Cantamuda/Cantamuga

Estaba yo ilusionado porque presentaba en mi blog curiosón la colegiata de mi pueblo, que ya habíamos publicado con anterioridad en este diario y que volveremos a publicar, si no hay impedimento, a primeros de año en la nueva serie que estamos preparando y en la que hacemos un recorrido por iglesias y eremitorios del norte palentino.




Tuvo una excelente acogida, añadiendo imágenes nuevas de su interior servidas por mi compañero de partida y amigo José Luis Estalayo. Pero el resultado se empañó un poco porque en varios grupos de facebook se rebelaron contra el nombre del pueblo con el que yo lo nombro: San Salvador de Cantamuga. Ya he explicado muchas veces que el oficial desde hace muchos años es Cantamuda, pero que es legítimo también, que no es capricho personal, el de Cantamuga al que nos referimos muchos lugareños. Basta con que tecleen Cantamuga en el buscador para que encuentren libros, escritos y referencias de Instituciones y estudiosos al topónimo. El poeta Manolo Bores, nació en San Salvador de Cantamuga, así lo cita él mismo en la solapa de uno de sus libros. Para Victor de la Serna, en su “Ruta de los Foramontanos” es San Salvador de Cantamuga” (canto o mojón de la muga o límite). Para el toponimista Roberto Gordaliza, en su obra “Toponimia Palentina”, es legítimo el nombre de Cantamuga, pues su verdadero origen está en la palabra muga. Magdalena Castrillo Herrero titula: “Desde Bahillo a San Salvador de Cantamuga en el estudio del léxico del norte de Palencia”. Jesús Castañón, en el cincuentenario de la Revista Literaria Jorge Manrique, habla de la Colegiata de San Salvador de Cantamuga.

Y uno de nuestros autores locales, Laurentino Ruesga aborda la evolución del nombre, el puente medieval y la iglesia de San Salvador de Cantamuda en uno de sus últimos libros, y demuestra la convivencia que a lo largo de los siglos han tenido las fórmulas Cantamuga y Cantamuda. Como para nada es un procedimiento complicado y en base a las razones históricas que nos avalan, San Salvador sería de Cantamuga y no de Cantamuda, aunque el apelativo sirva para recrear la leyenda de la sirvienta que cantó su inocencia al llegar al pueblo sana y salva después de salvar el precipicio de la Peña Tremaya. Hasta Unamuno, en “La eterna reconquista”, habla de la “iglesiuca románica de San Salvador de Cantamuga”

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