ORÍGENES

25 septiembre 2004

De cómo conciliar la Supervivencia
septiembre 25, 2004 3 Comments

Me sitúo ante el cuaderno para desgranar con la mejor intención mi pensamiento al respecto de este interesante título que firma la alcaldesa de Velilla, Josefina Fraile. Posiblemente a esta mujer la polémica le acompañará siempre.



Ahí queda para muestra una de los últimos plenos. Hasta nuestro director, Carlos Santoyo, le hizo un exhaustivo seguimiento en la tercera de los domingos, que una cosa es la voluntad que ponemos en hacer las cosas, el riesgo que asumimos, y otra, la razón que choca con la razón de los demás. Pero ni sus opositores más acérrimos le podrán negar nunca su forma de implicarse en los asuntos, su firmeza para llevar adelante los proyectos. Y la montaña necesita mujeres comprometidas y rebeldes como ella.

El deseo de conciliar la supervivencia surge a raiz de las Jornadas de Información y Debate sobre la estación de esquí de San Glorio, proyecto que implica a tres provincias: Cantabria, León y Palencia. En las dos primeras no se presentan problemas para su realización. Palencia, que es la más necesitada de este tipo de emprendimientos, se enfrenta a las férreas normas de un Parque Natural donde todo se prohibe menos morirse de desidia. A mí lo que me cabrea de las normativas es que sean como el francés: que se escriban de una forma y se pronuncien de otra, o lo que es parecido, que se escriban pero se prohiban, que se escriban pero no se cumplan; que se escriban y luego cada quien las interprete a su manera, pareciendo hábito normal sacarle acepciones y defectos, de manera que como escrito bien, pero como norma, un manifiesto más de nuestro poder regional que es un papel mojado.

Qué sentido tiene si no, que alguien escriba como norma que uno de los beneficios que reporta la declaración de Espacio Natural es “crear infraestructuras y lograr unos niveles de servicios y equipamientos adecuados”. Cómo se ha de entender que una de las premisas sea “fomentar la integración de los habitantes en las actividades generadas por la protección y gestión del espacio natural”. Si la normativa es tan estricta y no se abren las puertas a empresas que generen puestos de trabajo, qué actividades pueden generarlo: ¿guardar los árboles?, ¿proteger los montes? pero ¿de qué o de quién?, porque a este paso no llegará nadie; ¿vigilar los pájaros y los lirones?, ¿dar de comer al oso?

Y es cierto que se tiende a masificar la guardería, muchos guardas que por otro lado van cerrando los ojos ante actividades que están inmersas en un claro incumplimiento de la normativa. Ellos se disculpan diciendo que no son asuntos de su competencia, pero tendríamos que sentarnos para estudiar a fondo derechos y deberes al respecto. Aquí hace falta un Flaviano Casas.

Cómo sobrevivir, es la pregunta. Cómo compaginar el respeto al medio con la instalación de infraestructuras que posibiliten el desarrollo y el avance de nuestra montaña palentina?. Es obvio que algo debe romperse, que los defensores de las flores y de los bichos van a salir a la calle con pancartas y gritos, pero si son tan democráticos como se supone aceptarán un referendum y, aunque los ecologistas se agrupen a una señal de humo que vean, no se puede hablar en ningún momento de numerosas muestras de apoyo a su rechazo. Se trata de cien, doscientos, mil, dos mil, póngale cinco mil con todos los que vienen de otras comunidades. Súmele otros tantos que por comodidad no se pronuncian ni a favor ni en contra. Y el resto añádalo a quienes desde fuera y desde dentro estamos ansiosos de ver que por fin esto levanta el vuelo.Es evidente que llevamos tantos años de atraso y abandono que nos importa un bledo la desesperación de estos defensores del planeta.

