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Cinco monjas y un destino

Hay asuntos que nunca entenderemos, por más devoción y esfuerzo que pongamos en ello. Una de estas historias, de la que se han ocupado estos últimos días los medios de comunicación, habla de cinco monjas que viven o vivieron en el Convento de la Asunción, de Espinosa de Henares, en la provincia de Guadalajara. El obispo de Sigüenza les ha ordenado que disuelvan la Comunidad y abandonen el Convento. A estas monjas les viene como anillo al dedo aquel poema de Juan Ramón: "Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin gozo blanco, sin cielo azul y plácido... y se quedarán los pájaros cantando". La Iglesia que busca misioneros, que anhela vocaciones, que desespera porque parece que la devoción se está perdiendo, les ha dado una buena patada en el trasero a estas monjas de Espinosa, que cuidaban la huerta y repartían las horas entre el rezo y la limpieza del convento. Les han echado de casa y no ha servido la cuenta corriente con noventa millones que durante el s

La otra vía

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Alfonso J. Aparicio Mena, que me brindó el prólogo de uno de mis libros: "Tradiciones y leyendas", y que anduvo profundamente inmerso en ese mundo de las piedras, con la publicación de una revista 'Suiseki", ya escribía a propósito de "La otra vía', en 1984, mencionando entonces la tranquilidad y la imagen serena de estos pueblos: "donde la gente aún se sienta a las puertas de la casa las tranquilas noches de verano", y recuerdo ahora que, frente a tantos caminos como se nos brindan, proponía la alternativa rural. Veinticinco años después, aquella premonición de mi buen amigo se ha cumplido con creces, hasta el punto de encantar a mucha gente que nunca creyó que dicha alternativa consiguiese frenar el constante goteo de la emigración.   Para ver, hay que andar, otro lema que bien podría añadirse al de venir para volver, pues sabemos que la belleza que brota al otro lado de los pueblos, queda sólo a merced de montañeros y pastores. Es verdad

Momentos

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Todos nos hemos detenido a pensar alguna vez en la vida. Vivimos de momentos, de pequeñas compensaciones, de pequeños proyectos. Nos ilusionamos ante la simple proyección de un fin de semana, una cena con los amigos, un encuentro con la persona amada... Pensando en todo esto, sabemos que no es conveniente amarrarse demasiado a historias que no tienen sentido o que implican peligros para nuestra familia, para nosotros mismos. Si entregamos mucho más de lo que pedimos; si por norma general, merecemos mucho más de lo que nos dan, no podemos en un momento de descuido y de desconfianza echar por la borda tantos sueños. Excepciones hay muchas. Hay razones suficientes a veces para desanimarse. Los momentos gratos se cuentan con los dedos de una mano, por eso debemos reflexionar para tratar de conseguir el máximo numero de ellos sin volver la cara hacia el abismo, con la seria propuesta de vencer esa enfermedad que nos acecha, ese vicio que nos mina, ese malestar que nos atormenta a veces s

El precio de la fama

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Los famosos suben como la espuma. Cuentan a manos llenas sus triunfos. Sin ellos, la vida en estos años no tendría mayores alicientes para nosotros, los restantes mortales, casi todos preocupados por las historias pequeñas. Reconozco que a este lado de la tapia echamos de menos muchas cosas, aunque no imprescindibles para vivir, sí necesarias para viajar por este mundo que el ser humano se ha empeñado en cargar de veneno. Y nada se puede hacer, esa es la impresión general, mientras tanto, ellos siguen subiendo, siguen jugándose a una carta todo. Es triste que debamos conocer a duques y princesas por detalles que poco o nada tienen que ver con ellos, huyendo a diario de la ruleta de periodistas y fotógrafos que saben que una foto puede hacerlos millonarios. Ahí están los personajes disfrazados, representando un papel cada día, fundidos entre manjares generosos, reapareciendo entre alguna que otra fiesta benéfica, cansados ya de tanto maniqueo en las páginas de sociedad de los per

Cien pueblos

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Con las labores de la siega, el acarreo y la trilla, estos pueblos de montaña despedían los meses de verano. Ahora, veinte años más tarde, el trillo, la veldadora, los garios y, todos los aperos que ayer se utilizaban para poner la cosecha a buen recaudo, se pudren en las tenadas o, parcialmente rescatados, se lucen en los museos. Más o menos, cien pueblos, que en el transcurso de un siglo han tocado las más altas cotas de progreso y se han hundido al mismo tiempo con él, porque nuestra gente se fue al despuntar del mismo en busca de otros horizontes. Ciertamente, además de la historia y el valor de cuantos se fueron, porque tras ellos dejaban media vida, una familia, un pueblo, sorprende el tesón y la fe de cuantos se quedaron. Hoy a nadie le disgusta un pueblo limpio, una casa pintada, una pared bien compuesta y un huerto bien cuidado. Si además de esto, la casa temporalmente so abre y un perro ladra en la tenada, y varios niños juegan en la plaza, intercambiándose entr

La balada de los poderosos

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Alfonso Pascal Ros, poeta navarro, de Barañain, a quien encontré por primera vez en un suplemento cultural del diario madrileño ABC, cita mi nombre en el prólogo de la revista "Archione", (Madrid, 1994) –dirigida por Gonzálo de Luis–, entre media docena de personas. “Si uno no consigue hacer amigos, ayudar aunque sólo sea en sus reducidísimas posibilidades y amar a los demás, para qué sirve su obra. El gigante egoísta –añade– no fue feliz por completo hasta que los niños volvieron a jugar en su jardín”. “La casa del amigo es un refugio contra el mundo de las bocinas y del trepa, un Amazonas que se defiende de las palas y la especulación. Yo sé que hay muchas casas como esta, y son las que a mí me gustan.” Sirve este comentario de mi buen amigo para abrir el artículo de hoy, porque muchas son las pautas que en aquellas líneas suyas vienen dadas, de manera que sirven para justificar nuestro propio trabajo. La vida está llena de mentiras y, es posible, algún día lo sabr

Hogar de oficios

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Todos los artículos que vengo desgranando están confeccionados lejos de casa, en una ciudad llena de humo, por donde corre el metro más moderno del mundo.  Todo este movimiento que yo vivo casi como ustedes, a través del periódico, no me subyuga como pudiera hacerlo la casa donde nací tal día como hoy, hace 39 años. Es cierto que utilizo y comparto todos los servicios y adelantos que a empujones nos meten en ese siglo nuevo, en el que no pensaron ni los grandes genios de los ordenadores. Pero nada se puede comparar con este aliento que recibo del pueblo, con su escuela, con su iglesia, y ahora mismo con un movimiento de gentes que nunca antes alcanzó el norte de Palencia. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 200