La regurgitación de Riaño
Leyendo a Luis Urdiales en el "Diario de León", he comprendido el mensaje de Confucio: "Por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón". Los vecinos que luchan por recuperar el valle se hacen acompañar de un caldero de cinc, el mismo que utilizaban para regar los huertos o llevar agua al ganado y que ahora servirá, dicen, para vaciar el pantano. Yo añadiría, al hilo de esa rebelión de los calderos y de esa férrea voluntad de los leoneses despojados, que la memoria no se restaña nunca si no se recupera lo vivido, si se diluye en el tiempo lo que perdimos, en el caso de Riaño, como lo denomina este cronista apasionado: ocho pueblos y cientos de familias desahuciadas en un ecosistema irrepetible al sur de Europa. En total, 650 millones de metros cúbicos que para los damnificados suponen un monumento sin sentido al escarnio, porque veinticuatro años después de aquellos desalojos a la brava, a los que Luis se refiere como "golp