¿Dónde estaban en los crudos inviernos? ¿Les preocupa la despoblación? ¿Les preocupa el hombre? Y lo que es más importante, ¿van a negarle la voz a quienes viven aquí durante todo el año?Aquí estamos bien conciliados y de acuerdo con todos los que apoyan el desarrollo y la supervivencia.


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24 julio 2004

A quién le importa
julio 24, 20040 Comments

Muchos años colaborando en la prensa no le dan a uno la razón sobre todas las cosas. Ni tan siquiera, sobre aquellos asuntos que conoce mejor, porque le han preocupado, porque ha vivido cerca, porque parte de su familia sigue al frente del cañón en una época tan controvertida y difícil para todas las partes.




No hemos pedido una tribuna. Se nos ha concedido en base a una serie de normas que le dan en la cara al tío más pintado y que no aparecen escritas en ningún documento.
Mi supuesta valentía o la equivocación que otros entienden en mis juicios, no me aporta ni hormonas, ni dinero negro, ni calidad de vida.

Estoy empeñado —como suele decirse—, hasta las cejas en la defensa y la promoción de nuestra tierra. Ese no es el sueño de la gente normal. Uno nace, juega y se divierte, hasta que, según la tradición y el sentido común, entra en razón, se pone serio y se mete en la coraza suya, de su quehacer, de su negocio, de su familia, de “las casas de sus vidas”, de los “triunfos de sus operaciones”... Y todo lleno de sustantivos dominantes que parecen la fuente y la señal para el futuro de toda vida humana.

Que un niño o una niña sientan a tan temprana edad la llamada del triunfo, tal y como se miden hoy las cosas, y la televisión se llene de hombres y mujeres que a golpe de un vocabulario soez se tiran puñetazos y descarnados mensajes a la cara, y que esas televisiones sean las primeras en audiencia, indica más que nada la degradación y el deterioro de nuestra vista, la pérdida de nuestros escrúpulos, lo que nos lleva a exponer ante el mundo nuestra mísera historia. Porque, qué pueden aportar a nuestra vida, sino resentimiento y frustración, esas vidas marchitas cuyo objetivo último es el dinero por el dinero, el sexo por el sexo, el insulto por toda respuesta.

Me gustaría dejar claros algunos conceptos, algunos renglones que he notado torcidos, algunas señales que me llegan sin fuerza, como convencidos quienes me las envían de su razón poderosa e inequívoca o, al contrario, de la mía, que es tanto como buscar un mago que propicie mis anhelantes sueños y los suyos y lleve a todo el mundo la razón y la dicha.

Después de tantos años dedicado con pasión y con fe a distribuir el mensaje, sin ser lo que se dice un mensajero de carrera, he percibido el clamor y el reproche de una audiencia que a veces te ve como un pequeño lider, que te supone heredero de voces que destacaron en su lugar y en otro tiempo, que te equipara a los personajes que forman parte ya de la leyenda. Se reirían algunos de los que te conocen y te siguen si supieran la vida tan normal que llevas, las calamidades que como a ellos te acometen y esa dificultad siempre añadida de hablar de lo que no se ve, de escribir siguiéndole la pista a tantas historias como se cuentan en el mundo rural y de las que no se habla en la ciudad donde seguimos prisioneros, enfrentados a un consumismo que nos va sometiendo, que nos absorbe por completo, que ocupa casi todo nuestro tiempo, pues casi todo nuestro tiempo necesitamos para pagar tantas comodidades que a base de un mensaje subliminal y repetitivo se nos van pegando al cuerpo y al sentido hasta enamorarnos o enloquecernos, en manos nuestra voluntad de tantos y tantos aparatos como pululan en los comercios, comercios que deben vender a un ritmo frenético para poder seguir mañana abriendo.

¿Por qué has llegado aquí y a quién te debes?, ¿Qué objetivos te planteas?¿Tú crees, de verdad, que un individuo tan corriente como tú, puede influir en la decisión de un tribunal, en el cambio de parecer de un presidente?

