Es una pena que, después de muerto, a uno lo alaben tanto. El ejemplo lo tenemos bien evidente en citas e historias que repuntan ahora de autores y artistas internacionales. Lo estamos viendo ahora con Piedad Isla, a propósito de esos latidos suyos que se muestran estos días en la Casa del Parque.
Hasta el diario “El País” la dedicó una necrológica, ambientada por José María Pérez “Peridis”, donde recuerda la vespa con la que recorrió los pueblos de la montaña palentina.
“La fotografía —dicen allí, y me quedo con esto—, se convirtió en el medio ideal de su estrategia vital, asimiló y transformó los materiales de la vida a su alrededor, de su realidad, para exponerlos fielmente y además convertirlos en sustancia básica, en sensibilidad poética”.
Así siguió acudiendo a importantes convocatorias después de muerta: En marzo de 2014 en Santander, en la exposición titulada “Miradas de mujeres”; también se pudo ver su obra en la Fundación Botín de aquella ciudad, en la Casa de las Conchas de Salamanca, en Vitoria; en el Palacio Villanueva del Real Jardín Botánico de Madrid, a propósito de la XVII edición de PHotoEspaña; hasta en la Casa de Cultura de Elgoibar. Y sigue recorriendo España, y siguen sucediéndose los reportajes y alabanzas a un ritmo que no lo hubiera podido soportar estando viva. Esa inagotable fuente de gestos y paisajes, de calles y edificios, que ella exponía con sumo cuidado en aquella esquina de la calle mayor, fue la voz que quedó grabada, que a tantos viene cautivando desde entonces, que con tanto acierto ha prodigado el nombre de Palencia, el nombre y la fe de sus montañas.
Que la vida es así, que nos resistimos a que desaparezca su pintura, que no dejan de aflorar miles de documentos gráficos que nos sorprenden y emocionan tantos años después, que supo cómo narrar la historia de esta tierra, que hay gente que no muere nunca, que Piedad Isla sigue viva.
De la serie "La Madeja", en Diario Palentino, 2018
MINISTERIO DE CULTURA
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