Aunque el informe está recogido en otros blogs, quiero exponerlo aquí por la importancia que tiene el conocimiento de quienes nos precedieron. Don Laureano Pérez Mier, auditor de La Rota, confió otros datos sobre los orígenes de Gregorio de Mier a la revista “Hola” (nº. 2.732, 19-12-1996). D. Laureano hace el estudio en el Diario Palentino hacia 1954 con motivo de la boda de Rainiero y Grace Kelly. Al mencionar a Mariana de Celis, cita que nació en Santa María de Redondo en 1790, aunque el académico Manuel Revuelta González, en un interesante ensayo publicado por la Institución Tello Téllez de Meneses, dice no haber encontrado la partida de bautismo de Mariana, y tampoco la de su matrimonio con Gregorio de Mier.
Hijos ilustres del Valle de Redondo Por Laureano Pérez Mier
1.- A través del Expediente de Filiación e Hidalguía, descubre a D. Gregorio de Mier y Terán, que emigrará a Méjico y que contará entre sus nietos con una que se casará con Magencio de Polignac. Año 1692: D. Felipe de Mier y Terán y Dña. Ana Duque, tienen un hijo, D Felipe, (y otro que se llamó José), que se casará con Josefa López y murió en 1757. El hijo mayor también se llamó Felipe de Mier López se casó con Manuela de Mier. El hijo mayor de éstos se llamó Antonio de Mier y Mier se casó con Dña. Antonia Alonso de Terán. El 7º. de sus hijos (1796) es Gregorio de Mier (Alonso) De Terán. Narra parte de la historia de ese D Gregorio en Méjico. Tuvo cuatro hijos: Luisa, Antonio, Dolores y Teresa apellidados De Mier y Terán y Celis. Viaje de Antonio de Mier y Terán y su esposa Isabel Pesado por muchas naciones y cómo se cumplió su voluntad de repartir dinero en Redondo y Piedrasluengas.
En 1794 toda Pernía da poderes a D. Felipe de Mier y Terán para que actúe a favor de ella ante el Consejo de Castilla.
Nota: la nieta de Gregorio que emparentará con el Príncipe Polignac de Mónaco (luego tomarán el apellido Grimaldi), nacerá de la hija mayor de ese Gregorio, es decir, de Luisa de Mier (y Terán) y de Celis. El “Rottchild mejicano” D. Gregorio de Mier y Terán, tercer abuelo del actual Príncipe de Mónaco, nació en el pueblecito palentino de Redondo. Su nieta casó con el Príncipe Magencio de Polignac, de Mónaco y su nieto Ignacio con la hija del Presidente mejicano Porfirio Diaz.
Unos curiosos documentos que hoy son noticias periodísticas
La boda de los príncipes de Mónaco, celebrada la primavera pasada y acontecimiento de la máxima resonancia en la prensa de todo el mundo, despertó entre nosotros una gran simpatía hacia la feliz pareja por su visita a nuestra Patria y por la prolongada permanencia de los rencién casados en nuestras playas durante su luna de miel. La prensa haciéndose eco de las ascendencia española del Príncipe Rainiero dijo entonces que la abuela paterna del Príncipe, doña Susana de la Torre de Mier y Terán, hija de don Gregorio de la Torre y de doña Luisa de Mier y Terán, era descendiente por su abuelo don Gregorio de Mier del Rottchild mejicanos, de la linajuda familia santanderina de los Mier y Terán. El venturoso acontecimiento que para los Príncipes de Mónaco representa hoy el nacimiento de su primogénito –siquiera sea ella Carolina Luisa Margarita y no Gregorio, como hubiera sido de nacer varón-, nos depara ocasión propicia de demostrar no solamente que “el Rottchild mejicano” y tercer abuelo del Príncipe Rainiero nació en el pueblo de Redondo, en la montaña palentina, sino que la familia de Mier y Terán se hallaba radicada en el mismo pueblo de mucho tiempo atrás, ejerciendo notable influencia en aquella comarca a la que los descendientes del magnate mejicano siguieron favoreciendo y considerando como su patria chica. Los documentos que hoy ofrecemos a los lectores de "DIARIO-DIA" –también los documentos pueden ser noticia periodística, escalando así las páginas interiores del periódico-, referentes a don Gregorio de Mier y Terán, asi como a sus ascendientes y descendientes se hallan tomados respectivamente:
1) de los libros parroquiales de San Juan y de Santa María de Redondo
2) del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid
3) del protocolo notarial de Cervera de Pisuerga, actualmente en el Archivo histórico provincial de Palencia
4) de un libro interesantísimo titulado “Apuntes de viaje. De México a Europa”, libro que debe ser inscrito entre los “raros bibliográficos”.
