Nómadas del mundo


Ahora que tanto valor se le da a la palabra futuro, ahora que se multiplican en Internet las páginas que hablan de Palencia, ahora que casi todo el mundo dedica parte de su tiempo de ocio al senderismo y aspira de verdad este remanso de paz que tanto sentido aporta a nuestra vida, conviene matizar algunas cosas.




Cualquiera puede imaginarse un mundo. Es cierto que, las historias de cada uno son distintas, que cada uno procura desarrollarlas a su modo, tratando siempre de llevar a la realidad algunos sueños.

Hace unos años, Watu Acción Indígena, una organización no gubernamental, convocó en Madrid un foro internacional de debate que reunió a representantes de asociaciones nómadas y pastoriles de diversos países de Europa, Asia y África. La intención de aquel encuentro era demostrar la sostenibilidad de las prácticas nómadas y trashumantes.

Aquella pretensión tal vez sea una quimera, pero tanto hemos acelerado el paso en los últimos tiempos que pretendemos, a la vista está, cargarnos de la noche a la mañana muchas historias que aún sobreviven en distintos lugares del mundo. Nuestro desprecio o ignorancia es una firma para su desmantelamiento.

Reflexiono desde la misma postura que a mí me empuja, considerando que no podemos achacarlo a la falta de información acerca de las culturas nómadas y de los efectos beneficiosos que sus actividades ganaderas aportan al medio natural.

Días atrás, unos familiares reflexionaban en voz alta sobre los métodos de trabajo de aquellos años, cuando los pastores se desplazaban desde Salamanca con toda la familia. Y al decir toda, digo matrimonio y cinco hijos; tres solteros y dos casados con hijos. Cómo se iban instalando en los chozos del Pendillo y Linares, La Pitarra, El Cebollar...; de qué forma sorteaban su lugar en los escasos somieres que tenían y cómo les despertaba de mañana el olor a los torreznos. Se habló de unos pastores extremeños que venían cargados con harina para cocer el pan. También mencionaron la fiesta que se hacía el día que bajaban la cabaña del puerto. Luego la conversación fue derivando por otros derroteros, recordando también el hondo significado que en estas tierras nuestras alcanzaron la trilla y la siembra. Una de las mujeres que pasaba los veranos en casa de sus tíos, recuerda aquellos días en la era, cuando, subida al trillo extiende sus manos para recoger los excrementos de la vaca y evitar de ese modo que se manche la paja.

Mi función, si alguna tengo, es meramente recopilatoria, divulgativa, periodística. Recoger aquellos momentos del pasado más reciente, sacar lo más posible de las sombras (si es que algo queda en ellas), aquellas fórmulas que utilizaron nuestras gentes, rescatar del olvido su figura, intentando así un merecido homenaje a quienes entregaron todo lo que tenían. No olvidemos que, para muchas personas, el mundo eran cuatro paredes, cuatro tierras, las obligaciones que impusiera el Concejo, el costoso trabajo de la siembra y la recogida de los frutos. Eso, y pasar con la mejor disposición el duro invierno.

Durante la celebración del foro en el que se debatieron estas y otras formas de vida, se desplegaron también actividades en las localidades salmantinas de Los Santos y Fuenterroble de Salvatierra, donde nómadas de diferentes países y pastores del Concejo de la Mesta (probablemente, descendientes o allegados de aquellos que venían por nuestros puertos), hicieron demostración de arado, trilla y conducción de rebaños.

Somos conscientes de lo que el progreso ha significado para el mundo, también para nuestros pequeños pueblos. No pretendemos imponer su mantenimiento cuando ya no queda gente y las promociones para mantener la vida bajo mínimos aquí van por otros caminos, pero, al cambiar pareceres, uno todavía se impresiona del desprecio que parece invocarse en el recuerdo de los viejos métodos.©

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