Se abre el telón

Se abre el telón. Empieza la historia. Otra historia como las anteriores, mezcla de afán y soledad. "Tanto tienes, tanto vales". Y se repiten, desgraciadamente, leyes que levantaron los humanos viejos y donde hemos vuelto a tropezar nosotros. ¿Qué somos? ¿Qué buscamos? Tenemos un mundo inalcanzable, buscamos más allá de las cosas, costumbre propia de nuestra raza que se pasa la vida haciendo récord en un determinado campo, que otros individuos se encargarán de romper unos años más tarde.



Pero se abre el telón. La vida continúa, hay que vivirla, no sabemos muy bien cómo, he ahí el gran interrogante de nuestro gran poeta Jorge Manrique:

¡Cómo se pasa la vida,
cómo se llega la muerte... 

La vida, muchas veces, no tiene nada que ver con la religión. Hay personas que pasan por ella sin convencerse de que Dios exista. Pero viven, y te ayudan a pasar alguno de esos puentes que la vida te tiende. ¿Quién los tiende? No obstante, hay una frase en la Biblia que a mi me parece siempre igual y nueva: "Dejad de ambicionar los bienes terrenales". Nadie la oye. La gente corre cada día más, busca un resquicio entre la muchedumbre, abren locales comerciales al margen de la crisis, compran pisos, coches de tres millones, y después, en su papel de relaciones públicas, se juegan a una carta los mil duros diarios, que si un piquito de esto, que si una copa de mil pesetas. Sólo hay varias cosas que echan de menos: el escaso contacto con la familia y el descanso, porque, tan ocupados como están en hacer empresa ni siquiera duermen. Se pasan la noche recitando de memoria las existencias de su almacén en tal calle, los gastos de reparación en su local de más allá, y los impuestos. Eso si, preocupan mucho los impuestos.

Mientras, los obreros, los funcionarios, el resto de la gente, se pasa la vida haciendo trampas para salir adelante. El empresario dice que los obreros viven como "Dios", que se van cumplidas las horas del convenio y allí le dejan tirado a él, entre facturas y remiendos de mucho peso. Pero lo cierto es que los obreros viven obsesionados con el trabajo, por el posible fracaso o quiebra del trabajo. ¿Qué comerán después sus hijos? -se interrogan- ¿Quién les dará una recomendación? ¿Dónde podrán encontrar una salida con los años que tienen? Porque se pasan media vida entre materia hasta que obtienen el diploma. Ya cuelgan en casa tres o cuatro títulos, muy monos, pero ahí está su autor machacándose la cabeza en el sofá, buscando entre las páginas del periódico un quehacer, a veces, bien lejos de su vocación y de sus títulos.

"Pues, fulanito de tal es economista, pero le piden una experiencia de tres años". ¡Dios mío!, de dónde van a sacar la experiencia los que acaban de colgar un cuadro en la pared.!

Y la señora de la casa, abrumada por los precios, cansada de las tareas que le impone el hogar, el cuidado de los hijos, repitiéndose a diario en las sartenes, embarazándose, desembarazándose, fregando escaleras, limpiando el polvo de la casa, lavando, cosiendo, planchando ... Déjeme, señor, director, que otro día le dedique un artículo entero a la mujer, porque se lo merece y aquí seguimos como si nada.

Se abre el telón todos los días. Es como una rueda donde no puedes detenerte. Si lo haces, puedes caer en el abismo. Muchos días querrías no haber nacido. Te gustaría embarcarte hacia las nubes y perderte para siempre. Mejor si te hubieras muerto de pequeño. ¿Para qué ha servido tanto esfuerzo? -te preguntas- tendido sobre la cama de un hospital, robándole minutos a la historia. ¿Para qué? ¿Tú crees que merece la pena seguir viviendo, seguir atesorando, sufrir la rutina durante casi un año de los humos, del sabor nauseabundo del tabaco... ? El camino, siempre el mismo camino, la misma historia, la misma pregunta.

El telón siempre está preparado, cada mañana, algunos quedan atrapados en sus redes, pero vuelve a subir y el resto de los humanos siguen metidos en sus historias, preocupados por el dinero, mucho dinero, cada día más dinero, que el telón no ha caído y el de los bancos se está saliendo por la puerta.

No saben de alimento las palabras que alguien te está gritando. Para que te consueles, que todos tienen problemas y que todos los problemas son importantes. Para que reconozcamos todo lo que se mueve en nuestro entorno y que antes no entendimos: la mano del pequeño que se tiende, el anciano que necesita más cariño; la esposa, trabajadora y paciente que requiere un esfuerzo, una compensación generosa y constante; los hijos, que necesitan más diálogo.

Un día caerá el telón y tú te quedarás abajo, arrepentido acaso de no haberte dado cuenta antes de las pequeñas cosas, que son las más hermosas; de haber confundido el amor con la ambición, con el dinero, con el trabajo.

Se abre el telón de nuevo. Aprovéchate ahora.

@ Froilán de Lózar en "Norte de Castilla"
Imagen: el diario de policromi


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