Otro crímen de género
No puedo evitar un estremecimiento cuando pienso en una muerte. Todas las semanas, por lo general una mujer, acaba muerta a manos de su pareja. Lo leo y me resisto a creerlo, aunque no los conozca, aunque el hecho suceda a 500 kilómetros de distancia. Mi llanto no está marcado por la consanguinidad , pues ningún lazo me une a ellos. No derramo lágrimas , ni sale el asunto a colación en la conversación con los amigos. Yo creo que nos estamos acostumbrando a verlo. Es como una liga en la que semanalmente toman partido cuatro asesinos imprevistos. Mi lamento viene de muy adentro y tampoco me sirven de desahogo estas cuatro letras que ahora les manifiesto. Pregunto: ¿Nos sirve de algo tanta educación como recibimos?¿Nos vuelven locos los celos o la envidia?¿Puede llevarnos una pequeña discusión a una matanza? A mi me pasa como a Solón que, cuando le dijeron: "llorar no te devolverá al muchacho", contestó el legislador griego: "Por eso lloro, porque no tiene remedi