Seguir, a pesar de todo

Tengo la impresión, y en ocasiones lo he comentado aquí, que todo el esmero que nuestros antepasados pusieron para hacer más habitables estos pueblos se ha quedado relegado a un recuerdo. Eran otros tiempos, donde lo que se hacía para reparar calles o caminos, dependía de ellos mismos: ellos ponían el material y la mano de obra.



No es malo que llevemos en la memoria a quienes nos parieron y nos enseñaron a valorar esto, aunque pasan los años y por más voluntad que uno pone de manifiesto, por más optimismo que uno procure rescatar de dentro, todo camina hacia el ocaso.

A poco que uno pueda leer entre líneas,  hay como una manifestación de dolor en el ambiente que no se puede remendar. Pasa lo que pasaba entonces, cuando los pueblos estaban llenos de gente.

Quienes juran defendernos no tienen disculpa, porque el dolor se ha hecho más provincial y ya saben lo que le duele a cada uno, dejándolos a veces hasta sin argumentos.  Males y problemas que se resumen en uno: la despoblación. Y se ha hecho tal agujero, el daño es tan grande, que no se vislumbra por lado alguno un retroceso.

Estoy visitando estos días pueblos palentinos que no conocía, todos con historias interesantes; a veces, a pesar del boca a boca y de los medios de comunicación, historias nuevas que a uno le remueven la conciencia. Gentes que llegaron ilusionados para poner en marcha una casa rural o un pequeño restaurante y que pasados unos años han colocado el cartel de "se vende".

Aquí es cuando se aplica eso de que todo el mundo tiene su callo particular. En realidad sólo el que lo ha vivido sabe cómo se calma de verdad esa herida o esa ausencia. En todos los pueblos se cuecen habas. Cada uno mira de una forma los proyectos que se prometían y las obras que se llevaron a cabo.
Y mirando por ese lado las cosas, bastante triunfo es ya que quienes apostaron por ésto sigan adelante, en la medida de sus fuerzas.

LA MADEJA | DIARIO PALENTINO

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