Pueblos vivos
Meses atrás, con motivo de la boda de una prima, me encontré en Quintanilla de las Torres con gran parte de mi familia. Es gratificante volver a tu tierra y encontrarte con aquellos que compartieron contigo tantas historias. En todos los rostros quise adivinar la misma sensación, hasta en la poesía del cura del Cerrato que los casó. Al terminar la ceremonia, uno de los invitados, Apolinar, 97 años, primo más directo de la afortunada, se acercó a saludarme. Si a menudo sorprende la categoría humana de estas gentes, ayer protagonistas, volver a encontrarlos a los seis años con el mismo ímpetu y la misma memoria, es algo que impresiona. Poli nace en el pueblo perniano de “El Campo”, pasa en San Salvador sus primeros catorce años y, posteriormente se establece en Camporredondo, donde ya cambiaba género por patatas. De allí a Bárcena de Pie de Concha, en tierras Cántabras, donde pasa trece meses de la guerra al mando de un batallón de zapadores y, finalmente, su vida se asienta y adqui