Decía el escritor irlandés Oscar Wilde: “Hay que simpatizar siempre con la alegría de la vida. Cuanto menos se hable de las llagas de la vida, mejor”.
Pero en cien años, las llagas no se olvidan.
Cuando uno llega para poder contarlo, lo primero y lo último que recuerda son las penalidades, los dolores, la ausencia de todo lo que ansiamos, los amores que no pudieron ser, la lucha titánica contra los elementos en un pueblo salvaje que ni Palencia sabía que era suyo.
Herreruela de Castillería es uno de los últimos pueblos de la sierra, limitando con Barruelo y Brañosera, y sólo la aventura diaria de acarrear los cubos de agua hasta las viviendas por unas cuestas empinadas, debió ser ya, imagínense ustedes, un calvario en verano y una misión casi imposible en invierno, cuando los neveros apenas dejaban ver las casas...
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