Por otra punta asoma el asunto del oso, cuya verdadera promoción comienza de verdad cuando en 1988 se inicia el proceso Judicial contra el cazador que mató al Rubio, -en Brañosera .. El protagonista, acusado por la prensa, vilipendiado muchas veces, porque ha pasado de cazador a presa, rehuye la entrevista que pretendo, cualquier cosa que tenga que ver con los periódicos, y con mayor razón los nacionales, mientras que en una casa cercana me hacen entrega de un ejemplar del FAPAS, donde se habla del abogado que conduce la causa, José Manuel Marraco, y el costo del proceso, que asciende a dos millones de pesetas, que deberán pagar ellos al quedar absuelto el cazador de todos sus cargos.
Pero después de todo, no es el oso, ni el lobo, ni las tierras, los que ofrecen más dudas, sino la actuación imperialista y arbitraria de esa nueva especie que responde al nombre de "ecologista". Javier Cuesta, otra vez este sacerdote que me parece valiente y comprometido hasta las últimas consecuencias con la gente a la que guarda, se pregunta en la sección "Cortar el traje", de la revista "Sementera":
"Señores ecologistas, si tanto aman la naturaleza, ¿por qué no se vienen a sufrir y gozar con ella como un vecino más?". Y concluye: "Nuestros pueblos se están quedando sin gente".
Y es curioso observar cómo esta Asociación nos está venciendo poco a poco, bien haciendo oídos sordos a nuestra crítica, bien elevando su voz en los periódicos. Nadie sabe cómo, se filtran en los puestos de mando, reciben el premio por la defensa del Medio Ambiente y disparan su escopeta de verde ecológico contra todas aquellas obras y proyectos que impliquen arreglos, concentración parcelaria y hasta un hotel en el Collado de Piedrasluengas. Cualquier réplica es repetición de viejas crónicas y nada se consigue con este último viaje al otoño de la tierra. Y nada se consigue predicando que hay que mover el culo 100 kilómetros para estampar una dichosa firma, que la nieve es muy mala para hacer valentías, que hay que pisar el barro y las boñigas a diario. Eso ya lo hemos dicho, y que el oso no ha molestado nunca, que un error de un vecino no es óbice para condenarnos de por vida a seguir con las mismas carreteras, a vivir como vieron nuestros antepasados. Estamos aquí para dar pequeños pero seguros pasos que permitan la vida. No sólo una vida sana por el alimento, por el aire, por la tranquilidad, sino también por los accesos y por los adelantos. Para ello la Administración debe abrir más la mano, los ecologistas deben cerrar la boca y el pueblo tiene que decir algo. Porque nada se conseguirá con el silencio, escondiendo las alas, esperando que otros vengan algún día a solucionar nuestros problemas. Demos un cariñoso "sornabirón" a todos esos rezagados, que ni se pronuncian ni dejan que nos pronunciemos por ellos, haciéndole vivir al resto en un estado permanente de zozobra. Somos, pues pensemos; vivimos, pues hagamos algo, lo que sea. Y hagámoslo mejor hoy que mañana.
2 Comentarios
Lamentablemente los animales siempre tienen las de perder, en ocasiones, las menos, se le protege para luego volverlos a echar.
ResponderEliminarEl ecologismo y la protección de la naturaleza es beneficioso, pero, como todo, llevado a su extremo es perjudicial. En este país se han hecho verdaderas estupideces en nombre de la ecología.
Un saludo Froilán.
Como explico a pie de blog, son artículos publicados hace años y en ocasiones las historias han cambiado.
ResponderEliminarEs sorprendente que todo el mundo coincida en una cosa: el magnífico aspecto de la tierra que ahora es Parque Natural, merced a quienes han vivido en ella durante tantos años. Todo es bueno y necesario, también la ecología, pero como bien apuntas, a veces se lleva a los extremos y es cuando surgen las dudas y la necesidad de poner un límite justo.
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