Un vecino de Becerril de Campos, en la sección de Cartas, se muestra agradecido porque todas las partes, más o menos implicadas en el problema de las cigüeñas, cuyos nidos amenazaban con hundir la iglesia, se sentaron un día y decidieron trasladarlos.
La resolución no es nueva y el asunto del peso de los nidos preocupa seriamente a muchos pueblos de nuestra geografía. Hace unos meses, la Asociación Naturalista de Aragón se desplazaba a La Almunia para retirar cinco nidos de la Torre Mudéjar que estaban dañando la estructura del monumento y que impedían encender los focos por riesgo de incendios. El Instituto Aragonés de Gestión Ambiental aprobó la manipulación de estos nidos y su reposición con plataformas metálicas en lugares más seguros. Todo el mundo parecía contento con esa resolución de instalar “viviendas protegidas” para cigüeñas, todo el mundo menos las cigüeñas que ajenas a la programación del hombre vuelven sobre sus pasos. Y debe ser un síntoma curioso el provocado por esta especie, pues la red está llena de páginas donde se repite su fidelidad, el buen augurio que supone su llegada a los pueblos, el mimo que ponen para el cuidado de sus hijos, y la vistosidad de las bandadas en lugares emblemáticos de nuestra tierra.
Hace un años por estas mismas fechas les recordaba el viaje de Jonás, un pollo de cigüeña negra cuyos seguidores por Internet elevaron cartas de protesta a la Embajada Checa en España, cuando desaparecía su señal al ser abatido cerca de Doñana. Al hilo de todo lo que voy comentando, sigo con una buena dosis de escepticismo los programas de los hombres que, no contentos con manejar su entorno, bien con la oratoria, bien con las atribuciones que les confieren determinados cargos, nos sorprenden a menudo con los programas que aparentemente buscan la protección y las mejoras del resto de los animales.
Eso al menos es lo que se desprende de lo que en el País Vasco hemos conocido como “el proyecto cicoina”, que mantiene en cautividad a 25 cigüeñas que serán liberadas en el invierno de 2007. El lugar elegido, Urdaibai, es un espacio Natural declarado Reserva de la Biosfera, al decir de los entendidos, marco idóneo para lograr el equilibrio entre riqueza biológica y desarrollo económico, tratando de compaginar los ecosistemas con las actividades que el hombre desarrolla en la zona. El pasado otoño, Urdaibai apadrinó a 25 cigüeñas, todas ellas procedentes de Catalunya, a excepción de una que fue trasladada desde el centro de recuperación de Martioda (Alava). Interesa que estos animales se asienten en la reserva por lo que se las retiene durante dos inviernos consecutivos y al finalizar el segundo se las suelta con la esperanza de que vuelvan para reproducirse. Quienes realizan el seguimiento confirman que dos de los ejemplares han regresado a los asentamientos de la zona y para ellos basta con esta prueba. En la montaña palentina también tenemos una buena muestra, que está dando resultados satisfactorios en Barrio de San Pedro y Barrio de Santa María, magnífico refugio y escuela de la Naturaleza, lo que todavía hace posible que el hombre reconduzca su hábito ancestral de instalarse en los campanarios o, como en Villanueva, en su torre, con el consiguiente peligro que supone el excesivo peso de sus nidos.
Imagen: Pumar59
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