ORÍGENES

03 julio 2004

Desde esta tierra auténtica...
julio 03, 2004 2 Comments
[Extraído del Pregón pronunciado en Guardo, con motivo de la entrega 
de premios del Concurso de Cuentos en 2004]

...Si lo que hemos visto hasta la fecha en Guardo, en Barruelo, en Aguilar, en Brañosera, en Cervera y en todos los pequeños pueblos que forman eso que venimos llamando la montaña palentina es un discurso de intenciones, es una amalgama de alabanzas; si lo que nos anuncian es un Parque Natural metido en una urna de mucho valor a la que sólo podemos elevar oraciones y gracias; si los que viven en estos pueblos durante todo el año, no pueden disfrutar de un hospital como los de Madrid o los de Barcelona, de unas carreteras, de una residencia, de todo aquello que en alguna etapa de la vida es un bien necesario y de justicia, entonces bien podemos decir que carecemos de líderes de la casta de Padilla, Bravo y Maldonado y que Palencia en este último y hermoso tramo de su piel es un mundo que no podrá integrarse jamás en la explanada.



En el verano de 1975, Quirino Fernández publica “El Señorío de Guardo”, el primer libro sobre una villa con más de mil años de antigüedad, pero la investigación más exhaustiva, el rigor, la guinda la pone hace poco más de un año Jaime García Reyero, con un libro donde sale a la luz una larga y orientativa historia de este pueblo. Esto viene a demostrar una vez más –y no lo digo para impresionar a nadie– que la montaña palentina como tal nunca ha existido para el resto del mundo.

En 1987, la Institución Tello Téllez saca a la luz una separata del poeta palentino Jesús Alonso Burgos, donde cuenta los relatos de viajeros extranjeros por la provincia de Palencia durante los siglos XVIII y XIX.

Notables geógrafos, militares, diplomáticos, viajeros de otras épocas que llegados ocasionalmente u obligados por situaciones de peligro como la peste, hablan de una Palencia donde la montaña apenas existe. Algo nos menciona el gran geógrafo de la antigüedad Estrabón que, curiosamente, nunca estuvo en España, pero se guía por el comentario y las impresiones de otros viajeros como Polibio, Posidonio, Artemírodos...

Aseguran que el romano que más se ocupó de los vacceos fue Appiano Alejandrino que, en su obra “las guerras ibéricas” da cuenta detallada de las campañas militares de las legiones romanas en España y donde resalta el heroísmo y el valor de los vacceos del sur.

Algo se comienza a vislumbrar la montaña, muy poco, en autores como Sánchez Albornoz, allí donde se habla de la dilatada y fatigosa repoblación, realizada sobre todo por gente venida del norte y donde se citan pueblos como Báscones de Ojeda, Basconcillos, Báscones de Ebro... etc. Gallegos, Asturianos, gentes del norte que llegaron a estas tierras atraídos por los beneficios que los señores y los reyes concedían a los repobladores y que en buena medida, vienen dados en las behetrías, origen y fermento del posterior derecho castellano”.

Pero, ateniéndome al consejo de Apeles, no vengo yo a politizar este discurso, sino a recordarles que, a los ojos de aquellos que nos vieron, nuestra tierra es única, nuestra tierra es auténtica, es como una especie de Palencia escondida, reservada para unos pocos ojos, disfrutada por una pocas almas que no ven en la ausencia y el olvido de sus administradores un impedimento para forjar su vida en ella.

Hace unos días, una internauta que desde pequeñita viene todos los años, daba en el blanco de todas las dianas con una frase que lo dice todo y bien podría servir para publicitarla: “Me gusta tanto la montaña palentina, que todo me parece único e imposible de encontrar en otro sitio”.

Vista la impresión tan admirable que despierta, no podemos evitar que exista un cierto temor a proyectar su imagen, miedo a romper con lo que heredamos, con lo que nos queda, con aquello que nos identifica y nos diferencia de los otros.

