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Dulce veneno

Yo insisto en mi canción, que no parece la canción del momento, ni la canción de moda, ni la canción del Parlamento. Estoy tan habituado como ustedes a las decepciones que ya casi lo he tomado por hábito y ni la lucha me complace. Es una lucha en solitario que no tiene futuro por más plácemes que me sean enviados o devueltos. El tiempo va horadando esa piedra que simulábamos ser, esa fuerza que parecía trascender; esa intención de seguir, escondidos detrás de las palabras.

Esto ya lo sabía, no me pilla desprevenido. Lo he venido palpando desde que me confabulé con este medio hace más de tres décadas; lo he sentido en las palabras ardientes de los montañeses, aquellos que nos precedieron en esta ardua misión de mostrar nuestra belleza al mundo. Hay un sí, pero es una afirmación llena de interrogantes, incluso cuando hablamos del románico, esa piedra que ha encandilado al mundo en los últimos años. No sé cómo habrá ido la exposición de la parlamentaria María Luz Martínez Seijo. Varios amigos que han visitado en los últimos días la ermita de San Jorde, me comunican que se han llevado otra pieza importante. Y como nadie lo detiene ni a nadie parece ya importarle, acabarán llevándose la torre. Es nuestro sino: desaparecer sin meter ruido.

Leo el comunicado que estos días lanzan todas las Asociaciones Ecologistas, pidiendo el relevo inmediato del director del Medio Natural , José Ángel Arranz, que con su firma ha permitido un agujero donde, al parecer, la defensa del lobo queda muy mal parada. Pero se exige su cabeza, para pagar rencillas viejas, porque resulta que este señor fue el mismo que firmó la Modificación del Plan de Ordenación del Parque Natural para dar luz verde a la estación de San Glorio, que ahora insisten en rehabilitar.

No es por darles la razón, ni por quitársela a quienes aprueban los decretos. Me parece natural que los ecologistas se manifiesten en ese tono. Los ciudadanos, todos los montañeses, deberíamos pedir al unísono la defensa y protección seria y profunda de esta tierra. Todo lo demás es caramelo envenenado que alguien nos va sirviendo en pequeñas dosis.

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