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A tí, mujer

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Matilde Herrero, tía segunda por línea parterna y vecina de Lores, guardaba como un tesoro los libros de cuentas y de historias, algunos de los cuáles recibí como herencia una vez que los sobrinos repartieron sus pertenencias. Matilde era una mujer noble. Siempre decimos cosas buenas de los muertos, pero sirva de acicate mi visita semanal a su casona, lo que activaba mis deseos de aprender cosas relacionadas con la tierra: cómo se desarrollaba el trabajo en sus tiempos de moza, cómo era la convivencia; tradiciones que se vivían con una vocación hoy en desuso; costumbres que hacían leyes, o servidumbre que ella misma experimentó en Piedrasluengas, donde asimiló tanto las coplas de aquel horquero trastornado, que todavía la recuerdo de pie, de espaldas a la trébede, en aquella cocina recogida (con una puerta lateral que daba al horno donde se hacían las mejores rosquillas del mundo); la lumbre a medio gas y sobre las parrillas un pequeño puchero, mientras la mujer iba recitando de una

Cuestión de carácter

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Cuando el presidente de una gran cadena de establecimientos recurrió a la fábula de la rana y el escorpión, pensé inmediatamente en trasladársela a ustedes para dibujar la situación que padecemos, que amenaza con encallar ese inmenso barco de ilusiones que durante los últimos años hemos venido manejando. Cuentan que una rana y un escorpión se encontraron un día a la orilla del río. Los dos querían cruzarlo. El escorpión no sabía nadar, pero le ofreció protección a la rana para que le ayudara. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 140

El monasterio

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Cinco kilómetros al oeste de San Salvador de Cantamuga, se encuentra el monasterio, que debió ser -conforme atestiguan viejas crónicas-el más importante de estas altas tierras del Pisuerga. Sanatorio antituberculoso, colegiata, abadía y seminario menor. El edificio se halla enclavado a los pies del monte, recogido al comienzo de un extenso valle, mirando de costado al Peñalabra. Para llegar hasta este rincón de la provincia, mansión que fuera del poderío eclesiástico, hemos de atravesar Lebanza, pueblo al que debe su existencia. En 1179, el obispo palentino don Raimundo, concedió 10 días de perdones a quienes trabajaran para reconstruir el monasterio, doblando la absolución a los vecinos que aportasen carro y pareja de bueyes. (Precedente que puede derivarse de las viejas ordenanzas de estos núcleos montañeses, como la llamada huebra de concejo, que tenla lugar en el mes de mayo y donde se acordaba la limpieza de las calles, excluyendo de la sanción de dos reales a aquellos vecinos

Toma el carbón y corre

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Como el hombre tropieza más de una vez en la misma piedra y esa piedra es el motivo de esta historia, he de pronunciarme con claridad sobre este asunto del carbón a cielo abierto que ahora ruge con fuerza hacia las tierras que miran a la villa de Guardo. Que no vengan ahora los empresarios anotando los puestos de trabajo que implica, porque sabemos cómo queda un limón cuando lo exprimen. Porque conocimos ya la devastación de Santullán y debemos intuir el incumplimiento de empresarios y políticos; los primeros, porque prefirieron perder el dinero que entregaban en depósito y, los segundos, alcaldes y concejales de los pueblos, porque desviaron el dinero hacia otros menesteres y se pasaron por alto la restauración de los terrenos. Esa es la gran verdad y, aunque deban matizarse algunos hechos, han de servir de ejemplo los calveros que dejaron abiertos. “Guardo no será un nuevo Barruelo” –respondió Evilio Morán en 1994 a un periodista de esta casa, haciendo clara alusión al eje vital

Antropología de la ferocidad

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Un miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se desplazó en la década de 1970 a las tierras de Liébana, cerca de nuestra provincia, para elaborar un estudio profundo de lo que el autor denominó “rara pureza”; “una estructura económico-social, una cultura y una ecología perfectamente tradicionales en los pueblos del norte de España”. Javier López Linage, que estableció en Bárago su cuartel general, ya dedujo entonces que sus reflexiones sobre aquella forma de vida podían ser aplicables, con leves matices, a todos los pueblos lebaniegos ya muchos otros de toda Cantabria. Aprovechando dicha coyuntura, iremos más lejos, para afirmar que tales definiciones nos alcanzan: la belleza es un caudal inagotable y no debemos olvidar que conservarlo ha supuesto un enorme sacrificio en los lugares donde no han sido buenos los accesos, han sido muy duros los inviernos y el censo de población –pese a las perspectivas turísticas que ahora se barajan– sigue descendiendo.