sus manifiestos con muchos de los trabajos que aquí se venían desarrollando.

Puede que el papel sensibilizador que llevan a cabo algunas Asociaciones, como la Fundación Oso Pardo, premio Castilla y León de la Naturaleza, 1996, sirva de atenuante o advertencia para esa minoría cuya ley siempre parece ser la del más fuerte, pero más allá de reprocharles nada y, sabiendo la teoría de la suerte que a todos los premiados acompaña, cualquier pobre ayuntamiento del norte provincial hubiera sido un receptor dignísimo, porque ya que hablaron del oso, su vida se debe en buena parte –salvo aisladas excepciones– a ellos mismos, que respetaron su camino.

Y es este un manifiesto muy curioso. Se alía la Administración, que otorga el premio, con la Fundación que lo recibe, a los cuatro años de su existencia. Se alían dos armas poderosas: los que llevan el peso de todas las cosas, quienes otorgan o desaprueban por leyes no siempre justas y acordes al lugar y al momento y, quienes sólo tienen ojos para la Naturaleza, para la vida que se mueve más allá de los hombres y los pueblos. Hay como un acuerdo simpático: se premia porque se espera a cambio una voz que se mueva en el entorno, que vigile, que denuncie, que en cierta manera venga “advirtiendo” al ciudadano.

Y opino, además, que se recoge dicho premio con regocijo –no por el valor material–, sino porque para ellos también la Administración implica un lazo y un mentor que atenderá sus quejas. Si mañana los gobernantes necesitan una voz que hable bien del Parque Natural, ellos serán su voz aquí, sólo por el amor que dicen tener hacia la tierra y hacia el animal y porque, fundamentalmente, la ley del Parque apoya de una forma incondicional lo que ellos dicen amar y defender por encima de todo: “el hábitat del oso pardo”.

En este sentido, yo creo que nos encontramos ante un abuso de poder, una fuerza que de nada le va a servir al ciudadano que aquí vive; muy al contrario, si durante años ha soportado estoicamente el silencio y el olvido de ambos, de la Administración y de los Ecologistas, ahora aquellos se harán con el poder votando y deshaciendo cualquier denuncia que no vaya a la par con sus anhelos. A la insalvable distancia se une la prepotencia de quienes nunca defenderían, por ejemplo, la escuela para un grupo de niños, o la consulta médica para un grupo de pueblos. Es decir, que no estamos en la época de las cavernas, ni de los esclavos, pero en un mundo muy superior venimos a ser el reemplazo de aquellos.

Es verdad que el camino que ahora hemos iniciado es el que nos lleva hacia el futuro, pero, visto lo visto, que nadie piense que vamos a estar a salvo de la especulación y del contrasentido. “Quienes hacen la ley, hacen la trampa” y en esa corta acepción se encierra un buen trecho de espinos, que nuestra gente tendrá que sortear con la voluntad que antes depositó para mantenerse y sobrevivir en el olvido más absoluto y más absurdo.

22.07.97 Vuelta a los orígenes

14 julio 1997

Hogar de oficios

Todos los artículos que vengo desgranando están confeccionados lejos de casa, en una ciudad llena de humo, por donde corre el metro más moderno del mundo. Todo este movimiento que yo vivo casi como ustedes, a través del periódico, no me subyuga como pudiera hacerlo la casa donde nací tal día como hoy, hace 39 años. Es cierto que utilizo y comparto todos los servicios y adelantos que a empujones nos meten en ese siglo nuevo, en el que no pensaron ni los grandes genios de los ordenadores. Pero nada se puede comparar con este aliento que recibo del pueblo, con su escuela, con su iglesia, y ahora mismo con un movimiento de gentes que nunca antes alcanzó el norte de Palencia.





ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO
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FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020
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