Un condado sin Condes



Si el título de Conde se concede a efectos meramente de abolengo...
Si el rey Felipe V al revestir de tal honor al pueblo de Polentinos, lo hizo por casualidad, echándolo a suertes...


Si los Condes que lo heredaron no se tomaron la molestia de venir a visitarlo, que ya les hubieran recibido en este pueblo de montaña que mira al Curavacas, con arcos de ramos y coplas auténticas y, sin derechos de autor que pagar a nadie, agradeciendo que lo que sucediera se contara y fuera revivido por las generaciones venideras...

Si ni siquiera la guerra o las posguerra fue bastante para empujar al séptimo Conde, Aurelio Colmenares y Orgaz, cronista Oficial de Madrid, a visitar el lugar para ver en qué condiciones de vida se encontraban sus súbditos... Si todos los reyes y gobernantes que les sucedieron después, tomaron como hábito la renovación de dicho nombramiento y, previo pago del Impuesto correspondiente, los susodichos se alzaron con el título nobiliario, sin interesarse por el lugar y por sus gentes...

Pues si todo eso es así, que lo retiren, que lo suspendan, que a todos los efectos quede exento el lugar de guardar pleitesía a ningún señor en ningún momento. A ver, dijo el pueblo aquel invierno que duró quince días, quién nos ayuda a llegar hasta la carretera general. ¡Apañaros vosotros, que nosotros andamos muy ocupados con los relatos de la corte! –les respondieron. A ver, volvió el pueblo a gritar, nos estamos quedando sin escuelas, sin centros médicos, están cerrando las minas, las cantinas, las carreteras están intransitables... A ver, dijeron y volvieron sus ojos hacia el lugar donde supuestamente estaba el conde, rubrique usted la situación que padecemos, firme usted esta carta de protesta, usted que maneja en condiciones tantos ruegos y preguntas a los que no someten quienes temporalmente nos gobiernan. ¡Por Dios, señor Conde, que sabemos que existe, que el rey le dio poder sobre estos lugares, como a los condes de los pagos cercanos que se sabe que lucharon por ellos!, interceda por nosotros para evitar hasta donde sea posible la muerte de esta tierra.

Coincidiendo con el Real Decreto de 27 de Mayo de 1912, por el que en nombre del Rey se expide la Real Carta de sucesión en el título de Conde de Polentinos a favor de Ignacio de Colmenares y Gómez Acebo, por cesión de su hermano don Ricardo, se sabe que, hace pocos años, unos señores llegaron a Polentinos y comenzó a despertarse cierta intriga en el entorno. Es apropiado este instante para decirle a mis paisanos que voten sin dejarse llevar por ningún tipo de espejismo. Conocéis a las personas que se presentan para regir el municipio, intuís lo que pueden dar de sí, lo que pueden aportar a los pueblos; reconocéis que dedicarán un tiempo impagable –que aquí no hay sueldos como los de Rajoy o Blanco– a resolver tantas cuestiones pendientes, que siempre las hay por pequeños que sean y alejados que se encuentren de los servicios. hora que podéis, nunca os sintáis motivados a votar a nadie por la apariencia o por el título. Otorguemos el poder a alguien que viva cerca y a quien podamos decir basta, bájate, cuando llegue el momento.

Ver también: "Los Condes de Polentinos"
Imagen: Investigaciones Madrileñas, escrito por El Conde de Polentinos. Vista en Todo Colección


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2 Comentarios

  1. Que pena...Es triste ver q aquellos q pueden hacer algo por el lugar no se interesan por nada. Pero, esta claro, si nunca van por allí, si no lo conocen y sobre todo, si no escuchan a la gente q alli vive será dificil q puedan hacerlo. Asi q, es una buena reflexión...son aquellos q están trabajando alli diariamente los que hacen que pueblos como Polentinos se conserven y sobrevivan al paso del tiempo. Un saludo.

    Comentario por Cesar, en Periodista Digital 27.05.07

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  2. Debajo de estas líneas, dejo estos días expuesta la carta que me remite el último Conde de Polentinos, desde Madrid, a propósito de la publicación del libro: "Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería".
    Aunque este artículo se publicó en 2007, sigo pensando lo mismo al respecto, aunque he de recordar que no sólo me parece mal esa falta de presencia y ayuda real de los nobiliarios, sino también, el sosiego y la resignación de quienes gobiernan estos pueblos y el acomodo de los habitantes a lo que les imponen desde lejos.

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