Pero no podemos seguir mirando atrás si queremos que nuestra tierra siga viva.

Cuando yo hablo más arriba, en los pueblos de la línea divisoria de nuestra provincia, de nuestro origen cántabro, hay una especie de rechazo, de negación, de miedo, como si nuestro pasado guerrero estuviera enterrado y con él los ancestrales ritos, la tradición del fuego que aún conserva Velilla y tantos juegos y costumbres.

Tal vez la duda sea cada vez más pequeña, desde que en Santibáñez de la Peña aparecieron los importantes vestigios que hablan de un castro cántabro y tres campamentos romanos.

A mediados de abril, en la presentación del libro “Boedo–Ojeda y Ribera” de Roberto Gordaliza y Miguel A. Ortiz Nozal se dijo que con aquella publicación se pretendía recuperar la historia de los despoblados.

Yo pienso que es preferible no perderla del todo para luego hablar de ella, sino hablar de ella, promoverla para que siga existiendo un hilo de vida donde no se pierda nada, un hilo que nos conecte a lo que fue y a lo que venga.

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26 junio 2004

Leer y comprender
junio 26, 20040 Comments

Un libro es un regalo. Cualquier libro por pequeño e insignificante que parezca, va impregnado con el sentimiento de un autor, muchas veces anónimo, que generalmente escribe, como los antiguos, por amor. En todos los casos, el dinero, la fama o el injusto olvido vienen después.




Sentado este precedente y con el respeto que me merece la obra y, sobre todo, la persona que está detrás, conviene hacerse algunas consideraciones en aquellos libros que hablan de la montaña palentina.

Cada quien es libre de hablar o de escribir de lo que le plazca, pero hacerlo por capricho de una tierra a la que sólo se la conoce por referencias, no me parece serio. Todos los autores que han soslayado esta premisa, y se han referido a nosotros incitados por un efecto de atracción, han caído en la trampa, se han volcado en excesivas referencias a otros autores, vivos o muertos, y han confundido cantidad de cosas: vocabulario, enclave, citas, términos que son la esencia y el baluarte nuestro.

Por ejemplo, uno de los criterios que no comparto es la división que se hace de la montaña en muchos libros, cada uno a su criterio o a gusto del patrocinador. Previamente, los autores, que ya intuyen el riesgo que conlleva hacerse cargo de ello, emiten una señal de advertencia, se lavan las manos como Pilatos: “Nosotros escribimos, pero lo hacemos conforme nos exige el editor y tiramos por la calle de en medio”.

Un libro es necesario. Nos abre las puertas a un mundo desconocido o ignorado. A veces es la única herramienta que nos queda para recordar a quienes conservaron para nosotros la entraña verde con sus rocas salientes y sus pastos; las casonas de piedra, con sus corrales y bodegas; la enhorabuena a la moza del pueblo que se desposa, ritos y lecturas que despiertan la admiración y el comentario.

Es verdad que muchas historias se apagaron con ellos, pero los libros rescatan el pasado, ponen luz a la historia, remueven las conciencias para que valoremos en su justa medida lo que ahora queda y, en definitiva, nos alientan para que, frente a tantas negativas y controversias como se suscitan, sigamos defendiendo el legado familiar.

Cualquiera puede hacerlo. No debemos interponernos ante las expresiones de otros ojos, pero algo debemos tener bien claro: nosotros no podemos abandonar nunca. Más allá de todo el protagonismo que las generaciones futuras quieran darnos, debe prevalecer la voz y el pensamiento de quienes lo heredamos. Esa y no otra es la razón por la que, mientras me quede aliento,  estaré siempre a vuestro lado.

Imagen: Toño Gutiérrez

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17 junio 2004

Prohibir es una ley variable
junio 17, 20040 Comments

Un grupo de intelectuales encabezado por "Peridis", la poetisa Amalia Iglesias, catedráticos, profesores y periodistas, firman un escrito que recoge el periódico "Carrión" en la segunda quincena de marzo: "Campoo–Los Valles, zona amenazada".