Expediente de filiación e Hidalguía
Comenzaremos por el extracto y árbol genealógico del expediente de filiación e hidalguía promovido el año 1817 por don José de Mier Alonso y por don José de Mier Torices, vecinos de Santa María, en el Valle de Redondo. El expediente que se halla en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, en la Sala de los Hijosdalgo, legajo 1.344, número 34, contiene los siguientes extremos:
a) Petición y demanda ante los Alcades de Hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid, Mayo de 1817.
b) Compulsa de partidas sacramentales en San Juan y Santa María de Redondo, 27 de agosto de 1817.
c) Textimonio de padrones del Valle de Redondo correspondiente a los años 1816, 1771, 1737, 1730 y 1692.
d) Información testifical, practicada el 7 de agosto de 1817.
Tanto los litigantes como todos sus ascendientes por ambas líneas figuran en los padrones de distinción de estados como pertenecientes al Estado Noble de Hijosdalgo hasta el último padrón del año 1816. La información testifical prueba que los litigantes y sus ascendientes estuvieron siempre en posesión de su Estado Noble de Hijosdalgo.
Según los expresados datos, en el padrón del año 1692 don Felipe de Mier y Terán y doña Ana Duque figuran como padres de don Felipe y de don José de Mier Terán, bautizado el segundo el 23 de marzo de 1695 fecha a la que no alcanzan los libros parroquiales que se conservan actualmente. El primogénito don Felipe de Mier y Terán Duque casó con doña Josefa López, y según consta en la partida de defunción que acaeció en San Juán de Redondo el 27-11-1757. “dejó por sus testamentarios a D. Joseph de Mier su hermano y vecino de Santa María y Phelipe de Mier su ijo, y por ijos lexitimos y Da. Josepha López su lexitima mujer, a Phelipe, Santhiago, Maria y Phelipa de Mier y Terán”. (Libro de defunciones al folio 36). Doña Josefa López falleció en Santa María de Redondo el 11-9-1785 hallándose la partida inscrita al folio 38 del libro correspondiente. El primogénito de los anteriores, don Felipe de Mier López casó el 26-7-1763 con doñaManuela de Mier y Terán, falleciendo esta cinco años después, el 23-10-1758; don Felipe, en cambio, vivió hasta el 22-11-1797. En su partida de defunción inscrita al folio 114 v. Del libro de San Juán de Redondo se lee: “quedaron por sus herederos Antonio y Francisca de Mier sus hijos lexitimos y Manuela de Mier su primera muger, y mas Antonia de Mier su hija lexitima y de Ursula de Mier, su segunda muger”. Don Antonio de Mier y Mier nacido en 1754 contrajo matrimonio en 1783 con doña Antonia Alonso de Terán, natural de Piedrasluengas, de cuyo matrimonio nacieron doce hijos por el siguiente orden:
1) Joseph del 30-3-1784
2) Agustín del 15-4-1786
3) Baltasar del 13-1-1788
4) Juana el 3-1-1790
5) Tomasa el 21-12-1791
6) Francisco el 1-2-1794
7) Gregorio el 24-4-1796
8) Matías el 24-2-1798
9) Celestino 9-4-1800
10) María Dolores el 17-4-1802
11) Susana Felipa el 23-8-1804, falleció muy niña
12) Ángel el 1-3-1806
Partida de bautismo de Gregorio de Mier y Terán