Vamos a ver a quién le pone verde hoy –dicen los que te siguen–, qué coño quiere para esa tierra tan vacía de gente, qué va a contar que no sepamos, a quién le importa de verdad las crisis que van estallando a uno u otro lado de la montaña.

Cuando rebobinas y te das cuenta de que estás solo ante el espejo, porque nadie ha entendido de verdad lo que quiera que sea esa obsesión que te domina, porque nadie ha vuelto los ojos de verdad hacia la tierra de la que hablas, porque los de dentro no lo ven y los de fuera ni los importa ni lo entienden, entonces te ves como un muñeco más, al borde de la depresión y del olvido, engullido de alguna manera por esa misma gente que cada noche ve “Crónicas marcianas” y a ti te sigue imaginando desde tu pequeña parcela como una parte más del espectáculo.

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17 julio 2004

Ven a Guardo
julio 17, 2004 2 Comments

Antonio Allende, director de la Coral Mixta de Guardo, me recuerda al Roblón, al camino, a la fuente. El chascarrillo es la constante en la conversación de Antonio. Aún dentro de su menuda constitución, es fuerte como el roble; es cantarín, como la fuente, y hace camino en sus composiciones: camino hacia Castilla, hacia Guardo, hacia la montaña...


Javier Ribas Talens, valenciano, palentino o, viceversa, que obtuvo con “La oportunidad” el Premio Provincial de la última convocatoria del Concurso Internacional de Cuentos de Guardo, nos cuenta a las puertas de la Iglesia de Santa Bárbara, donde tiene lugar el acto de la entrega de premios, la sensación que le envolvía a medida que se iba acercando a la localidad, cómo se le iba llenando el corazón de un algo, de qué modo se le mostraba una tierra distinta de la que no había oído hablar en parte alguna.




ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO
VER DOS VECES LAS COSAS
FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020
LECTURAS EN EL BLOG +DE 210

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03 julio 2004

Desde esta tierra auténtica...
julio 03, 2004 2 Comments
[Extraído del Pregón pronunciado en Guardo, con motivo de la entrega 
de premios del Concurso de Cuentos en 2004]

...Si lo que hemos visto hasta la fecha en Guardo, en Barruelo, en Aguilar, en Brañosera, en Cervera y en todos los pequeños pueblos que forman eso que venimos llamando la montaña palentina es un discurso de intenciones, es una amalgama de alabanzas; si lo que nos anuncian es un Parque Natural metido en una urna de mucho valor a la que sólo podemos elevar oraciones y gracias; si los que viven en estos pueblos durante todo el año, no pueden disfrutar de un hospital como los de Madrid o los de Barcelona, de unas carreteras, de una residencia, de todo aquello que en alguna etapa de la vida es un bien necesario y de justicia, entonces bien podemos decir que carecemos de líderes de la casta de Padilla, Bravo y Maldonado y que Palencia en este último y hermoso tramo de su piel es un mundo que no podrá integrarse jamás en la explanada.



En el verano de 1975, Quirino Fernández publica “El Señorío de Guardo”, el primer libro sobre una villa con más de mil años de antigüedad, pero la investigación más exhaustiva, el rigor, la guinda la pone hace poco más de un año Jaime García Reyero, con un libro donde sale a la luz una larga y orientativa historia de este pueblo. Esto viene a demostrar una vez más –y no lo digo para impresionar a nadie– que la montaña palentina como tal nunca ha existido para el resto del mundo.

En 1987, la Institución Tello Téllez saca a la luz una separata del poeta palentino Jesús Alonso Burgos, donde cuenta los relatos de viajeros extranjeros por la provincia de Palencia durante los siglos XVIII y XIX.