Qué tarde hemos comenzado a darnos cuenta del aislamiento, de la despoblación, de la situación crítica en la que ha vivido la montaña durante los últimos lustros.

Ya estaba yo pensando en mi locura, dándole vueltas a mis juícios, renegando de algunas opiniones vertidas, seguramente en una especie de estado catatónico, cuando motivados por las voces de auxilio y los programas de protesta lanzados por los ecologistas comienzan a generarse dudas y preguntas de un amplio colectivo de personas vinculadas de algún modo a Palencia. Esto me distrae, cuando menos, alimenta la bandeja de los artículos venideros y me deja tranquilo respecto a ese pensamiento negro que en forma de fantasma viene a pedirme cuentas.

La duda es un escollo que, hagas lo que hagas, aparece en el horizonte y no encuentras a nadie que pueda despejarla. Tu familia te ve muy implicado para nada que ganas, tus amistades encuentran divertido un sermón semanal en el "Diario Palentino" y, la indiferencia de la mayoría de los que viven aquí, y están expuestos a ese peligro de empresas que contaminan o de abandono y olvido en otros aspectos, te lleva a preguntarte si merece la pena, para qué sirve el pataleo y adónde nos conduce el manifiesto y la preocupación, que bastante tenemos allá donde vivimos como para meter la cabeza en asuntos de los que, por error, ignorancia u orgullo, pasan olímpicamente aquellos que son en realidad los que deben enfrentarse a ellos.

Desde que el mundo es mundo, el hombre ha tratado de dominar la Naturaleza. Sabemos que la ambición del ser humano no tiene límites: desde la economía de aprovechamiento, de la recolección de frutos naturales, hasta la consumista y tecnificada que ahora mismo nos invade en todos los aspectos. Tales actividades se han venido desarrollando sobre el mismo suelo, bajo una misma atmósfera, a orillas de los mismos ríos, cultivando los mimos productos y defendiéndose de las mismas plagas; explotando las mismas minas hasta dejarlas agotadas...

En el caso de la montaña palentina nos sorprende el cambio tan brutal de un mundo que, merced a ese alejamiento padecido, a sus duros inviernos, a su mala comunicación, lo que menos esperaba era que alguien se fijase en ella para instalar aquí una empresa de la índole que fuera. "Para este viaje –dicen los que se levantan con uñas y dientes contra los proyectos de Barruelo y Mataporquera– sobraban las alforjas".

La técnica, que ha favorecido y acelerado el proceso destructor en otros lares, amenaza a nuestra zona, ahora que, paradojas de la vida, parecía más protegida que nunca con el nombramiento de Parque Natural. Un lector que me sigue, se hace la siguiente relfexión en un largo texto que remite a la redacción del nuestro diario: "Hay que ser realistas. Hay que defender lo que queda. Según se mire, puede ser mucho o poco. Nos queda el entorno natrual, de momento. Esperemos que los especuladores que nos lo quieren arrebatar tarden en venir".

Claro que, para evitar todo accidente y para que la mencionada especulación no se produzca, lo más cómodo es impedir que una empresa eche a andar sin concederle el beneficio de la duda.

Si en Madrid, en Barcelona, en Bilbao y en tantas otras ciudades se hubiera tenido tanto en cuenta el humo y los peligros para la salud que conlleva trabajar en muchas fábricas, es posible que la revolución industrial no hubiera cambiado tantas cosas. También se muere en la carretera. El tabaco también mata.

Especular también es censurar. Para crecer y avanzar hay que arriesgarse. Si hay empresas, hay trabajo, hay familias que vivirán aquí y entonces se pensará en escuelas, en hospitales, en carreteras, en servicios. Y levantar la voz para que se nos oiga no será cosa de un periodista.

