ORÍGENES

20 febrero 2001

El lobo de Bernardino
febrero 20, 20010 Comments

Yo insisto en recordar a mis paisanos y amigos la lectura reposada de “Las tradiciones etiológicas palentinas” (Núm. 32 de la Institución Tello Téllez de Meneses, 1972), donde se recoge con minuciosidad la historia de esta tierra, por qué tras determinada sentencia vino un pleito, a qué motivos se deben ciertos nombres, qué explicación puede darse a la fuentecilla que, en el lugar conocido como “las peñas del moro”, en el centro de la vinajera chica, viene manando desde hace siglos, al revés de las otras, de arriba abajo, cayendo el agua gota a gota en una pila donde no se aprecia desagüe alguno y donde no se derrama nunca el agua. Misterios que Matías nos dejó en verso y que algún día explicará la metafísica.




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01 febrero 2001

El Oso como símbolo
febrero 01, 20011 Comments




Hace muchos años que los montañeses polemizan sobre el papel del animal. Cuentan que un tocayo mío, de Valdeprado, mató 14 osos cuando los osos abundaban tanto como los jabalíes o los corzos. Y es curioso que, los animales, bellas criaturas, aunque a veces dañinos y feroces, sigan formando parte importante de las tertulias.




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28 diciembre 2000

Ninfa
diciembre 28, 20001 Comments

Cualquiera de las deidades benéficas vinculadas a las aguas, bosques, selvas y montañas. Cualquier diccionario te lo dice. Otros te explicarán que con tal nombre se define a la joven hermosa. Y quienes nos movemos con desigual fortuna por los vericuetos literarios, añadiremos que, ninfa, en la mitología griega y romana, es la deidad femenina que personifica la fecundidad de la naturaleza.



En Redondo, a las tres de la tarde del día 8 de enero de 1903, ante el juez municipal don Nicolás Duque y su secretario Gregorio Duque, compareció don Joaquín de Mier, natural de Tremaya, con objeto de que se reconociera y fuera inscrita en el Registro Civil una niña a la que conoceríamos para siempre por el nombre de Ninfa.




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19 diciembre 2000

Nómadas del mundo
diciembre 19, 20000 Comments

Ahora que tanto valor se le da a la palabra futuro, ahora que se multiplican en Internet las páginas que hablan de Palencia, ahora que casi todo el mundo dedica parte de su tiempo de ocio al senderismo y aspira de verdad este remanso de paz que tanto sentido aporta a nuestra vida, conviene matizar algunas cosas.




Cualquiera puede imaginarse un mundo. Es cierto que, las historias de cada uno son distintas, que cada uno procura desarrollarlas a su modo, tratando siempre de llevar a la realidad algunos sueños.

Hace unos años, Watu Acción Indígena, una organización no gubernamental, convocó en Madrid un foro internacional de debate que reunió a representantes de asociaciones nómadas y pastoriles de diversos países de Europa, Asia y África. La intención de aquel encuentro era demostrar la sostenibilidad de las prácticas nómadas y trashumantes.

Aquella pretensión tal vez sea una quimera, pero tanto hemos acelerado el paso en los últimos tiempos que pretendemos, a la vista está, cargarnos de la noche a la mañana muchas historias que aún sobreviven en distintos lugares del mundo. Nuestro desprecio o ignorancia es una firma para su desmantelamiento.

Reflexiono desde la misma postura que a mí me empuja, considerando que no podemos achacarlo a la falta de información acerca de las culturas nómadas y de los efectos beneficiosos que sus actividades ganaderas aportan al medio natural.

Días atrás, unos familiares reflexionaban en voz alta sobre los métodos de trabajo de aquellos años, cuando los pastores se desplazaban desde Salamanca con toda la familia. Y al decir toda, digo matrimonio y cinco hijos; tres solteros y dos casados con hijos. Cómo se iban instalando en los chozos del Pendillo y Linares, La Pitarra, El Cebollar...; de qué forma sorteaban su lugar en los escasos somieres que tenían y cómo les despertaba de mañana el olor a los torreznos. Se habló de unos pastores extremeños que venían cargados con harina para cocer el pan. También mencionaron la fiesta que se hacía el día que bajaban la cabaña del puerto. Luego la conversación fue derivando por otros derroteros, recordando también el hondo significado que en estas tierras nuestras alcanzaron la trilla y la siembra. Una de las mujeres que pasaba los veranos en casa de sus tíos, recuerda aquellos días en la era, cuando, subida al trillo extiende sus manos para recoger los excrementos de la vaca y evitar de ese modo que se manche la paja.

Mi función, si alguna tengo, es meramente recopilatoria, divulgativa, periodística. Recoger aquellos momentos del pasado más reciente, sacar lo más posible de las sombras (si es que algo queda en ellas), aquellas fórmulas que utilizaron nuestras gentes, rescatar del olvido su figura, intentando así un merecido homenaje a quienes entregaron todo lo que tenían. No olvidemos que, para muchas personas, el mundo eran cuatro paredes, cuatro tierras, las obligaciones que impusiera el Concejo, el costoso trabajo de la siembra y la recogida de los frutos. Eso, y pasar con la mejor disposición el duro invierno.

