Desde pequeño, como la niña que recrea el personaje de Jodie Foster en la película ‘Contact’, siempre me sentí atraído por el misterio de otros mundos. Frente a la soledad a la que el ser humano debe encararse cada día y a los grandes acontecimientos que cambiaron la visión de las cosas, hemos tenido la suerte de nacer en una época jalonada de acontecimientos y de avances.
Hace unos años, cuando conocí a través de los medios de comunicación que existía una agencia en Barcelona que contrataba viajes al espacio para primeros del 2000, hice una fotocopia y se la entregué a un amigo apasionado de todo aquello relacionado con la ciencia. “Piden quince millones por un viaje de una semana” —le advertí. “¿Sólo quince millones? Eso es un regalo. ¿Tú sabes lo que eso significa?”. Y entonces comprendí que no necesitaba preguntarle más. A través de un cristal imaginario, vi mi cara de niño contemplando el cielo desde un monte cercano a nuestra casa. Éramos cosas diminutas frente a aquel Universo, enfrentados de continuo por historias insignificantes y partidas contra el tiempo.
¿Qué hacemos aquí?¿De dónde venimos?¿Qué hay más allá?
Como la investigadora que en el Desierto de Nuevo México busca tenazmente una respuesta, así la busco yo sin más pretensión que la de sentirme útil de alguna forma y cada día más convencido de que, muy pronto, desde algún recóndito lugar, nos llegará otra voz que se ha venido preguntando desde siglos atrás lo mismo que nosotros.
Hasta hace muy pocos años nuestro mayor interrogante era saber si había vida más allá, cualquier tipo de vida. Después de E.T., la gran creación de Steven Spielberg, llegaron nuevas películas abordando el mismo asunto: sofisticadas naves que proceden de otros planetas, cuerpos extraños con formas y fuerzas desconocidas que se ríen de nuestros aparatos más modernos y, como colofón, un “Día de la Independencia”, donde los americanos encuentran un resquicio para llegar hasta su nave nodriza , salvando al mundo de esa ambición dominadora que los promotores del film venían estimulando.
Primero fue el hallazgo de un planeta que gira alrededor de la estrella 47 de la Osa Mayor, a 34 años luz de la Tierra, y al menos dos veces y media la masa de Júpiter. El segundo es un planeta que gira alrededor de la estrella 70 de la Constelación de Virgo. Su masa es seis veces superior que la de Júpiter, y sus condiciones atmosféricas puede que sean peores. Y después fue el hallazgo de un planeta que gira alrededor de la estrella 51 de Pegaso, a 42 años luz de la Tierra, descubierto desde el observatorio de Ginebra por los suizos Mayor y Queloz. Los científicos intuían que antes del fin del pasado siglo, un satélite europeo lanzado al espacio pudiera detectar la existencia de mundos lejanos. La NASA tiene previsto lanzar hacia el año 2010 el telescopio Planet Finder, compuesto de cinco espejos de entre uno y dos metros de lado por 90 de largo, para gravitar en torno a Júpiter y buscar planetas semejantes donde pudiera existir sustancia necesaria para la vida, como el ozono, el oxígeno y el bióxido de carbono.
“La importancia del agua es decisiva. —señala David Des Marais, bioquímico de la NASA— El agua es un medio perfecto para que las sustancias orgánicas que contienen carbono, se disuelvan y reacciones unas con otras de mil maneras”.
En un tranquilo paisaje rural, 50 km. al noroeste de Boston, Massachusetts, se encuentra el radiotelescopio Beta, equipado con una antena parabólica de 25 metros de diámetro, que puede detectar señales extraterrestres de mil millones de canales. El director de este proyecto, Paul Horowitz, físico de Harvard, asegura: “A mí no me cabe la menor duda de que hay vida inteligente en el, se lo aseguro. ¿Que si hay vida en nuestra galaxia?: Las probabilidades son enormes. Lo difícil es que los seres inteligentes de la galaxia nos transmitan señales de radio en la longitud de onda que esperamos y con la potencia necesaria para que la captemos”.
Vivimos en un mundo donde el avance tecnológico es un manifiesto permanente. Como seres inteligentes no descartamos la posibilidad de vida humana en lugares lejanos y desconocidos. Ya no vamos a la luna para pisarla únicamente, o para conquistarla; ahora, más que nunca, una vez localizado el agua, queremos ir a vivir en ella, porque como el guionista manda decir a Jodie Foster en ‘Contact ‘ , “a lo largo de nuestra vida, el vacío se ha hecho soportable porque nos tenemos unos a otros”. Y acaso la obsesión por buscar compañía fuera de la Tierra les lleve a nuestros investigadores cada día más cerca de un hallazgo.
Entonces puede que reconozcamos que alguien vive en condiciones superiores ahí fuera, con otra organización y otro sentido de las cosas.
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