“Gregorio Mier (al margen). En veinte y siete de abril de este año de mil setecientos noventa y seis yo Don Antonio Martínez Beneficiado de preste y Cura Teniente en esta Parroquia de San Juan Valle de Redondo, bauticé solemnemente, puse oleo y crisma, y hice los demás exorcismos que previene el Ritual Romano a Gregorio hijo lexitimo de Antonio de Mier y Antonia Alonso ambos de primer matrimonio, vecinos de etse lugar aquel también natural y esta de el lugar de Piedrasluengas, obispado de León, es nieto de Fellipe de Mier López y Da. Manuela Mier, también vecinos y naturales de este, y asimismo nieto de Josef Alonso y Antonia de Terán vecinos de el dicho Piedrasluengas aquel de alli natural y esta de el lugar de la Puente Pumar en el valle de Polaciones dile por abogado a Sto. Toribio Mogrovejo nacio el dia veinte y quatro de dicho mes y año como lo afirmo Antonio de Mier Morante vecino y natural de este valle que fue su padrino a quien advertí el parentesco espiritual con lo demás que previene el Ritual Romano y en fe de ello lo firmo con dicho padrino y testigo felix simon ntural de este dicho, ut supra Antonio Martinez (rubricado) Antonio de Mier Morante (rubricado) Felix Simón (rubricado).[1] La partida de bautismo del hermano mayor de Gregorio es decir de José, la cual se halla al folio 43 y año de 1784, se inscribe asi: “Joseph Antonio de Mier y Terán”, y en el cuerpo de la partida tanto su padre como su abuelo paterno figuran con el apellido compuesto “de Mier y Terán”.
El padrino de bautismo
El padrino de bautismo de Gregorio, Antonio de Mier Morante, tercer abuelo materno nuestro y biznieto a su vez por línea paterna de don Felipe de Mier y Terán y Ana Duque, fue por su matrimonio con doña Gabriela Alonso de Mier natural de Piedrasluengas, padre de José de Mier Alonso, el que juntamente con José de Mier Torices promovió en 1817 el expediente de filiación e hidalguía en la chancillería de Valladolid al que nos referimos al principio.
Los padres de Gregorio de Mier
Los padres de Gregorio de Mier, don Antonio de Mier y Mier y doña Antonia Alonso de Terán, fallecieron en San Juan de Redondo, con diferencia de cuatro días el 23 y el 27 de febrero del año 1809, cuando su hijo Gregorio contaba 12 de edad y 25 su hermano José el primogénito, que pasa a ser cabeza de familia. En 1816 José figura como regidor en el padrón del mismo año y en 1820 aparece asimismo como Alcalde Constitucional de Redondo en la escritura de “recorrido de mojonera” que se verifica cada nueve años entre Redondo y Brañosera.[2]
Libro de matrícula
Por fortuna se conserva también el libro de matrícula correspondiente a estos años, donde se relacionan actualmelnte como es sabido, las personas que vienen obligadas al cumplimento de las leyes eclesiásticas. Gregorio de Mier aparece la primera vez en la matricula correspondiente al año 1805 cumpliendo el precepto de sola confesión, y dos años después en 1807 Gregorio figura con 11 años cumpliendo por primera vez los preceptos de confesión y Comunión. En la matrícula de 1809 que se hace generalmente después del cumplimiento pascual, aparece ya como cabeza de familia José de Mier seguido de sus hermanos, algunos de los cuales desaparecen de la matrícula en años sucesivos. Así en la matrícula de 1815, junto al cabeza de familia José, de 32 años, aparece Gregorio con 20 años, Matías con 18 y Celestino con 14; al año siguiente, el 1816 desaparecen los tres últimos, pero un año después, en 1817 reaparecen de nuevo para desaparecer nuevamente los tres de la matrícula en 1818. Matías y Celestino reaparecen todavía en alguno de los años siguientes como “forasteros”.
