Hay lugares cercanos que desconocemos, con historias y encantos similares a los que por aquí vamos contando de nuestra montaña palentina. Es el caso del valle cántabro de Valdeolea que comunica con los nuestros por la sierra de Hijar y que es clave para conocer el proceso de romanización que allí se hila, un proceso que nos alcanza y nos hermana de algún modo, pues aquí llegaron algunos de los maestros canteros que trabajaron en las nuestras y uno de cuyos ejemplos lo encontramos en Las Henestrosas de las Quintanillas, una pequeña población a 7 kilómetros de Mataporquera.
El buen tiempo nos permitió disfrutar de un menú especial en La Cuchara del Camesa, un rincón encantador levantado en Olea, uno de los pueblos más grandes de la comarca, donde todo es diferente a lo que viste antes en otros sitios, con una visión estupenda del valle y donde uno se queda alelado con todos y cada uno de los detalles que adornan el contorno: bancos de madera o de piedra, simpáticos bocetos en los mojones, un lugar para la siesta en la planta superior, con una biblioteca muy bien alimentada con las publicaciones que se han ido haciendo de estos lugares y, en fin, manos artesanas que no sólo miran la naturaleza sino que ponen el mismo mimo en cada plato que presentan: ollas ferroviarias, con una buena muestra de las alubias de Saldaña; trillos de calabacín o tocineta, orujo de los Camachos de Liébana...
Es la primera vez que me adentro en este valle. He de volver muy pronto. Si es posible, en primavera, que hay muchas cosas que admirar en este lugar vecino de Valdeolea.
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