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Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería

Tocando y bailando en Redondo

Foto recogida por J.L. Estalayo


Del libro "Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería"
Autor: Froilán de Lózar
Editorial: Cultura y Comunicación, 2008
3ª. Edición, Julio de 2014



En las fiestas de los pueblos, a los romeros se les daba, como plato especial, ‘la pucherada’ (garbanzos y carne de oveja). No faltaba tampoco la morcilla, llamada de las ‘trancas’ (velón que va alrededor del hígado y corazón). De postre, los sabrosos frisuelos y arroz con leche.

Cuando las fiestas eran en invierno, los forasteros se quedaban en el pueblo ocho o diez días, debido al temporal y a la altura considerable que alcanzaban los neveros. En mayo se celebraba “el día de la caridad”. Por ejemplo, en Polentinos, tenían la llamada “caridad” gente de Vañes y Estalaya. El cura entonces rezaba: “Por los fundadores del prao rincón”, “Por los fundadores del prao las presas”, “por los fundadores del prao muñices”, etc. y de carga se entregaban dos libras de pan por el prado de la fuente de abajo y un litro de vino. Por las Candelas, en febrero, los vecinos bebían en unas tazas de plata, que en pueblos como Lebanza aún se conservan. El trigo se sembraba en octubre y hacia marzo iban todos a limpiarlo con azadillas y herramientas manuales. Hay quien asegura que esto tenía que hacerse los días llamados ‘cadillos’: los tres últimos días de mayo y los tres primeros de junio, antes llamados de San Juan. De esta manera se perdían los cardos y ya no volvían a salir.

  • A comer la oveja 

Quienes no han vivido en esta tierra, los que la conocen por las referencias de visitantes y cronistas, se sorprenderían de tantas historias como se fueron desentrañando en ella. Yo que vengo dedicado en cuerpo y alma a remover sus fueros y costumbres, todavía me sorprendo con esos relatos de poderes ocultos que fueron transmitiéndose oralmente y en los que con todo lujo de detalles se nos va describiendo el misterio que rodeó cada escenario, las pócimas utilizadas para aventar el mal y los diferentes personajes que se vieron envueltos o rodeados por ellas. Muchos pueblos de nuestra montaña, cada vez con menos fuerza y entusiasmo, han venido reviviendo costumbres que arrastran ese halo de misterio. Es conocido el juicio que se le hacía a San Damián, en Lastrilla, enfrente de la casa del cura, representado por un muñeco que colgaba de la pared. Mascarada que no siempre era del agrado de la gente mayor.

Unos días antes de la festividad de los Santos, los jóvenes de muchos pueblos de la montaña compraban la oveja más grande para cenarla al atardecer del día uno. En algunos pueblos, como Valdegama y Villacibio, se sustituía por un burro, que recibía el nombre de ‘machorra’ o ‘borra’. Y la costumbre ha ido tímidamente despertando en otros puntos de la alta montaña, sin fecha concreta, armonizando con la llegada de los emigrantes.

En Villanueva de la Peña tenían autorización para matar una borrega todos los domingos hasta el día de los Santos. Los mozos vendían la carne a las mujeres del pueblo y con lo que obtenían les quedaba para comprar una borrega para ellos y cenarla mientras se iban relevando para tocar las campanas a difunto.

El tío Rus, un paisano de Rebanal de Las Llantas que se hizo famoso en la comarca por el dicho “yo tengo una hija y al que se case con ella le mando ciento sillas y cincuenta mil duros de empeño”, cuentan que un año les comió buena parte de una oveja y no volvieron a tener noticias suyas.

En Villabellaco, el día de los difuntos se encendía una gran hoguera de la que el sacerdote recogía las cenizas para el incienso. Para que los mozos tocaran las campanas el sacerdote les pagaba el vino de la cena. En Villanueva o Bustillo el sacerdote les daba a los niños un panecillo y una perra chica. Yo mismo recuerdo, siendo niño, que el de San Salvador nos daba también algo simbólico a los monaguillos.

  • Las misas votivas de Lores 

El día 31 de diciembre de cada año, al presentar los libros al Ayuntamiento de San Salvador, el pueblo de Lores consignaba en sus cuentas las mil pesetas que pagaba durante el año a Julio Roldán, presbítero, por las misas votivas que se celebraban en la parroquia en honor de los santos siguientes: Águeda, viuda; Fabián y Sebastián, mártires; Virgen de las Candelas y San Lorenzo, diácono, que es el patrono (10 de agosto).


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