Matrícula Parroquial
La desaparición y sucesiva reaparición de Gregorio en la matrícula parroquial entre los años 1815-1819 nos induce a creer que este, antes de su marcha a Méjico, debió ausentarse temporalmente de Redondo por causa de educación y de estudios, al igual que sus hermanos más pequeños Matías y Celestino. [3]
Emigrar y hacer fortuna
Creemos, pues, que la marcha de don Gregorio a Méjico debió ocurrir hacia 1819, aproximadamente, y nunca antes de 1818, o sea hacia los 22 o 23 años de edad con un bagaje nada despreciable de cultura, lo que explicaría que don Gregorio se abriera camino pronto hasta conseguir una de las mas fabulosas fortunas de la época, siendo conocido por “el Rottchild mejicano”. Don Gregorio de Mier y Terán se convirtió en un gran benefactor de su patria de adopción, fue el fundador de Nuevo Laredo y al correr de los años su nieta Susana casó con el Príncipe de Mónaco Magencio de Polignac, en tanto su otro nieto, Ignacio, hermano de Susana contrajo matrimonio con doña Amanda Diaz, hija del General y Presidente de aquella república, don Porfirio Díaz.
Los cuatro hijos de Gregorio de Mier
De don Gregorio de Mier y Terán que vivió hasta los 73 años, sabemos que tuvo por lo menos los cuatro hijos siguiente:
Luisa de Mier y Terán y Celis, casada con don Gregorio de la Torre.
Antonio de Mier y Terán, que casó con doña Isabel Pesado, Duquesa de Mier.
Dolores, casada con don Arístides Suberville.
Teresa, que casó con el señor Fernández del Castillo.
Fechas de casamiento
Ignoramos cuándo tuvo lugar el matrimonio de doña Luisa de Mier y Terán con Gregorio de la Torre, aunque suponemos que debió ser algunos años antes que el de sus hermanos; de éstos en cambio sabemos que se casaron los tres entre 1868 y 1870, primero don Antonio y después sus dos hermanas, y lo sabemos por Isabel Pesado, la cual nos da la fecha exacta de su matrimonio con don Antonio de Mier y Terán cuando hallándose en París el 5 de noviembre de 1871 escribe en sus apuntes: “Tercer aniversario de nuestro casamiento. Antonio me obsequió con una rica alhaja y Teresa con un precioso ramo de flores. Me ha dado tristeza pasarlo tan lejos del sitio donde se verificó y separada de las personas queridas que ese día nos acompañaron. Teresa es la sola que está a nuestro lado” [4]
A ella igualmente debemos no la fecha exacta, pero si la indicación aproximada del tiempo en que contrajeron matrimonio las hermanas de don Antonio. Así al comienzo casi del libro [5] al llegar a París a principios de mayo de 1870 les esperaban en la estación “Lola de Mier, hermana de Antonio y Arístides Suberville, su marido, que hacia pocos meses se habían casado en México”; y un año después, en octubre de 1871 nuevamente de paso por Paris salieron a esperarles Teresa de Mier, hermana de Antonio y su marido Fernández del Castillo”, y al día siguiente 27 de octubre, escribe: “vino Teresa a vernos y trajo a su hijo para que lo conociésemos; tiene pocos meses; es bonito y gracioso” [6].
Fecha del fallecimiento de Gregorio de Mier
Pero lo que verdaderamente le agradecemos es el que nos proporcione incidentalmente también pero con exactitud el día del fallecimiento de don Gregorio de Mier y Terán, su padre político. Ocurrió aquel el 28 de junio de 1869, o sea pocos meses después de haber contraído matrimonio su hijo don Antonio. El 28 de junio de 1870 estaban don Antonio y su esposa en Badajoz de regreso de la playa de Belén en Lisboa e Isabel escribe en sus apuntes. “Era el primer aniversario de la muerte de mi padre político, el s señor don Gregorio de Mier y Terán, y la Misa que oíamos (en la catedral de Badajoz) y se celebraba en el claustro, se aplicaba por su intención”; y al año siguiente por la misma fecha que el matrimonio estaba Kassel (Alemania) recuerda nuevamente el aniversario de la muerte del señor de Mier y Terán.
