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Esculpida la cacería de un oso

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En esta ruta por la comarca de La Lora, donde predomina el arte románico, llegamos a Villavega de Aguilar, un pueblo de dos barrios, entre Barruelo y Aguilar, donde aún se conserva gran parte de su iglesia románica de San Juan Bautista. Curiosamente, en uno de los capiteles historiados, puede verse esculpida la cacería de un oso. VILLAVEGA DE AGUILAR PARA SABER MÁS DE VILLAVEGA DE AGUILAR PINCHAR EN LA IMAGEN PARA IR AL ÍNDICE

A la luz de las velas

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Una de las cosas que más me gusta es viajar, conocer pueblos y ciudades, explorar rincones, recoger sonidos y costumbres de las que me han hablado otros. Consciente de que siempre quedan historias por saber, que todo es diferente cuando pisas las calles de estos pueblos, repito el viaje hacia aquellos puntos que me dejaron con la boca abierta, como es el caso de Pedraza y Sepúlveda. Tan impresionado quedé en la primera visita realizada en primavera, que he vuelto a finales de verano, cuando en Pedraza se celebran las fiestas patronales, con un encierro alrededor de la muralla. En el castillo de este pueblo mesetario se exhiben las obras del pintor vasco Zuloaga, quien en 1945 le dice al periodista bilbaíno Esteban Calle Iturrino: “Amo tanto a Castilla, porque me ha dado la plenitud de sus deslumbramientos y penumbras, sus oposiciones vigorosas de azules, granas y amarillos, y esos grises incomparables de sus lejanías caliginosas, los elementos cardinales de los fondos culminantes

Una Colonia Obrera

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Entre 1912 y 1920, se construye la Colonia Obrera de las Minas de Orbó (hoy Vallejo de Orbó), un ejemplo de los poblados obreros promovidos por la patronal que contaba con hospital, farmacia, economato, colegio privado y más tarde incluso cine el primero de la provincia, con capacidad para 400 personas. (51) El artífice de aquella construcción "paternalista" fue Claudio López Bru, Marqués de Comillas. VALLEJO DE ORBÓ Nuestros antepasados, que vivieron colgados de esa ferocidad o esa “rara pureza”, ajenos a cualquier tipo de homenaje, son dignos merecedores de nuestro estudio, amén de las consideraciones que los técnicos estimen oportuno concederles. Con esa misma premisa abre uno de sus libros Gonzalo Alcalde: “una de las muestras de salud cultural de cualquier sociedad civilizada, se mide por el respeto y el conocimiento de su más lejano pasado...” De este modo, la lectura nos lleva a la reflexión y al entendimiento de muchas cosas que en su día nos costó