Lo mejor de los demás
Cuando alguien nos defrauda, por la razón que sea, aunque sea por una razón muy personal y en cierta medida justificada, tendemos a olvidar todas las cosas buenas que recibimos de ella. No importa que nos cayera bien, que nos cuidara divinamente durante años. Basta un día malo para mezclarlo todo y romper de una tirada todo aquello que nos mantenía unidos. Buscando argumentos para esta entrada sobre la convivencia, planteada por dos blogueros inquietos y altruistas como José A. Senovilla y Ángel Cabrera, me vienen a la memoria muchas escenas vividas en una residencia de ancianos en la que trabajé unos meses a mediados de este año. Allí se necesita, más que en ningún otro lugar, la comprensión y la ayuda de todos. Los ancianos entre sí; los asistentes entre ellos y hacia las personas a las que cuidan... Y en qué medida tan escueta nos entregamos todos, bien por la presión de nuestro trabajo, bien por la prisa que parece contagiarse en los ancianos, que todo lo quieren al momen