Mas la persona y la vida de don Antonio de Mier y Terán, hijo y sucesor de don Gregorio merecen capítulo aparte donde veremos quien y cómo fue don Antonio de Mier y Terán, el indiano que repartió mas de medio millón en dinero el año 1904 en Santa María de Redondo, la esposa del hijo de Rottchild mejicano escribió un interesantísimo libro sobre su viaje a Europa.
Antonio de Mier y Terán - 1904, el año del dinero
Durante casi medio siglo la expresión de curso forzado acuñada por las buenas gentes de los pueblos de Redondo y de Piedrasluengas para hacer referencia a un acontecimiento cualquiera de la primera década del novecientos era invariablemente ésta “allá por el año del dinero”, y para ellos el año del dinero era el 1904. ¿Acaso les toco la Lotería? No; pero en cierto sentido fue algo mejor, puesto que el reparto de casi medio millón alcanzó por igual y sin excepción a todos los cabeza de familia de los pueblos expresados. En un tiempo en que los Presupuestos Generales del Estado apenas si rebasaban los mil millones, y cuando el valor de una vaca –entonces como ahora base de la economía familiar de aquellas gentes- no alcanzaba ni mucho menos la cifra en reales que hoy se cuenta por duros, medio millón de pesetas claro es, no servía para volver ricos a los pobres, pero qué duda cabe que una inyección de varios millares de pesetas aplicada a cada hogar podía paliar y de hecho palió los rigores de la estrechez, en muchas familias. Y junto al reparto por familias hubo también cantidades proporcionadas aunque modestas, para las Iglesias de los pueblos así como para la construcción de escuelas. Así es como hace ya cuarenta y tantos años que campea grabada en piedra sobre el balcón central de la escuela de Santa María de Redondo esta inscripción que aprendimos a leer siendo todavía niños. “Don Antonio de Mier y su esposa la Excma. Sra. Duquesa donaron esta escuela”. ¿Quiénes y cómo fueron los bienhechores de aquellos tres pueblos de la montaña palentina?. De Don Antonio de Mier y Terán sabemos ya que era hijo de Don Gregorio de Mier y Terán, y aunque nacido y educado en Méjico, sintió la llamada entrañable de la tierra primitiva. Casado a finales de 1868 con una dama mejicana doña Isabel Pesado, muy poco tiempo después, en la primavera de 1870 emprendieron un viaje a Europa en el que se llegaron aquel mismo verano hasta la oculta y remota aldea de sus antepasados. La esposa de Don Antonio de Mier y Terán, señora muy culta para su época, tuvo la feliz idea de ir anotando sin pretensiones literarias, en forma sencilla y con un tinte de atrayente ingenuidad las impresiones personales del viaje en el que el joven matrimonio recorrió casi todos los países de Europa –hasta Rusia y Polonia- y que duró dos años y medio, llegándose a Estados Unidos y el Canadá antes de rendir el viaje de regreso a Méjico. En total son 15 países y más de 80 ciudades cuya visita nos cuenta con sencillez en un libro que se titula “Apuntes de viaje. De México a Europa en los años de 1870, 1871 y 1872”, el cual vio la luz en edición particular cuarenta años después en París, en 1910.
Aunque el libro es muy parco en datos biográficos, de vez en cuando saltan acá o allá incisos, rasgos y detalles que sin pretenderlo nos descubren el perfil humano de la autora y de su esposo don Antonio de Mier y Terán. Comienza diciendo: “Este viaje lo emprendimos mi marido Antonio, mi hermana Carmen y yo para que me repusiese de una grave enfermedad que me condujo a las puertas del sepulcro, hundiéndome en la más negra tristeza”. Llegan a Francia y de allí a Lisboa para tomar baños de mar en la playa de Belén durante 18 días. Al regreso se detienen en Badajoz, coincidiendo allí en la fecha del primer aniversario de la muerte de Don Gregorio de Mier y Terán. A continuación se dirigen hacia San Juán de Redondo adonde llegan a primeros de julio permaneciendo allí hasta los últimos días de agosto.