Es evidente que hay un lugar para la protesta y un lugar para que los responsables, teniendo en consideración todas esas leyes que estudian y manejan, supuestamente para que la sociedad mejore (conjúguese permisividad, peligrosidad, compatibilidad...) aprueben o desaprueben la instalación de una empresa.

No vale que, calculando la dirección del viento, vengan a oponerse radicalmente los mismos que están pidiendo a gritos medios y soluciones para que la montaña no se muera.

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22 mayo 2004

Tremaya en la Web de José Luis
mayo 22, 2004 2 Comments

Decían que era verdad
pero yo no lo sabía
que para encontrar la paz
hay que estar en La Pernía.






Hagamos punto y aparte. Viajemos a los "campos rotundos", al contorno dominado por otro viejo y desaparecido monasterio, el de Santa María de Viarce, fundado en el siglo XIII, cuya ubicación algunos autores señalan en un cerro y cuyo entorno —al decir de Sebastián Miñano— se asemeja a los Alpes de Italia.

No quiero yo traspasar con mi alabanza y encendido boato ninguna frontera. Esto es como es, con sus cerros, con sus prados, con lugares donde se ocultan importantes vestigios de nuestro pasado, siempre a flor de piel un sentimiento especial que parece bañarnos, como si nos incitara a tomar estos territorios, antaño acotados por el Conde, y vivirlos, y cambiar rotundamente este modo de vida que llevamos, mirando de continuo al precipicio.

Asomados al valle de Redondo, una denominación que se me antoja nueva, pues hasta hace poco tiempo nunca habíamos separado tanto estos núcleos del valle de Pernía, la lectura es sorprendente, como la propia leyenda en que se mece y donde se citan con regusto Las Peñas del moro, bañadas por el Rubiarce y el Pisuerga, que tiene aquí su cetro. La sorpresa no la provoca el viajero, sino el exhuberante paisaje, las majadas donde pastaban en verano los rebaños de merinas...

En este ambiente de verdor y armonía nacieron los hijos de esta tierra, algunos investigados por Laureano Pérez Mier, de cuyos interesantes trabajos guarda una buena muestra este viejo y querido diario.

Antes de entrar en materia o, metidos ya en ella, quiero recordar las alabanzas que los viajeros de otras latitudes le dedican a esta tierra, a través de sendas cartas remitidas a José Luis Estalayo, el nieto de Ninfa, oriundo de Tremaya, y que éste refleja en su página web.

"Soy de Valencia –dice Mónica–. De allí donde ya no existe la naturaleza. En pocas semanas visitaré tu pueblo, dormiremos en la vieja escuela que ahora han convertido en un albergue los del Sindicato. Después de ver tú página, cuento las horas que me separan para llegar al paraíso que describes. Espero que no me defraude, mejor, estoy convencida de que no me defraudará..."

Y para desterrar cualquier duda, busco la impresión de otra mujer, Blanca Dumont que, como la anterior, viene por primera vez influenciada por las palabras y las fotografías que José Luis publica en Internet.

"Llegamos por fin a Tremaya. Las palabras se me quedan cortas. No te puedo expresar lo que sentí en ese lugar donde sólo se ve patente la presencia de Dios. En esa naturaleza tan admirable, solamente podía decir: ¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en todas estas cosas tan hermosas donde tu poder y grandeza se hacen patentes!. Montañas, verdor, silencio interrumpido por los pájaros y ruidos de cencerras de ganado cercanas, respirar aire puro..."

Ya en la introducción de su página web(*), la tierra se hace más y más deseada desde Méjico. El autor, a quien conocí personalmente en agosto de 2001, recoge la leyenda y la toponimia con un despliegue de mapas, pueblos que forman La Pernía, presidentes actuales de las Juntas Vecinales.

