Hace unos años, cuando pasaba el mes de agosto en San Salvador, alguien me dijo: ¡vete a Verdeña, verás que pueblo!. Al principio me extrañó que uno de los pueblos más pequeños pudiese cambiar tanto. ¿Por qué?, ¿Quién era el artífice de aquello?, ¿Quién tenía tanto interés en asfaltar las calles de un pueblo donde sólo quedaban tres o cuatro casas abiertas? Vecinos del lugar, a los que conocía, me contaron que el alcalde había llegado a un acuerdo con el ganadero para que las vacas no entrasen en el casco urbano, acondicionando a cambio puentes y caminos del entorno. A medida que fue pasando el tiempo, el pueblo fue cambiando: jardineras nuevas, plazas, fuentes, la iglesia, el bosque de fósiles, la Casa del Oso...
Quería felicitarle por lo que consideraba ya un milagro, pero el alcalde vivía en Barcelona. El sacerdote no me lo puso bien y en los pueblos del contorno había comentarios para todos los gustos. ¿Cómo era posible que gobernase un pueblo alguien que no vivía en él la mayor parte del año? En uno de los breves que por entonces publicaba en el "Diario Palentino" bajo el subtítulo de “Impresiones”, cargué tintas contra él, negando en buena parte lo que se evidenciaba ante mis ojos. A mí me lo demostraría más tarde, como vocal de “Fuente Cobre”, persona inquieta, luchadora, buscando lo mejor para su pueblo y aportando ideas para mejorar estas comarcas, una de las últimas y por las que se desplazó desde Cataluña a Valladolid en numerosas ocasiones, fue la de conseguir una depuradora de aguas para las comarcas de Pernía y Castillería. Y lo que es claro y evidente es que lo hizo siempre poniendo dinero de su bolsillo para viajes y gastos. Por eso y por tantas otras cosas, al margen de lo que quieran ver sus enemigos declarados, el pueblo le respalda y le quiere.
He de confesar que nunca le di importancia al hecho de inflar el padrón en nuestros pueblos. Nunca me preocupó dónde estaba inscrito cada cual. Nunca lo comenté con nadie, ni siquiera se me pasó por la cabeza que un día, extrañado ya por las dimensiones que esta práctica ha llegado a alcanzar en otro punto de nuestra montaña, le dedicaría un comentario para llamar la atención de quien proceda y evitar, por ejemplo, que alguien gobierne un pueblo merced a los votos de personas que no nacieron ni viven en él, todo para extraer suculentos beneficios de sus pastos.
La prensa aireó bastante el engorde del padrón en Salcedillo, y una visita a las hemerotecas me sirve para constatar lo que ahora siguen denunciando algunos vecinos con el censo en la mano. Al alcalde se le atribuyen más de veinte empadronamientos en su domicilio, lo que le sirvió para ganar la presidencia de la Junta Vecinal. Gentes de las que nunca más se supo y que, de haber figurado en serio, los vecinos no necesitarían desplazarse a Barruelo para ir al médico. Pero la Fiscalía no quiere ver irregularidades con lo que estamos asistiendo a la Cruzada de un fulano que alcanzó el poder y se está apoderando poco a poco de un pueblo. Todo tiene una segunda lectura, depende de quien lo mire, depende de lo que cada uno quiera ver, o de lo que convenga a cada cual, todo depende.
Lo triste es que esta práctica que no pasa desapercibida para nadie, no sirva ni tan siquiera para comunicar a este pueblo en invierno, para obtener servicios de manera que invite a ser repoblado por gente de otros lugares, pero de verdad, no sólo para que un individuo consiga la Alcaldía sin haber demostrado antes que va a poner de su parte todo lo que pueda para que no se muera.
Imagen de Gonzalo Alcalde
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