Notables geógrafos, militares, diplomáticos, viajeros de otras épocas que llegados ocasionalmente u obligados por situaciones de peligro como la peste, hablan de una Palencia donde la montaña apenas existe. Algo nos menciona el gran geógrafo de la antigüedad Estrabón que, curiosamente, nunca estuvo en España, pero se guía por el comentario y las impresiones de otros viajeros como Polibio, Posidonio, Artemírodos...

Aseguran que el romano que más se ocupó de los vacceos fue Appiano Alejandrino que, en su obra “las guerras ibéricas” da cuenta detallada de las campañas militares de las legiones romanas en España y donde resalta el heroísmo y el valor de los vacceos del sur.

Algo se comienza a vislumbrar la montaña, muy poco, en autores como Sánchez Albornoz, allí donde se habla de la dilatada y fatigosa repoblación, realizada sobre todo por gente venida del norte y donde se citan pueblos como Báscones de Ojeda, Basconcillos, Báscones de Ebro... etc. Gallegos, Asturianos, gentes del norte que llegaron a estas tierras atraídos por los beneficios que los señores y los reyes concedían a los repobladores y que en buena medida, vienen dados en las behetrías, origen y fermento del posterior derecho castellano”.

Pero, ateniéndome al consejo de Apeles, no vengo yo a politizar este discurso, sino a recordarles que, a los ojos de aquellos que nos vieron, nuestra tierra es única, nuestra tierra es auténtica, es como una especie de Palencia escondida, reservada para unos pocos ojos, disfrutada por una pocas almas que no ven en la ausencia y el olvido de sus administradores un impedimento para forjar su vida en ella.

Hace unos días, una internauta que desde pequeñita viene todos los años, daba en el blanco de todas las dianas con una frase que lo dice todo y bien podría servir para publicitarla: “Me gusta tanto la montaña palentina, que todo me parece único e imposible de encontrar en otro sitio”.

Vista la impresión tan admirable que despierta, no podemos evitar que exista un cierto temor a proyectar su imagen, miedo a romper con lo que heredamos, con lo que nos queda, con aquello que nos identifica y nos diferencia de los otros.

Pero no podemos seguir mirando atrás si queremos que nuestra tierra siga viva.

Cuando yo hablo más arriba, en los pueblos de la línea divisoria de nuestra provincia, de nuestro origen cántabro, hay una especie de rechazo, de negación, de miedo, como si nuestro pasado guerrero estuviera enterrado y con él los ancestrales ritos, la tradición del fuego que aún conserva Velilla y tantos juegos y costumbres.

Tal vez la duda sea cada vez más pequeña, desde que en Santibáñez de la Peña aparecieron los importantes vestigios que hablan de un castro cántabro y tres campamentos romanos.

A mediados de abril, en la presentación del libro “Boedo–Ojeda y Ribera” de Roberto Gordaliza y Miguel A. Ortiz Nozal se dijo que con aquella publicación se pretendía recuperar la historia de los despoblados.

Yo pienso que es preferible no perderla del todo para luego hablar de ella, sino hablar de ella, promoverla para que siga existiendo un hilo de vida donde no se pierda nada, un hilo que nos conecte a lo que fue y a lo que venga.

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26 junio 2004

Leer y comprender
junio 26, 20040 Comments

Un libro es un regalo. Cualquier libro por pequeño e insignificante que parezca, va impregnado con el sentimiento de un autor, muchas veces anónimo, que generalmente escribe, como los antiguos, por amor. En todos los casos, el dinero, la fama o el injusto olvido vienen después.




Sentado este precedente y con el respeto que me merece la obra y, sobre todo, la persona que está detrás, conviene hacerse algunas consideraciones en aquellos libros que hablan de la montaña palentina.

Cada quien es libre de hablar o de escribir de lo que le plazca, pero hacerlo por capricho de una tierra a la que sólo se la conoce por referencias, no me parece serio. Todos los autores que han soslayado esta premisa, y se han referido a nosotros incitados por un efecto de atracción, han caído en la trampa, se han volcado en excesivas referencias a otros autores, vivos o muertos, y han confundido cantidad de cosas: vocabulario, enclave, citas, términos que son la esencia y el baluarte nuestro.

