Todo nos hace daño

Cuando se discutía estos días sobre la posibilidad de llevar a Congosto de Valdavia un almacén nuclear, que tampoco es el fin del mundo como algunos pretenden, y también se muere de abandono y soledad, yo me acordaba de todos los mineros que han muerto en el contorno.

Quiero entender a quienes sólo ven un peligro de extinción, que ya digo que la extinción viene primero por una lenta e inexorable despoblación de la que todo el mundo habla en todas partes y a la que nadie pone freno, convertido ya este problema en puro trámite, entendido así por la población en general como un paso que hay que dar, como lo más natural del mundo para lugareños y foráneos.

Vivimos en constante contradicción por todo; por esto, también. Y no está de más recordar que fueron los partidos, todos, por unanimidad, los que aprobaron en su día la instalación de un almacén en territorio español. Nadie protestó entonces. ¡Lo verían lejos.? ¿Lo verían insignificante? Al menos nadie como ahora, cuando todos parecen molestos por la decisión de sus respectivos alcaldes, consulten o no al vecindario. En otros lugares de la geografía se han sucedido las consultas, ha ganado el sí, y el pueblo ha quedado igualmente dividido. Lo que parece que no existe y cada día se practica menos, es la tolerancia, la comunicación, la puesta en marcha de medidas para cambiar la actual situación de estos pueblos olvidados de España. Por eso quiero entender también a quienes buscan, y tampoco a cualquier precio, como se ha dicho, una salida.

Queremos telefonía, pero protestamos por las antenas; queremos energía, pero no terminan de convencernos las eólicas y menos, naturalmente, los cementerios nucleares… Casi todo el mundo se muestra contrario, incluido quienes lo aprobaron; nadie lo quiere cerca, ni en los pueblos vecinos, sobre todo -aseguran- para que no hagan mal uso del dinero que reciban por ello. Hasta se mira con reservas a los franceses que nos alquilan el terreno y reciben a cambio 600 millones de euros…

No es plato de gusto para nadie pero, ¿qué hacemos cuando las medidas que se manejan como posible solución, parecen aún lejanas e imprecisas? Porque, necesitamos algo más que palabras de protesta.

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