De esta forma sabemos que, en Areños, hay cuatro casas abiertas en invierno, su iglesia está dedicada a San Miguel y en los diplomas de Alfonso VIII (siglo XII), figura como "Arenius", palabra que deriva del latín clásico "arena" o, también, árido, pedregoso, que quiere decir terreno arenoso. Sin embargo, comprobado que allí no existe arena en cantidad significativa, nos inclinamos por un posible origen ibérico: en euskera ar–enea es "finca del valle", lo que coincidiría con otros nombres ibéricos cercanos: Verdeña, Vañes, Vergaño. En último caso en la citada información se apunta la posibilidad de que pudiera hacer referencia a un repoblador llamado "Arenius".

Es curioso la importancia que le damos al conocimiento de la tierra donde nacieron nuestros antepasados, como es el caso de Lorenzo Luengo que nace en Argentina, pero se interesa por su abuelo Mariano Luengo Gonzales, que nació en Areños en la última década del siglo XIX y se trasladó a Argentina en 1907. "Yo busco huellas de mis antepasados españoles a quienes no conozco. Cualquier dato, cualquier referencia, alguna historia, todo me interesa".

¡Estar en La Pernía es vivir! –dice José Luis en un arrebato de pasión que le devora, que yo creo que muy pocos entienden y que, una gran mayoría de los que viven aquí, no lo comparten, en base a ese distanciamiento generacional que se ha ido abriendo con el tiempo. Ahora se impone la rapidez. Queremos ver la foto al instante, no importa la calidad ni el mensaje que encierren.

"Aquí se conserva la naturaleza aun inocente. Tremaya te seducirá, tiene un halo mágico que lo impregna todo y te llevará de lo inquietante a lo maravilloso. Sus contornos son una eterna sinfonía inacabada donde se funden las colinas con el cielo, lo real con lo imaginario, y lo inesperado con lo sutil.”

Esa es la palabra, la visión, el sentimiento que domina la página web de José Luis.

_______

(*) A fecha de hoy, José Luis ha cedido la página web, a la Asociación Amigos del Valle de los Redondos

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15 mayo 2004

Redondo en los ojos de Isabel Pesado
mayo 15, 20040 Comments

Con el título "Semblanzas y Poesía: México y Palencia a través de la familia Mier y Pesado", el miembro de la Tello Téllez Manuel Revuelta González abrió el curso académico 2000/2001. Isabel Pesado estaba casada con Antonio de Mier, y ya en 1957, el canónigo Laureano Pérez Mier, tío carnal de José María Pérez, "Peridis", publica en el "Diario Palentino" el expediente de filiación e hidalguía, donde se descubre la semblanza de Gregorio de Mier y Terán, nacido en San Juan de Redondo, que emigró a Méjico.






ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO
VER DOS VECES LAS COSAS
FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020
LECTURAS EN EL BLOG +DE 750

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09 mayo 2004

Viaje al valle de Redondo
mayo 09, 2004 2 Comments

Metido en este rosario de recuerdos, viajamos estos días por el valle de los Redondos. Sé lo difícil que es volver hacia atrás en el tiempo y colocar en su justo término cada una de las escenas vividas: las gentes, las costumbres, los modos y maneras. Son mensajes esculpidos en las piedras, son vidas apuradas al máximo, historias descarnadas, calamidades que no faltan, olvidos que te obligan a aguzar el ingenio, a sacar a flote tus recetas para matar el tiempo.




Cuentan que, el escritor gallego Ramón María del Valle Inclán, el autor de “Tirano Banderas” y “Luces de Bohemia”, acudía a una tertulia frecuentada por médicos. Uno de ellos, que había pasado ya la barrera de los sesenta, se quejaba de lo baldío de la vida, de la falta de interés por las cosas que sienten los viejos. Para el acomplejado doctor no había manera de encontrar interés en algo para matar el tiempo”. “¡Matar el tiempo, matar el tiempo! —le espetó el escritor gallego, cansado de oír tanto lamento— ¿Y de eso se queja usted, que es médico? ¡Pues recétele algo, hombre, recétele algo!.”

