El cuento de la lechera

“Mira, oye, ve, escucha, habla, vive y convive”, fue una campaña para el fomento de la rica tradición oral de Andalucía. Como aquí lo puede ser “Vive tu pueblo”, la campaña orquestada por la Diputación, de la que seguiremos hablando, y en la que, como la propia expresión nos aconseja, es bueno detenernos, mirar a nuestro alrededor, valorar la cantidad de cosas que disfrutamos, compartirlas con los que viven a nuestro lado y pregonarlas a los cuatro vientos para que sirvan de llamada, de acto recopilatorio, de arcón donde se van apilando las historias que forman la tradición oral de un pueblo.


Aunque el avance tan apresurado que experimenta todo nos lleve a temer un poco por el futuro del libro, nuestra historia está a buen recaudo ya en todos los formatos, en Internet también, donde los foros se multiplican a diario y donde se dilucida, incluso, que el lago de Cantabria que cita Suetonio en “La vida de los Césares”, pudiera ser el Curavacas. O el debate que lidera Leire en torno a dos plantas medicinales que los lugareños vendían a profesionales: la Gentiana, o Junciana, que da nombre a un término de Polentinos (el Juncianal) y los Cornitos, que se recolectaban para fines medicinales. En Lores se hablaba mucho de la Genciana que, generalmente, como bien exponen los foreros, recogían los hombres, porque había que cavar mucho para sacar la raiz, lo que se vendía; y los cornitos, que recogían las mujeres, no sin provocar la ira de los propietarios de los centenos. A uno siempre le agrada que le recuerden estas cosas, y ya tampoco mucho, ciegos como andamos de tanto correr hacia el futuro, total para nada, porque al desaliento se suma la insatisfacción, pues no bien hemos llegado al conocimiento y al manejo de un aparatejo, cuando ya nos anuncian otro con prestaciones añadidas; no sé si para dejarnos con la cartera tiesa, o para que desistamos de seguir avanzando, pues para todo se requiere una preparación que no todos están dispuesto a emprender.

Y parece hasta lógico, tal y como lo refleja en su “Quinta Montaña” el escritor Paulo Coelho: “Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más tiempo del necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto”. Por diversas razones entiendo que estoy a punto de cumplir esa etapa, ese ciclo, y procuro llevar buena dosis de ilusión cuando hablo de nuestra tierra, por los proyectos que se están generando en torno a Guardo con “Pato Pekín”, el auge de las galleteras en Aguilar; el proyecto de San Glorio, que ha tomado como núcleo informativo a Velilla; y el turismo rural que se va consolidando no con todas las fuerzas que quisiéramos por muchos pueblos de nuestra montaña palentina.

Pero esto se está pareciendo cada vez más al cuento de la lechera. Hacemos cuentas respecto a los muchos beneficios que vamos a obtener con los patos, con San Glorio, con la embotelladora, con el turismo... y sucede lo inesperado, lo que le sucedió a la joven lechera que iba pensando en comprar huevos con el dinero que le diesen por la leche, y conejos con el dinero que obtuviese por los huevos y corderos con el dinero de los conejos. Tanta era la excitación que se rompió el cántaro y así concluye Samaniego: “!Pobre lechera! ¡Qué compasión! ¡Adiós leche, dinero, huevos, pollo, lechón, vaca y ternero! ¡Oh, loca fantasía, que palacios fabricas en el viento¡ Modera tu alegría, no sea que saltando de contento al contemplar dichosa tu mudanza, quiebre tu cantarillo la esperanza!.

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