La Moza de Campos

A mis sesenta años, es la primera vez que viajo a Támara de Campos, lo que, en principio, debiera avergonzarme, porque no estamos hablando de un pueblo más cualquiera. Una vida entera metido en la montaña, me ha llevado a la conclusión de que no debemos obviar la vida de otros lugares donde se repite a estas alturas de la vida, como en los nuestros, esa imagen de decadencia que infiere el gusano de la despoblación.



Me sorprende cada resto de muralla que encuentro, el adoquinado de sus calles; la limpieza de su entorno, en la que procuran esmerarse -según la voz de un camarero- sin que nadie se lo imponga, ni les convoque a ello un Concejo de los de antes.

Sus orígenes pudieran estar relacionados con la fundación del monasterio de San Miguel en 960. Támara era una de las Nueve Villas de Campos que compartían términos aunque se regía por ordenanzas propias. Ahora sabemos que aquel curioso gobierno federado se reunía en esta población una vez al año.

Froilán De Lózar
Castilla y León es vida
A modo de pinceladas, como de puntillas, el libro está lleno de interesantes curiosidades desconocidas y de referencias -algunas también desconocidas-: Toponímicas, históricas, monumentales, paisajísticas, culturales y gastronómicas.
€16,00 Tapa blanda


En una nave de las afueras asistimos al despalille de las uvas, invitados por Paz Medina-Castellanos, mujer que apostó por el turismo rural de calidad hace trece años, reformando una casona del siglo XVI. En la planta baja, el bar de la casa, donde se conservan los elementos utilizados en la elaboración del vino.

Al lado del hotel, la monumental iglesia de San Hipólito, único ejemplo del mundo que luce un órgano sustentado en una sola columna de madera, y donde llama la atención la reja castellana en la que trabajó Francisco Martínez, un herrero de Osorno.

Explica con mucho mimo Concha que en Támara tuvieron mucha suerte, ya que Alfonso XI nació el día de San Hipólito y aportó una importante suma de dinero para la construcción de su iglesia.
Sancho IV dio libertad para pedir limosnas por todo el territorio, y el pueblo y los pueblos limítrofes se juntaban y subían al páramo con sus borriquillos y sus alforjas, las llenaban de piedra y se lo ponían a pie de obra a los canteros. Así se construyó la llamada “catedral” de Támara, o lo que en voz muy familiar suele llamarse la Moza de Campos.

La Madeja, Diario Palentino

LO + VISTO

Pueblos desaparecidos

Pueblos desaparecidos y despoblados (II)

El descubrimiento del carbón

El Santuario del “Carmen”

Curavacas

Guardo