Por ejemplo, uno de los criterios que no comparto es la división que se hace de la montaña en muchos libros, cada uno a su criterio o a gusto del patrocinador. Previamente, los autores, que ya intuyen el riesgo que conlleva hacerse cargo de ello, emiten una señal de advertencia, se lavan las manos como Pilatos: “Nosotros escribimos, pero lo hacemos conforme nos exige el editor y tiramos por la calle de en medio”.

Un libro es necesario. Nos abre las puertas a un mundo desconocido o ignorado. A veces es la única herramienta que nos queda para recordar a quienes conservaron para nosotros la entraña verde con sus rocas salientes y sus pastos; las casonas de piedra, con sus corrales y bodegas; la enhorabuena a la moza del pueblo que se desposa, ritos y lecturas que despiertan la admiración y el comentario.

Es verdad que muchas historias se apagaron con ellos, pero los libros rescatan el pasado, ponen luz a la historia, remueven las conciencias para que valoremos en su justa medida lo que ahora queda y, en definitiva, nos alientan para que, frente a tantas negativas y controversias como se suscitan, sigamos defendiendo el legado familiar.

Cualquiera puede hacerlo. No debemos interponernos ante las expresiones de otros ojos, pero algo debemos tener bien claro: nosotros no podemos abandonar nunca. Más allá de todo el protagonismo que las generaciones futuras quieran darnos, debe prevalecer la voz y el pensamiento de quienes lo heredamos. Esa y no otra es la razón por la que, mientras me quede aliento,  estaré siempre a vuestro lado.

Imagen: Toño Gutiérrez

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17 junio 2004

Prohibir es una ley variable
junio 17, 20040 Comments

Un grupo de intelectuales encabezado por "Peridis", la poetisa Amalia Iglesias, catedráticos, profesores y periodistas, firman un escrito que recoge el periódico "Carrión" en la segunda quincena de marzo: "Campoo–Los Valles, zona amenazada".




Qué tarde hemos comenzado a darnos cuenta del aislamiento, de la despoblación, de la situación crítica en la que ha vivido la montaña durante los últimos lustros.

Ya estaba yo pensando en mi locura, dándole vueltas a mis juícios, renegando de algunas opiniones vertidas, seguramente en una especie de estado catatónico, cuando motivados por las voces de auxilio y los programas de protesta lanzados por los ecologistas comienzan a generarse dudas y preguntas de un amplio colectivo de personas vinculadas de algún modo a Palencia. Esto me distrae, cuando menos, alimenta la bandeja de los artículos venideros y me deja tranquilo respecto a ese pensamiento negro que en forma de fantasma viene a pedirme cuentas.

La duda es un escollo que, hagas lo que hagas, aparece en el horizonte y no encuentras a nadie que pueda despejarla. Tu familia te ve muy implicado para nada que ganas, tus amistades encuentran divertido un sermón semanal en el "Diario Palentino" y, la indiferencia de la mayoría de los que viven aquí, y están expuestos a ese peligro de empresas que contaminan o de abandono y olvido en otros aspectos, te lleva a preguntarte si merece la pena, para qué sirve el pataleo y adónde nos conduce el manifiesto y la preocupación, que bastante tenemos allá donde vivimos como para meter la cabeza en asuntos de los que, por error, ignorancia u orgullo, pasan olímpicamente aquellos que son en realidad los que deben enfrentarse a ellos.

Desde que el mundo es mundo, el hombre ha tratado de dominar la Naturaleza. Sabemos que la ambición del ser humano no tiene límites: desde la economía de aprovechamiento, de la recolección de frutos naturales, hasta la consumista y tecnificada que ahora mismo nos invade en todos los aspectos. Tales actividades se han venido desarrollando sobre el mismo suelo, bajo una misma atmósfera, a orillas de los mismos ríos, cultivando los mimos productos y defendiéndose de las mismas plagas; explotando las mismas minas hasta dejarlas agotadas...

