Caloca, mi paisano de Piedrasluengas, echaba pestes hace unos días en una red social, por el panorama que se nos avecina y que tiene que ver con el último tramo de carretera que padecen desde hace 30 años los pernianos, antes de entrar en Cantabria.
Pero estoy de acuerdo con Caloca y hasta he aplaudido su misiva de Facebook, porque, cuando pasan los años y te van dando largas a un asunto que afecta de lleno a la comunicación de los pueblos, no esperas más y gritas lo que te nace dentro, “Váyanse a la mierda de la mano”, lo que te ha ido naciendo de rabia y resquemor ante esa fórmula de dar largas a un problema que viene desde hace medio siglo. Qué importa que luego se tiren media vida debatiendo para ponerle freno a la despoblación, cuando no arreglan las carreteras , dejan morir los ambulatorios, cierran los cuarteles de la Guardia Civil, la Oficina de la Seguridad Social de Cervera... Se pierde todo aquello que nos acerca un poco a los servicios de los que carecemos. A los servicios que necesitamos urgentemente para vivir en ellos. Vamos a Palencia a resolver un tema, ya tienes 130 km. de por medio y es habitual que llegues, y te digan, vuelva usted mañana, como si estuvieras viviendo allí, a dos pasos.
Personalmente, creo que lo que quieren hacer con la carretera es otro apaño, uno más qué importa, pues no se entiende que Cantabria invirtiera cerca de 15 millones en un tramo más corto y sin puentes y la inversión en nuestro lado se presupueste años más tarde en nueve millones solamente. Su apaño nos aleja un poco más de una solución digna, otro parche, otro relleno que no ayudará a la recuperación de estas comarcas.
Eso sin contar los meses que ha de someterse a trámites, y los tres años que se han estimado que tardará en ejecutarse.
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