En 1988, “Círculo de Lectores” recoge en un pequeño libro el discurso pronunciado por Miguel Delibes con motivo de su ingreso en la Real Academia, en mayo de 1975.Allí se preguntaba el maestro por el sentido del auténtico progreso, invocando el peligro que se cierne a diario sobre la vida y la Naturaleza.
Creo que fue un autor leonés, tal vez Crémer, quien dijo en estas mismas páginas que Internet era algo así como una máquina infernal. Y yo que estoy enganchado a esa maquinaria, para bien en muchas ocasiones, entiendo así mismo que a otros les provoque rechazo muchos de los asuntos que plantea, la velocidad a la que pasa, la urgencia a la que predispone en asuntos que a veces necesitan una profunda reflexión.
Entiendo, porque lo vivo en primera persona, que todo progreso tiene su retroceso; que a lo que a unos les abre camino, porque es un planteamiento innovador, porque arrasa empujado por la publicidad, a otros les da un portazo. Vivimos unos días donde ya no sirve ni el ingenio, pues sabemos que la moda dura lo que dura un chasquido. Y no hay nadie en este mundo que pueda decir, estoy a salvo: de una forma o de otra, antes o después, le alcanzará esa sensación de agonía en la que el mundo se halla inmerso. Tanto en el medio rural, como en el medio urbano, en todo lo que se mueve y nos rodea, se suscita esa especie de duende que nos engulle poco a poco.
Entiendo que esta es una reflexión absoluta donde no cabe la esperanza de un apaño. Es verdad que vivimos más o menos, mejor o peor, y que aparentemente nada cambiará en los próximos años, pero como no se le ve final al avance voraz de la técnica, y todo el mundo parece feliz en la mentira, más se irá extendiendo la pobreza y el hambre. Si a ello le sumamos las catástrofes relacionadas con el cambio climático, ya tenemos encima el alargamiento de esa intensa agonía. Y lo que es peor, no hay gobierno ni nación que lo pueda parar.
Miras a la ciudad y te devora ese consumo desordenado y galopante; miras al pueblo y te descorazona ese despoblamiento; miras a la gente, y todos parecen ya de vuelta de esto, como si corrieran más que tú, como si estuvieras contando lo que ya pasó y no lo que presientes tú que pasará.
En fin, respiremos hondo. Recompongamos buenamente este desatino. Vivamos lo que nos quede lo mejor posible. Aprovechemos el aire y el agua, que también se acaban. Conformémonos con la mitad de la mitad de lo que ansiamos. Para combatir esta ola de pesimismo, yo recito una frase que me enseñó un paisano de La Peña. Repitan conmigo: “Cada nube viene envuelta en un día de sol. Repitamos esto en las horas tristes. Cuando pase el momento que nos preocupa volverá un día limpio y lleno de promesas.”
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