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Vamos p'al pueblo

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Un empeño que parece tranquilizar un poco a la comarca de Omaña, por ejemplo, es el de Israel Martínez, que con sus iniciativas ha logrado atraer a cuatro parejas jóvenes al municipio de Urz, perteneciente al ayuntamiento de Riello. Sólo que, en éste caso, se entiende el ánimo de los nuevos pobladores por su cercanía a León. Hace unos días, nuestro diario nos hacía un guiño con el anuncio de que 170 familias estaban interesadas en instalarse en la Montaña Palentina, movimiento vinculado al proyecto "Abraza la Tierra" al que se sumaba un grupo de acción local de nuestra montaña. No quiero poner en entredicho nada, ni valorarlo hasta que no se conozca el verdadero alcance de la misma, porque todos sabemos las dificultades por las que ahora pasan las personas que viven en tantos pequeños pueblos de nuestra provincia. Y todas las carestías que no se solventaron en tiempos de bonanza, tampoco ahora se repararán, dado el tiempo de recortes que nos está tocando. La apisonadora

Detener el tiempo

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Uno quisiera detener el tiempo. Detener, por un momento, esta estación del año que nos devuelve, si acaso, una imagen más humana del pueblo que dejamos; quiero decir, una imagen más serena, cuando pasada ya la barrera de los cincuenta años, volvemos por una "demanda del cerebro" muy usual y generalizada, a nuestros orígenes . Es una mirada diferente, exenta por lo común de grandes intereses, donde prima el encuentro con los caminos que tantas veces recorrimos, buscando los frutos, sobre el pescante de aquellos carros que, llegado este tiempo, se engalanaban de armaduras nuevas. De este modo lo resumía yo hace pocos años para el libro "Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería": "Se procuraba terminar la faena para el día de Santiago, aprovechando todas las manos que estuvieran disponibles en casa. Para echar la hierba al carro se utilizaba el horcón. Para echar la paja, el gario. Para transportar grandes cantidades de hierba del prado a los pajares, al

Cervera en la prehistoria

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Por Mariano Cajigal .......... y el profesor, aquella tarde, fresca y serena, nos encaminó a Barrio, donde trepamos hasta situarnos en lo alto, casi a pico sobre la carretera de Aguilar. Tendidos unos en la fina yerba que tapiza la pequeña meseta y otros sentados en los cimientos de lo que fue en tiempos atalaya guerrera, apacible el ambiente, deleitoso el extenso paisaje que a nuestra vista se desarrolla, abarcando toda la vega del Pisuerga, circundada de sembrados, praderas y montes verdes y, detrás, como una cortina de fondo en la lejanía, la cadena de cumbres palentinas, ofreciéndonos el espectáculo de una maravillosa puesta de sol tras el gigantesco Curavacas, escuchábamos la palabra evocadora que nos transportaba con la imaginación a tiempos tan remotos que, ni villa, ni vega, ni montes existían aún y sólo comenzaba a esculpirse el relieve de la región por la energía inmensa y constante de las fuerzas naturales que allí venían actuando.Y él nos decía... -Retrocediendo

El pueblo como bálsamo

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Sabemos que las cosas están tan mal para muchas familias, que tienen que arreglarse con lo poco que entra en casa de la pensión de los abuelos; a otros muchos, apenas les llega lo que ganan trabajando para pagar las deudas. Uno lo ve al salir a la calle, en el local de Cáritas que dispensa comida dos días a la semana; lo percibe en el semblante de las personas que ya de último, a lo único que aspiran, es a vivir con lo mínimo, a vivir en paz. Entre los compañeros de trabajo suele salir a colación cada día toda esta rémora que traemos a rastras desde que nos dijeron que habíamos entrado en recesión. Aunque hay pequeños golpes de fortuna con los que algunos se liberan un poco, bien sea en el terreno emocional, bien sea en el económico, que no han de ocuparlo todo las penas y quebrantos, también es evidente que para algunos la recesión dura toda la vida. Hace unos días, en el descanso, una de las compañeras de trabajo con un largo bagaje de experiencia, que ha vivido durante unos a

Poner en valor los pueblos

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El grupo de Izquierda Unida en las Cortes aragonesas pedía recientemente al gobierno de aquella comunidad, que elaborase un plan estratégico para poner en valor los pueblos abandonados. Proponen hacer un listado de los pueblos abandonados y de todos los que se encuentran en peligro. Seguimos a vueltas con las estrategias, pero no se atisba en el horizonte algún cambio que lleve la confianza a quienes están meditando hacer las maletas. Se cierran escuelas, la atención médica está bajo mínimos (ya viene de lejos); el copago que se anuncia para servicios no urgentes, será una rémora para quienes viven tan lejos de Palencia... En nuestra comunidad, tan afectada por este fenómeno, creo que todos los políticos lo llevaban en su programa, pero una cosa es predicar y otra dar trigo, que decían con buena lógica nuestros abuelos. Convengamos que es un mal momento para hacer concesiones al mundo rural, cuando ha faltado lo más básico en tiempos de bonanza. Y toquemos madera para que el e