Describiendo la llegada a Redondo nos dice: “En Camesa (estación de Aguilar de Campoo) nos esperaban el señor Barrio, pariente político de Antonio con su hija Antonia; un carro o carreta con toldo y colchón, tirado por Cástor y Pólux. Bueyes gemelos y otro para los equipajes. Había también varios caballos de montar; tomé uno que estaba arreglado para señora...Cerca de Tremaya, me bajé del carretón y a pie llegué a San Juan de Redondo donde habían vivido los abuelos. Calculé que Antonio se impresionaría, al ver por primera vez estos sitios que no conocía y de los que había oído hablar a su familia, la que casi toda ha desaparecido” [7].
Don José Barrio que era natural de Verdeña casó primeramente en 1835 con doña Dolores de Mier y Terán, la hermana menor de doña Tomasa y de don Celestino; pero habiendo fallecido ésta al año siguiente de 1836 algunos años después contrajo matrimonio con doña Susana, hija de doña Tomasa y sobrina de su difunta mujer. Del matrimonio de don José Barrio con doña Susana nacieron Antonia, Ana María, Matías y Tomasa Barrio y Mier. Cuando Antonia Barrio y Mier acompañaba a su prima política Isabel en 1870 debía estar ya algo más cerca de los treinta que de los veinte años y por este tiempo habían fallecido ya su abuela y su tío abuelo don Celestino. Lo dice expresamente Isabel con motivo de la visita que en el otoño inmediato hicieron a Toledo. “Santa Leocadia: templo pequeño con un bonito panteón; en él están sepultados los restos del canónigo don Celestino de Mier y su hermana doña Tomasa”, [8]. Del buen recuerdo que en sus paisanos había dejado don Celestino de Mier y que debió hacer impresión en el ánimo de don Antonio (su sobrino) y de su esposa, nos habla ésta en los siguientes términos: “Todas las Iglesias de estos pueblos de la montaña palentina son de bóveda para resistir los inviernos pero húmedas, pequeñas y feas...Los ornamentos y vasos sagrados muy pobres, exceptuando los de Redondo y el Barrio de Arriba que para días de festividades regaló el señor Deán, don Celestino de Mier. Estos son de raso blanco y magníficos bordados chinos; con gran cuidado parecía los conservaban en dichas iglesias, tanto por su mérito, como por el recuerdo de este bienhechor que también regaló la cruz candelabros y atriles para el altar, todo de plata”. [9]. Don Antonio de Mier y su esposa no eran simplemente unos cristianos corrientes, sino personas hondamente religiosas ambos, lo que si en la señora nada tiene de extraño, pero en un caballero joven y muy rico, en Antonio, se ha de convenir que no era corriente en su tiempo y denota ante todo que su padre don Gregorio de Mier y Terán cuidó mucho de procurar muy buena educación a su hijo dándole formación de gran señor a la antigua usanza española, tal como don Gregorio la había visto encarnada en la figura venerada y entrañable de su padre don Antonio de Mier y Mier cuando él era un niño de doce años. Todo esto, claro es, no lo dice expresamente Isabel Pesado, pero es algo que flota en el ambiente del libro y se desprende de multitud de detalles como por ejemplo, del interés y empeño con que durante todo el viaje procuraba asistir a Misa los domingos y dias festivos aunque estuviesen en países donde para hacerlo tenían que imponerse notable sacrificio; así como de la frecuencia con que don Antonio encargaba Misas por sus difuntos asistiendo a las mismas. El 9 de mayo de 1871 el matrimonio estaba en Viena y leemos en el diario: “Santo del papá de Antonio; fuimos a mandar decir y oír unas Misas a los Capuchinos”. [10]; y el 27 de agosto siguiente que estaban en Badén: “Domingo; oímos misa en la parroquia y Antonio mandó decir las de fin de mes que acostumbra” [11]. Es natural, pues que a ambos les produjera