En los próximos artículos recojo la voz y la nostalgia de las gentes de este valle que emigraron, como la de José Luis Estalayo que utiliza las nuevas tecnologías para recrearse y recrearnos. Este franciscano es incansable: indaga, aprovecha los viajes a su tierra, a la tierra de sus antepasados para llevarse un importante documento.

Tal es la obsesión que le domina, que elabora un aluvión de preguntas para remitírselas a Luis Guzmán Rubio, maestro de Tremaya en 1945, que aprende más que enseña en aquellos lugares. Luis, influenciado por la tarea de su padre, recoge escenas frescas, costumbres hoy perdidas, documentos gráficos donde se contempla en un rústico estilo el nacimiento de la danza en la montaña palentina.

Como intervengo de correo, abuso de la amistad que Luis y Cristina me dispensan cada vez que bajo a Palencia. No quiero perderme nada. Además de una extensa carta donde responde con creces a las expectativas de su paisano, que implora desde México una señal perniana, Luis le remite copias digitales de dos fotografías. En una de ellas, tomada al anochecer, aparecen los mozos y mozas de Tremaya y, en la otra, el grupo de Danzas de Areños, que causó revelación en aquellos tiempos. Para la vestimenta utilizan manteos, escarpines, albarcas y pañoleta. Bailan al ritmo del tambor y la pandereta con la melodía del canto de mozos y mozas, a ritmos de 3/4 , 6/8 ternarios y también binarios.

Al bombardeo de preguntas, como niño que busca, Luis se entrega y devora capítulos, como quien los revive: las rogativas, los zamarrones, el ollón, las meriendas sufragadas con el dinero obtenido de las peticiones en las bodas, la enramada y los juegos de “el pite”, “la zapatilla” y “la vigarda”.

“Todo me parece poco –escribe Luis– para mandar a quien desde muy lejos añora la bendita tierra”.

Cuando yo contaba veinte años, viajaba por todos estos pueblos y, en Tremaya, visitaba a Ninfa, la abuela de José Luis y a Lorenza, que hacía bailar la pandereta, pero deseo que entiendan que lo que yo cuento aquí es una mínima parte de la historia que corre por las venas del hijo de tan ilustre maestro: cada una de las personas que emigró en aquellos años, cuando todavía la montaña estaba llena de gente. Recuerda a Eduardo de la Hera, doctor en teología, colaborador de esta casa; Ángeles Francisco Buedo, hermana del Sagrado Corazón de Jesús; Blanca, hermana de la anterior, que falleció de misionera en Chile; su hermana Gloria, que anduvo por los mismos caminos hasta recalar en Barcelona. Julián Párbole, dos de sus propios hijos y tantos otros que hicieron posible su impregnación total de aquella tierra.

Nuestra pasión no es absorbente, más bien es envolvente. Se trata de transmitir emociones y recuerdos de historias que marcaron un momento de nuestras vidas, de la vida de los nuestros. Y queremos transmitírselas al mundo, que no se pierda su mensaje, que no se diluya entre la niebla esa especie de magia que envuelve estos lugares.

Es comprensible también que estas gentes tengan miedo a una masificación del turismo que rompa y rasgue ese halo fugaz al que todavía se agarran con fuerza, pero la tierra queda siempre y es importante que quienes sientan algo de algo por ella, la valoren y muestren su riqueza, que es otra manera de compensar las pérdidas.

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17 abril 2004

Que hable Alejandro
abril 17, 20040 Comments

Lo que te descoloca de verdad es el silencio. Hablando o escribiendo uno comete errores, orienta o desdibuja una situación para la que cada uno encontró un apósito válido; trastoca o rompe la idea que otros tuvieron sobre la misma cosa. Escribiendo o hablando, uno se decanta por algo o por alguien. "Hablando se entiende la gente" –apostilla el vulgo–, aunque no siempre.



Lo cierto es que, cuando alguien calla, nadie sabe dónde otorga, o lo que le preocupa, o lo que a su juicio debe preocuparle por el cargo que desempeña. ¿Cómo y hasta dónde debe preocupar la instalación de nuevas empresas en la zona norte?

