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El persianazo de La Venta Campa

Aquella semejanza con la que describía la situación real del turismo rural, uno de los agraciados con el primer premio por su labor en pro del desarrollo de este apartado en nuestra provincia y, más en concreto, en nuestra zona norte, viene bien para justificar el cierre de uno de los lugares más emblemáticos de nuestra tierra, como es la Venta Campa de San Salvador de Cantamuga.

Lo que probablemente ha sorprendido a todos es el persianazo a secas, cuando tantos novios y poderosos inversores porfiarían por este lugar, y no sólo por su situación estratégica, y no sólo por hallarse en el centro de la comarca, sino por la popularidad que alcanzó su cocina tradicional, donde un plato de legumbre, un cocido, un guisado o una chuleta de la mejor carne daban gusto al paladar más exquisito.



Vega Antuña, que vino desde Langreo (La Felguera) y se asentó en La Pernía, donde regentó el economato, acuñó una frase que, aunque tremenda, viene a reflejar la importancia que tuvo y de la que doy fe: “San Salvador y la Venta Campa van tan ligados que no se comprende a uno sin otro”.
Y lo dijo Vega, que escribió bellas páginas en este medio y que sintonizaba muy a menudo con Palencia en aquel popular “Cimbalillo”, cuando la nieve lo tapaba todo.
Todo se acaba o se transforma. No cabe más nostalgia en esta entrega de hoy. Es la muerte de algo que en esencia no debería morir nunca, sino empezar de nuevo con otros bríos, tomando el relevo de aquellas manos que hicieron de la cocina más sencilla un arte.

Muchos colaboradores de este medio han hecho referencia alguna vez a este lugar de La Pernía, que raro era el domingo que no colgara el cartel de completo. Pero ni con esas garantías puede hablarse de éxito. En todos los lugares cuecen habas, que es lo mismo que decir que en todas partes acechan los problemas y ni la presencia abundante de gente consigue mitigarlos.

En Cervera se rumorea que los herederos de la archiconocida “Cascarita” quieren hacer lo mismo; otro lugar de rancio abolengo, con su escabeche, sus avellanas y su queso. No sé por qué razón, algunos pensadores hablaron de la memoria como un arma de dos filos, donde son más las cosas que uno quisiera olvidar que las que quiere recordar, premisa que no suele cumplirse en estos casos donde, cumplida la faena, al final de una vida plagada siempre de recuerdos y anécdotas, uno decide colgar su mono de trabajo cerrando la puerta.

La Venta Campa siempre estará ligada a nuestra vida, no sólo por la gente de corbata y poderío que pasó por ella, sino, especialmente, por los parroquianos de los pueblos vecinos que llenaron cada tarde de partida. La Venta Campa era un punto de encuentro, una especie de casa grande en la que siempre encontrabas el alivio a tus penas, y no lo digo por el vino.

Ganaderos, tratantes, políticos, mineros, médicos, secretarios, jóvenes y menos jóvenes, todos los pueblos del contorno, por tradición, por transmisión, por situación, por lo que fuera, la primera parada la tenían en La Campa, donde la familia Pérez, que aguantaron serenos con todos los altibajos y los intríngulis que comprende un negocio, consiguieron llegar al final de una etapa.

@De la sección Vuelta a los Orígenes, en Diario Palentino.
13.01.07 @ 13:40:34. Archivado en Artículos, Los lugares.

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