honda impresión la visita que el 23 de marzo de 1871 hicieron al anciano y santo Pontífice Pio IX, y que se refleja en la sobriedad con que escribe Isabel: “Hoy tuvimos audiencia en el Vaticano; a las dos de la tarde se presentó Su Santidad Pio IX, en el gran salón de Recepciones; allí estábamos reunidas más de doscientas personas, le acompañaban varios Cardenales y Obispos; entre estos se hallaba el Sr. Obispo de México (Labastida) quien nos presentó a Su Santidad; entonces recibimos de su Paternal Mano los obsequios siguientes: Antonio, una pequeña estatua de San Antonio de Padua; Carmen, una pintura en porcelana de Señor San José; yo, una miniatura de la Virgen Rimini; todas con indulgencia plenaria para un día al mes; la mía, la tiene concedida los días ocho”,[12] La mesura y templanza de don Antonio apuntan en este dato: “21 de octubre de 1871 (en Edimburgo). Ha pasado Antonio mala noche...hoy muy temprano vino el doctor; le ordenó varias medicinas (se trataba de un ataque de bilis), dos de las cuales se ha rebelado a aceptar; tomar wisky y no fumar, sobre todo la primera; al fin consintió tomar cognac mediado con agua y hielo” [13]. Nada extraño por tanto, que Isabel profesara a su marido un gran afecto y amor que estaba a la vez íntimamente penetrado de profundo respeto. Hallándose el 25 de agosto de 1872 en Boston, de regreso ya hacia Méjico, Isabel pone en su diario esta nota sentida y conmovedora: “Cuántas horas nos hemos encontrado rodeados de seres indiferentes, que nos sirven por lo que les damos, que ni inspiran ni sienten afecto. Entonces nuestros corazones se unen más estrechamente para recorrer el camino de la vida, en que sola, me parece no podría dar un paso. ¡Doy gracias a Dios por el excelente compañero que me ha dado!” [14]. Ha terminado el viaje, un viaje, como decimos de dos años y medio y con él puede decirse que termina el libro como apuntes de viaje; sin embargo lo poco que resta –apenas 20 páginas- encierra hondísimo valor humano; escritas como están en ocaso de vida estas páginas contienen un resumen brevísimo de la vida de ambos hasta que la muerte los separó en espera de que otra vez la muerte volviera a reunirlos, para siempre. No hay que decir por tanto, que son páginas íntimamente biográficas. Dejemos a la esposa que nos resuma la vida de su marido.
La enfermedad de Antonio
De 1872 a 1885 son trece años que viven en Méjico. “Nos encontrábamos felices, cuando en febrero de 1885 (se) enfermó gravemente Antonio; mi angustia fue mortal; no me separé de su lado ni de día ni de noche. Poco a poco se mejoró, los doctores opinaron que el clima de Europa, acompañado de algunas aguas minerales y termales, le eran necesario. Tuvimos que resignarnos a emprender segundo viaje, y dejar otra vez nuestra patria, familia, amigos, casa e intereses...Ya de viaje (en Nueva York) el excesivo calor empeoró a Antonio y a mi me enfermó. Yo tenía gran temor de continuar el viaje a Europa y propuse a mi marido, regresar a nuestra patria, mas él se opuso enérgicamente. Pedí consejo al doctor (Alvarado, un buen médico mejicano), quien opinó que debíamos seguir, porque a ambos nos serían provechosas las aguas de Carisbad, que nos habían prescrito en Méjico”, [15].
Se instalan en París
“De Carisbad, lugar de aguas termales en Bohemia volvimos a París, para buscar alojamiento conveniente; visitamos muchos apartamentos y hoteles particulares, sin que llenen nuestros deseos. Se remataba en esos días el hotel del príncipe Puspoli en la rue Daru, número 14; nos quedamos con él; estaba muy bien decorado y amueblado, pero faltaban, sin embargo algunas cosas, que era necesario comprar o mandar hacer. Nos instalamos en él, a fin de mayo de 1885 y ya ahí, todo marchó ...”[16].