En el caso de la montaña palentina nos sorprende el cambio tan brutal de un mundo que, merced a ese alejamiento padecido, a sus duros inviernos, a su mala comunicación, lo que menos esperaba era que alguien se fijase en ella para instalar aquí una empresa de la índole que fuera. "Para este viaje –dicen los que se levantan con uñas y dientes contra los proyectos de Barruelo y Mataporquera– sobraban las alforjas".

La técnica, que ha favorecido y acelerado el proceso destructor en otros lares, amenaza a nuestra zona, ahora que, paradojas de la vida, parecía más protegida que nunca con el nombramiento de Parque Natural. Un lector que me sigue, se hace la siguiente relfexión en un largo texto que remite a la redacción del nuestro diario: "Hay que ser realistas. Hay que defender lo que queda. Según se mire, puede ser mucho o poco. Nos queda el entorno natrual, de momento. Esperemos que los especuladores que nos lo quieren arrebatar tarden en venir".

Claro que, para evitar todo accidente y para que la mencionada especulación no se produzca, lo más cómodo es impedir que una empresa eche a andar sin concederle el beneficio de la duda.

Si en Madrid, en Barcelona, en Bilbao y en tantas otras ciudades se hubiera tenido tanto en cuenta el humo y los peligros para la salud que conlleva trabajar en muchas fábricas, es posible que la revolución industrial no hubiera cambiado tantas cosas. También se muere en la carretera. El tabaco también mata.

Especular también es censurar. Para crecer y avanzar hay que arriesgarse. Si hay empresas, hay trabajo, hay familias que vivirán aquí y entonces se pensará en escuelas, en hospitales, en carreteras, en servicios. Y levantar la voz para que se nos oiga no será cosa de un periodista.

Es evidente que hay un lugar para la protesta y un lugar para que los responsables, teniendo en consideración todas esas leyes que estudian y manejan, supuestamente para que la sociedad mejore (conjúguese permisividad, peligrosidad, compatibilidad...) aprueben o desaprueben la instalación de una empresa.

No vale que, calculando la dirección del viento, vengan a oponerse radicalmente los mismos que están pidiendo a gritos medios y soluciones para que la montaña no se muera.

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22 mayo 2004

Tremaya en la Web de José Luis
mayo 22, 2004 2 Comments

Decían que era verdad
pero yo no lo sabía
que para encontrar la paz
hay que estar en La Pernía.






Hagamos punto y aparte. Viajemos a los "campos rotundos", al contorno dominado por otro viejo y desaparecido monasterio, el de Santa María de Viarce, fundado en el siglo XIII, cuya ubicación algunos autores señalan en un cerro y cuyo entorno —al decir de Sebastián Miñano— se asemeja a los Alpes de Italia.

No quiero yo traspasar con mi alabanza y encendido boato ninguna frontera. Esto es como es, con sus cerros, con sus prados, con lugares donde se ocultan importantes vestigios de nuestro pasado, siempre a flor de piel un sentimiento especial que parece bañarnos, como si nos incitara a tomar estos territorios, antaño acotados por el Conde, y vivirlos, y cambiar rotundamente este modo de vida que llevamos, mirando de continuo al precipicio.

Asomados al valle de Redondo, una denominación que se me antoja nueva, pues hasta hace poco tiempo nunca habíamos separado tanto estos núcleos del valle de Pernía, la lectura es sorprendente, como la propia leyenda en que se mece y donde se citan con regusto Las Peñas del moro, bañadas por el Rubiarce y el Pisuerga, que tiene aquí su cetro. La sorpresa no la provoca el viajero, sino el exhuberante paisaje, las majadas donde pastaban en verano los rebaños de merinas...

