Hace unos meses, en la Venta de Urbaneja, coincidí en casa de unos familiares de mi esposa con los responsables de Adempa. La venta estaba llena de visitantes, este es un hábito envidiable heredado de quienes desde primeros de siglo adquirieron el edificio, manteniendo vivo el noble lema que guió a los venteros de la zona: acoger a los caminantes, rociarlos de buen vino, haciendo olvidar por unos momentos a quienes allá se detienen, las penas y presagios que a todos los humanos nos entrega de cuando en cuando el mundo.
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