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Oficios

Señala un estudio elaborado por un equipo de Investigaciones Speleo Etnográficas, dirigido por Gonzalo Alcalde Crespo, que «en Redondo se contaba a mediados del siglo XVIII con un escribano, un cirujano, un médico, dos herreros, dos sastres y dos tejedores, de los cuales los tres primeros oficios eran ejercidos en Tremaya por las mismas personas. Además, dieciocho pobres de solemnidad, 5 curas, 16 religiosos, un guardián y tres criados en el Monasterio Franciscano de La Virgen de Viarce. Es curioso, verdad, e invita esta cita a reflexión. El único herrero que ha quedado en esta zona de montaña con dominio del oficio y abierto a nuevas perspectivas, utensilios de forja parejos a los que mi amigo Valentín Prieto realiza en Guardo reside y trabaja en San Salvador.





Dicho esto, añadir que, no hay sastres, ni tejedores, ni pobres de solemnidad.

Por no haber, no hay ni curas que deben multiplicarse para ofrecer una misa de domingo a cada pueblo, llegando incluso a zonas como Polentinos que antes atendían los sacerdotes de Cervera.
Los oficios se han desterrado lejos, aunque algunos fueron representativos e influyentes, sin ir más lejos, el cargo de secretario con un poder que en alguna ocasión llegó a representar un peligro para diversos municipios.

La Institución Tello Téllez de Meneses en una de sus publicaciones habla de las tradiciones etiológicas palentinas, donde aparecen varios trabajos de nuestro insigne paisano Matías Barrio y Mier.
Ya en uno de ellos, en el que narra un episodio de cetrería -estamos hablando del año 1044, al aludir a la Majada de Viarce donde pastaban en verano centenares de merinaa, se refiere a la pérdida paulatina de la trashumancia.

Hace muy pocos días Justino Rubio me refería en Bilbao una curiosa anécdota. Cuenta que un día le llamó don Severino Rodríguez, alcalde que fuera de Palencia, y le dijo: tienes dos vacantes, la de Grijota y la de San Salvador.
Cuando el maestro se decidió por la última, éste quiso saber el porqué, a lo que aquél le contestó: "por que si voy a Grijota, a los quince días me la quitan. Voy a San Salvador, porque ni Dios sabe dónde está ese pueblo".

Quizás ahora, más que la diversidad de oficios, preocupe el distanciamiento que procuran. No es corriente la vida en común como la de antaño- entre pacientes y médicos, o entre maestros y alumnos, lo que les obligaba a un cierto compromiso con el pueblo y viceversa. Es probable que conociendo a las personas y conviviendo con ellas en su entorno, todo se dignificase un poco más y llegaran las recetas con un buena dosis de amparo y compresión.

Porque nos preocupa de verdad lo que pasa en el mundo, pero muy poco aportaremos a la causa si no empezamos a solucionar lo que se cuece en nuestra casa.


© Froilán De Lózar, para la sección "Cuaderno de Montaña". Imagen de César González: El maestro, el practicante de farmacia y el médico en 1905. Del libro de Froilán de Lózar: "La Vida de César González, Editorial Aruz, Julio de 2010.

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