En este ambiente de verdor y armonía nacieron los hijos de esta tierra, algunos investigados por Laureano Pérez Mier, de cuyos interesantes trabajos guarda una buena muestra este viejo y querido diario.

Antes de entrar en materia o, metidos ya en ella, quiero recordar las alabanzas que los viajeros de otras latitudes le dedican a esta tierra, a través de sendas cartas remitidas a José Luis Estalayo, el nieto de Ninfa, oriundo de Tremaya, y que éste refleja en su página web.

"Soy de Valencia –dice Mónica–. De allí donde ya no existe la naturaleza. En pocas semanas visitaré tu pueblo, dormiremos en la vieja escuela que ahora han convertido en un albergue los del Sindicato. Después de ver tú página, cuento las horas que me separan para llegar al paraíso que describes. Espero que no me defraude, mejor, estoy convencida de que no me defraudará..."

Y para desterrar cualquier duda, busco la impresión de otra mujer, Blanca Dumont que, como la anterior, viene por primera vez influenciada por las palabras y las fotografías que José Luis publica en Internet.

"Llegamos por fin a Tremaya. Las palabras se me quedan cortas. No te puedo expresar lo que sentí en ese lugar donde sólo se ve patente la presencia de Dios. En esa naturaleza tan admirable, solamente podía decir: ¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en todas estas cosas tan hermosas donde tu poder y grandeza se hacen patentes!. Montañas, verdor, silencio interrumpido por los pájaros y ruidos de cencerras de ganado cercanas, respirar aire puro..."

Ya en la introducción de su página web(*), la tierra se hace más y más deseada desde Méjico. El autor, a quien conocí personalmente en agosto de 2001, recoge la leyenda y la toponimia con un despliegue de mapas, pueblos que forman La Pernía, presidentes actuales de las Juntas Vecinales.

De esta forma sabemos que, en Areños, hay cuatro casas abiertas en invierno, su iglesia está dedicada a San Miguel y en los diplomas de Alfonso VIII (siglo XII), figura como "Arenius", palabra que deriva del latín clásico "arena" o, también, árido, pedregoso, que quiere decir terreno arenoso. Sin embargo, comprobado que allí no existe arena en cantidad significativa, nos inclinamos por un posible origen ibérico: en euskera ar–enea es "finca del valle", lo que coincidiría con otros nombres ibéricos cercanos: Verdeña, Vañes, Vergaño. En último caso en la citada información se apunta la posibilidad de que pudiera hacer referencia a un repoblador llamado "Arenius".

Es curioso la importancia que le damos al conocimiento de la tierra donde nacieron nuestros antepasados, como es el caso de Lorenzo Luengo que nace en Argentina, pero se interesa por su abuelo Mariano Luengo Gonzales, que nació en Areños en la última década del siglo XIX y se trasladó a Argentina en 1907. "Yo busco huellas de mis antepasados españoles a quienes no conozco. Cualquier dato, cualquier referencia, alguna historia, todo me interesa".

¡Estar en La Pernía es vivir! –dice José Luis en un arrebato de pasión que le devora, que yo creo que muy pocos entienden y que, una gran mayoría de los que viven aquí, no lo comparten, en base a ese distanciamiento generacional que se ha ido abriendo con el tiempo. Ahora se impone la rapidez. Queremos ver la foto al instante, no importa la calidad ni el mensaje que encierren.

"Aquí se conserva la naturaleza aun inocente. Tremaya te seducirá, tiene un halo mágico que lo impregna todo y te llevará de lo inquietante a lo maravilloso. Sus contornos son una eterna sinfonía inacabada donde se funden las colinas con el cielo, lo real con lo imaginario, y lo inesperado con lo sutil.”

Esa es la palabra, la visión, el sentimiento que domina la página web de José Luis.

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(*) A fecha de hoy, José Luis ha cedido la página web, a la Asociación Amigos del Valle de los Redondos

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