Durante la celebración del foro en el que se debatieron estas y otras formas de vida, se desplegaron también actividades en las localidades salmantinas de Los Santos y Fuenterroble de Salvatierra, donde nómadas de diferentes países y pastores del Concejo de la Mesta (probablemente, descendientes o allegados de aquellos que venían por nuestros puertos), hicieron demostración de arado, trilla y conducción de rebaños.

Somos conscientes de lo que el progreso ha significado para el mundo, también para nuestros pequeños pueblos. No pretendemos imponer su mantenimiento cuando ya no queda gente y las promociones para mantener la vida bajo mínimos aquí van por otros caminos, pero, al cambiar pareceres, uno todavía se impresiona del desprecio que parece invocarse en el recuerdo de los viejos métodos.©

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21 noviembre 2000

Santo Toribio
noviembre 21, 20000 Comments

Mi progenitor lleva muy bien los años y las cruces. No viene al caso nombrar aquí las personales, que más o menos, antes o después, nos alcanzan a todos. Conociendo su afición le invito a un viaje, y así, juntos, visitamos una vez más la comarca de Liébana. Nos dirigimos al corazón del Jubileo, enclavado en Santo Toribio. Se halla este monasterio en las laderas del monte Viorna, a pocos kilómetros de Potes, bendiciendo el paso de quienes viajan a los Picos de Europa, echando una especie de manto protector a tantas pequeñas y curiosas aldeas como emergen alrededor, y que tienen también su día señalado por los monjes para recibir el aliento del santo.



El día 30 de abril del año 2000 tuvo lugar la ceremonia de inauguración presidida por el obispo de Santander, que otorga a los peregrinos que cumplen las premisas -pasar por la puerta del perdón, rezar, confesarse y comulgar 15 días antes o después de haber traspasado la puerta- el jubileo.

Esto que les cuento alcanza para nosotros un profundo significado, primero porque el manto es muy largo y por proximidad nos roza y en segundo lugar, porque Toribio, el santo, fue obispo de Palencia en el siglo VI. Toda su trayectoria y compromiso empieza a despertar siglos después, cuando son trasladados desde Astorga los restos de otro Santo Toribio, junto a un gran trozo del brazo izquierdo de la Cruz de Cristo, que este último trajera de un viaje realizado a Jerusalén. A partir de 1512, los papas Julio II y León X establecen el jubileo con indulgencia en aquellos años que el día de Santo Toribio (16 de abril) caiga en domingo, como lo ha sido este año que estamos a punto de cerrar.

Esta es la cruz que origina el artículo, una de las cruces populares que mi padre visitaba desde que yo era niño. Compraba los lechazos , los mataba y se los vendía a los restaurantes de esta villa cántabra. Aquí (en un restaurante que mira hacia el río Deva, frente a la torre del Infantado, mansión que fuera del marqués de Santillana), vuelve a mencionarme aquella etapa de su vida mientras degustamos el cocido lebaniego, muy parecido al nuestro: garbanzos, berza y tropiezos: carne fresca, tocino, relleno elaborado con la miga de pan... Una buena ración que a duras penas terminamos.

Después de visitar el monasterio, muy mermada ya la concurrencia de peregrinos a primeros de septiembre, recorremos la villa: sus calles atestadas de orfebrería y utensilios, tienducas a cuyas puertas se exponen las legumbres, los quesucos de acá; el picón de Tresviso, elaborado con leche de vaca, oveja y cabra y madurado - en cuevas naturales de cáliz durante 60 días, a una altura de 2000 metros, condición indispensable -según matizan los entendidos- para que se desarrolle el Penicillium que le dará ese sabor característico.

Casi el mismo queso picón que años antes de nacer yo mi padre compraba por estos pueblos o por los puestos de esta preciosa villa para vender después en La Pernía y en Barruelo.

Tal vez, mi forma primitiva de describir las cosas, no sea la mejor para impresionar a quienes todavía desconocen el legado que estos lugares aportaron. El día que nuestro obispo llegó a tierras cántabras fue testigo del escaso entusiasmo de las gentes cuando les propuso levantar un templo. Pero tuvo recompensa su constancia. Primero se levantó el templo y como consecuencia vino la conversión al cristianismo de las gentes. De este modo se convierte aquel lugar en foco de peregrinos que llegan de todas partes para amansar su espíritu. Pienso en ello cuando nos internamos en la espesura de estos valles, camino del puerto de Piedrasluengas.

A veces, en los lugares más distantes, surge una llama que se expande y envuelve sin dañar a cuantos allí viven y laboran. Tampoco es que naden en abundancia los lebaniegos, ni el jubileo que a pocos kilómetros se anuncia los redima para siempre de traumas y de cruces.

Pero sí es verdad que ayuda bastante al crecimiento de esta comarca aquel lugar sagrado en medio de la nada, donde Toribio, el santo que vino de Palencia, logró reconciliar al buey y al oso hasta el extremo de dejarse uncir al mismo yugo.

@De la serie "Vuelta a los Orígenes", en Diario Palentino. 
 21.11.00 @ 08:00:00. Archivado en Artículos, La historia
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