Entre París y Bruselas
“Ya de viaje o permanencia en París pasaba alegre el tiempo, cuando en 1894 el Gobierno de México nombró a Antonio, Encargado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de aquella República en Francia. El mismo cargo le habían antes ofrecido (lo) admitido por la distancia y su delicada salud. Por servir a la patria y complacer al presidente Diaz admitió este último, puesto que estábamos radicados en París. Presentó las credenciales al presidente de aquí, Casimir Perier y pasados unos días, partió para Bruselas, a hacer otro tanto en aquella corte, donde estaba igualmente acreditado. El Rey Leopoldo II lo invitó a comer distinguiéndole con el honor de conducir a la mesa a su hija la princesa Clementina, colocándole a su derecha. Al salir de palacio tomo un enfriamiento que le atacó a la garganta, poniéndole a orillas del sepulcro” [17].
Jubileo de la Reina Victoria y muerte de Antonio
“En 1897 el Gobierno de México nombró a Antonio su representante en el Jubileo de la Reina Victoria I (nació en Londres en 1819 y murió en 1901). Hubo gran recepción en Buckingan Palace...Nosotros nos alojamos en el hotel Bristol, donde tuvimos una buena habitación y carruaje particular, haciendo uso de la corte, para fiestas oficiales solamente”... “En mayo de 1899, nuestro Gobierno nombró a Antonio, Delegado en la Conferencia monetaria, que tuvo lugar en La Haya. Ahí se reunieron representantes de todas las naciones del mundo. Dos meses y medio estuvimos en esta ciudad, en cuyo tiempo no cesaron las fiestas; sobre todo, por la noche. Cuando concluyó la conferencia, el primero de agosto (sin gran éxito, según mi manera de pensar). Antonio se sintió muy fatigado; por orden de los doctores volvimos a Dax, a que tomara baños, y después a Biarritz para respirar el aire del mar, creyendo le sería conveniente; por desgracia no fue así. El 22 de septiembre volvimos a París; yo veía que se desmejoraba y entristecía; perdiendo el apetito. ¡Mi angustia era inmensa! Consultamos a los mejores especialistas; todo fue en vano, el mal progresaba de día en día, hasta que llego el término fatal. El 13 de diciembre de 1899 voló su alma al cielo uniéndose a su Creador. ¡No tengo palabras que expresen lo que sentí al contemplar su cuerpo inanimado...! Después de cumplir sus recomendaciones y desempeñar varios actos que creí fuesen de su agrado, llevaba una vida consagrada a su recuerdo y prácticas religiosas...Hace diez años que vivo retirada del mundo, recibo a la familia, algunos buenos amigos y a mis hermanos cuando han venido de México; esto es mi consuelo; pero la idea de no ver más la patria y la mayor parte de mis deudos que ahí habitan es el punto negro de mi existencia. Por lo demás estoy resignada con la voluntad de Dios, llevando en su amor los padecimientos físicos y morales que Su Majestad me envía. ¡Vivo con los recuerdos del pasado, fija la mirada en la verdadera patria! [18].
Cuando “la Señora” –así dicen siempre aquellas buenas gentes refiriéndose a la esposa de don Antonio- “cumpliendo sus recomendaciones (de su marido) y desempeñando varios actos que creí fuesen de su agrado”, hizo la espléndida donación referida a los modestos aldeanos de aquellos pueblos e instituyó sendas obras pías a favor de las parroquias nativas de la familia de don Antonio, o sea de San Juan y de Santa María de Redondo y de Santa Ana de Piedrasluengas, la piadosa “Señora” “solicitó del señor Obispo como una gracia, que los señores Curas de estos pueblos celebren una Misa rezada el día 13 de cada mes el de San Juan, y una vez al trimestre en la misma fecha el de Santa María (y el de Piedrasluengas) por el alma de su marido y por la suya una vez que hubiese fallecido”.
Hace, pues, medio siglo cumplido que las humildes y agradecidas gentes de aquellos pueblos rezan en “lamentación” de la Misa parroquial del domingo y los sacerdotes vienen interrumpidamente aplicando las Misas prescritas por el alma de sus bienhechores don Antonio de Mier y Terán y de su esposa la Excma. Señora Duquesa de Mier, testimoniando así la perenne vinculación de aquellos pueblos a la familia de Mier y Terán.
[1] folio 79, del libro de bautizados de San Juan de Redondo, año de 1796
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