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El bosque de Roberto

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Por aquellos días ya andaba Robert Wagner investigando por el contorno, hasta topar con el paleobosque de su vida. Emiliano Vega, el presidente de nuestra asociación, nos invitaba a tomar parte en el reportaje que se estaba preparando sobre el bosque de fósiles de Verdeña. Allí estaba Roberto, miembro honorífico de “fuente cobre”, disertando sobre un antiguo mar cuyo bosque revuelto salió a la luz en aquellas catas mineras que propiciaron el descubrimiento. Nuestra curiosidad no daba crédito. Aún hoy, cuando emprendo el camino que me lleva a este punto; cuando vuelvo a recorrer aquel sendero de Verdeña, uno de los pueblos más encantadores de nuestra montaña, el mar del que hablaba tan apasionadamente Roberto Wagner, todo me parece un trozo de aquel sueño; las marcas de la pared, restos de árboles retorcidos por un tremendo cataclismo que cambió todo, aquel camino como parte de un cuento; un lugar, en definitiva, al que nunca llegará ese soñado cambio que implica el movimiento de las p

El prao de las angas


Ahora recordamos, con ciertas dosis de incredulidad, muchas de las costumbres que marcaron las pautas en el entorno montañés. Muchas historias se han ido recogiendo en los libros, otras se transmitieron de boca en boca y, algunas no han trascendido porque quienes las conocían no consideraron oportuno divulgarlas.

Antes de la boda, los padres de la novia recibían la pedida del novio. Llegó a mis oídos por varias fuentes una curiosa historia. El novio pidió a los futuros suegros el prao que lindaba con el suyo. La primera vez no llegaron a un acuerdo. El novio le pedía calma a la novia: "Tú no te preocupes, que aunque tu padre no me ceda el prao de las angas, yo me casaré contigo". Y cuentan que se casaron y vivieron felices. La poetisa del lugar elaboró la copla que explicaba el asunto:

Gracias al prao de las angas
sino, no tenemos boda.
Ese es el amor que tiene
el señor novio a la novia.



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