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Inflar aquí el padrón

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Hace unos años, cuando pasaba el mes de agosto en San Salvador, alguien me dijo: ¡vete a Verdeña, verás que pueblo!. Al principio me extrañó que uno de los pueblos más pequeños pudiese cambiar tanto. ¿Por qué?, ¿Quién era el artífice de aquello?, ¿Quién tenía tanto interés en asfaltar las calles de un pueblo donde sólo quedaban tres o cuatro casas abiertas? Vecinos del lugar, a los que conocía, me contaron que el alcalde había llegado a un acuerdo con el ganadero para que las vacas no entrasen en el casco urbano, acondicionando a cambio puentes y caminos del entorno. A medida que fue pasando el tiempo, el pueblo fue cambiando: jardineras nuevas, plazas, fuentes, la iglesia, el bosque de fósiles, la Casa del Oso... Quería felicitarle por lo que consideraba ya un milagro, pero el alcalde vivía en Barcelona. El sacerdote no me lo puso bien y en los pueblos del contorno había comentarios para todos los gustos. ¿Cómo era posible que gobernase un pueblo alguien que no vivía en él la ma

Inflar el padrón, en general

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Una investigación rutinaria, a propósito de “inflar el padrón”, me ha llevado a países como Nicaragua donde algunos de los que optaban a cargos públicos en las últimas elecciones prometieron investigar las anomalías acaecidas en varias poblaciones, sobre todo en Punta Gorda y Triángulo Minero, donde el padrón era de quinientos electores y aparecen 3000 ciudadanos solicitando ser incluidos. En Méjico, un reputado columnista, colaborador de Televisa, se hacía eco de todas las experiencias personales de sus seguidores, a propósito del modus operandi de los encuestadores, utilizando falsos membretes de presentación o mostrando falsas planillas sobre inclinaciones electorales, de manera que, las preferencias de quienes escribieron de verdad su nombre y sus datos no se han tomado en cuenta y, en cambio, otros que aparecieron como encuestados se quejaban de no haber sido entrevistados nunca ni conocer a nadie que hubiera vivido esa experiencia. Resulta que la frase de Calderón se queda cor

Proyecto Cicoina

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Un vecino de Becerril de Campos, en la sección de Cartas, se muestra agradecido porque todas las partes, más o menos implicadas en el problema de las cigüeñas, cuyos nidos amenazaban con hundir la iglesia, se sentaron un día y decidieron trasladarlos. La resolución no es nueva y el asunto del peso de los nidos preocupa seriamente a muchos pueblos de nuestra geografía. Hace unos meses, la Asociación Naturalista de Aragón se desplazaba a La Almunia para retirar cinco nidos de la Torre Mudéjar que estaban dañando la estructura del monumento y que impedían encender los focos por riesgo de incendios. El Instituto Aragonés de Gestión Ambiental aprobó la manipulación de estos nidos y su reposición con plataformas metálicas en lugares más seguros. Todo el mundo parecía contento con esa resolución de instalar “viviendas protegidas” para cigüeñas, todo el mundo menos las cigüeñas que ajenas a la programación del hombre vuelven sobre sus pasos. Y debe ser un síntoma curioso el provocado

Merindad de Liébana y Pernía

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Oscar Garcia Diez firma la página oficial de Arenillas de Muño (Burgos) en la que se explica detalladamente lo que significa el Libro de las Behetrías, manuscrito del siglo XIV escrito por Orden de Pedro I en 1353 y donde se describe el sistema feudal de España al final de la Edad Media. Las Merindades de Castilla que figuran en el Becerro, pertenecen a las provincias de Burgos, Soria, Palencia, Logroño, Valladolid y Santander. Se describen un total de 2402 poblaciones, agrupadas en quince merindades, cinco de las cuales corresponden a Palencia: Merindad del Cerrato, Saldaña, Carrión, Aguilar de Campoo y Merindad de Liébana y Pernía. Más allá de la agria disputa en la que se ven enfrentados en la red un cántabro y un palentino, y donde se citan siglos de pertenencias que no se corresponden, Ducados que no fueron, lugares que no están donde señalan, y una polémica sobre datos históricos poco fiables, me recreo en el Archivo Histórico de Potes, donde David Obregón, bajo la direc

Pueblos desaparecidos

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Vicente Basterra, oriundo del Valle de Redondo, me hace llegar un elaborado estudio sobre la existencia y ubicación de varios pueblos: Carracedo, anexionado a Cervera de Pisuerga, ubicado entre Vañes y San Salvador, cuya desaparición premoniza ya Barrio y Mier en uno de sus romances; San Julián, citado en el año 1181, en un privilegio por el que el Rey Alfonso VIII confirma y amplia con nuevas donaciones el Señorío Temporal de los Obispos y que algunos estudiosos como Laureano Pérez Mier sitúan en un paso entre El Campo y Lores, cerca de los terrenos donde se hallaba ubicada la desaparecida “Mina Eugenia”. Roblecedo, localidad citada en el Becerro de los Beneficios de la Catedral de Palencia, que desapareció de su emplazamiento originario a raíz de la peste negra y se anexionó a Celada para constituir así una nueva entidad: Celada de Roblecedo. Y Villanueva de Bañes, que aparece citada como Villanueva del Río en el Becerro de las Behetrías y que desapareció al ser cubierta por la