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Putísima mina

Las estadísticas te llevan a una valoración aproximada de los hechos y acontecimientos, pero, como en la vida, ni todos eran buenos empresarios, ni todos los buenos empresarios consiguieron salvar siempre los trastos; ni todos eran buenos picadores, ni todos los picadores buenos recibieron la compensación justa a su trabajo. La mina para el minero es una especie de lotería. Algunos echaron mano de sus amistades y se jubilaron temprano con un grado de silicosis que no padecían, dedicándose luego a otros menesteres mientras cobraban una buena paga.


Yo recuerdo a Vidal, el vecino, cada pocos días bajando en busca de oxígeno a Palencia, consumiéndose cada minuto que pasaba, sabiendo que su pulmón estaba muy tocado y consciente de su mala suerte esperando la muerte, la horrible muerte, rodeado por la impotencia y la desolación de su familia. Y qué vida más perra, expirando a unos meses de la jubilación y dejando a su mujer con una pensión de 12000 pts. Personalmente, desde pequeño, más que el lugar donde se enclavaban las explotaciones, algunas a dos pasos de casa, como Sanfesa, el Pijo, o la Aurora, donde mi abuelo Clementino trabajó como entibador en un tiempo en que los hombres se repartían entre la mina y las faenas del campo; más que el trasiego de camiones por una carretera siempre estrecha y peligrosa (ahora está casi peor, después de tantos y tantos proyectos y dineros como se citan para estas zonas), digo que más de lo que rodeaba a aquel negocio, que era también la causa de un ambiente alegre, pues significaba ingresos y estabilidad económica para el pueblo, pensaba en la berrona, en el pozo, en la jaula; pensaba en la humedad de aquellos lugares, pensaba en frenos y tijeras por las que te adentras en un coladero que puede echarte encima el carbón que te dejará seco para siempre.

Al minero se le ha retratado como a un hombre al que le gustaba en sus ratos de alterne vanagloriarse del rendimiento en su quehacer diario, pero de todo hay en la viña del señor y sería necesario dar sus mismos pasos para valorar con justicia el hecho de colocarse un casco y meterse en un agujero con la incertidumbre de no saber si saldrás vivo. Y a esa incertidumbre van aparejadas las enfermedades como la silicosis que llena de cavernas el pulmón y acaba destruyéndolo.

En un bestiario de internet, un internauta le aconseja a un conocido artista que se queja amargamente de su vida, que se vaya a picar a la “puta mina”. Los artistas Adriana Ozores, Antonio Resines y Emma Penella se fueron a Asturias para rodar una película que hablaba de esto mismo que a mí se me quedó grabado en la retina. Se abre la jaula, una jaula de madera reproducción de la real del pozo que servirá para rodar las escenas de interior, y aparecen un grupo de mineros portando en una camilla el cuerpo del compañero muerto. Sindicalistas, curas de sotana, guajes y un ambiente que la gente de nuestra montaña ya conoce por haberlo pasado en tantas ocasiones.

Los figurantes también lo han vivido de verdad muchas veces y se hace lema el grito de la actriz gijonesa Rosa Merás: “!Que sea l,últimu, por Dios, que sea l,últimu!.”

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