Esa es la pregunta a la que deben respondernos las autoridades de los pueblos donde van a instalarse.

Mitchel Cohen, en un largo y apasionado ensayo sobre residuos tóxicos y el Nuevo Orden Mundial, se refiere a ello como una industria lucrativa, una forma intencionada de cercar tierras y recursos. En un lenguaje demasiado técnico, Cohen lo analiza como un medio de proletarizar a campesinos y aldeanos, llevándoles a nuevas formas de explotación del trabajo y de la Naturaleza

"Como la oposición al vertido de residuos tóxicos y a la incineración de basura peligrosa se apasiona, convirtiéndose en movimientos políticos masivos, hay un entendimiento creciente de que ni las regulaciones gubernamentales ni el mercado capitalista son capaces de suministrar protección adecuada para los ecosistemas naturales o para las comunidades afectadas por la contaminación mediambiental".

Ni que decir tiene que, a todos nos preocupa el medioambiente, cada día más, y que hay muchas dudas planteadas en cuanto al establecimiento en la zona de empresas que –según la Coordinadora contra la Central de Salinas– llegan a Barruelo con un horno de vitrificación de residuos a 8.000 grados y varias cadenas de valorización de residuos de dimensiones descomunales.

Cuando amenazan con historias tan grandes en una zona tan aislada, se nos viene de inmediato la pregunta a la mente: ¿lo hacen aquí porque es más barato? ¿Lo hacen aquí porque ya no quedan fuerzas vivas que puedan oponerse?.

Y más que la instalación de una empresa, sea del tamaño que sea, estimo que a todos nos echan para atrás un poco las respuestas tan ambiguas de la administración en empresas que se instalaron en otros puntos con gran bombo, incumpliendo reiteradamente la normativa, como ocurrió con las granjas de Guardo.

También en eso deberíamos tomar ejemplo de otras comunidades. A primeros de año se hacía pública una sentencia del Tribunal Supremo que ratificaba el año de prisión y una multa de 36.000 euros impuestos por la Audiencia de Barcelona a un vecino de Vallromanes que había levantado una granja de cerdos sin licencia. La sentencia constató que "los vertidos de purines en los acuíferos subterráneos determinan grave alteración, con daño de tales acuíferos, así como grave riesgo para la salud de las personas por ser potencial foco de transmisión de enfermedades".

Cuando yo me refería en artículos pasados al silencio que acompañó la actividad de la minería, lo hice no sólo por las personas que murieron dentro y fuera, como consecuencia de los accidentes o de la enfermedad, sino porque una de las actividades que generan este tipo de residuos tóxicos y peligrosos, además de la energía nuclear y la industria, es la minería.

Vivimos un momento en el que a todo nos enfrentamos y todo nos da miedo, pero sería conveniente también que quienes han hablado, aquellos que se oponen radicalmente a la instalación de una empresa de estas características, refuercen su postura con la presencia en el debate de Greenpeace, la asociación internacional que en los últimos años se ha volcado de manera especial en los problemas derivados de la contaminación tóxica por emanaciones.

Y por otro lado, Alejandro Lamalfa, que en el último lustro del pasado siglo formó parte de una comisión especial sobre la prevención y asistencia en situaciones de catástrofe, no sólo como Senador de Palencia antes, sino como alcalde de Barruelo ahora y, sobre todo, como médico, debe explicarnos a conciencia el alcance de estas empresas que se proyectan, la peligrosidad y el riesgo que conlleva vivir cerca y, ante todo, que quede en algún sitio bien firmado que el salto a la torera de la normativa dará lugar a acciones inmediatas, contémplense como sanciones o cese de la actividad si fuera necesario.

Lo que no podemos tolerar en ningún caso es el silencio cuando por medio está el consabido nombramiento de Parque Natural a una zona donde se limitarían todas las actividades peligrosas. 


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